Después de décadas condenado al ostracismo, el vinilo había vuelto para quedarse. O al menos eso nos habían contado. Los viejos LPs volvían a estar de moda en los últimos años, no solo entre coleccionistas y melómanos veteranos enamorados del crujido de la aguja sobre los surcos, sino también entre unas nuevas generaciones que adquirían en el resucitado formato físico los nuevos álbumes de ídolos como Taylor Swift o Harry Styles. Sin embargo, este resurgimiento podría estar llegando a su fin, según Billboard. Entre 2023 y 2024 las ventas de vinilos en EEUU han caído un 33,3%, más que los CDs (19,5%) o los álbumes digitales (8,3%). ¿Cómo se explica semejante desplome en tan poco tiempo? ¿Ha estallado la burbuja del plástico negro?
Las causas hay que buscarlas en factores económicos más que en la pérdida de relevancia del formato. O dicho de otra forma, al público le sigue gustando el vinilo, pero le parece muy caro. De hecho, no es una mera percepción. Antes de la pandemia las novedades apenas rondaban los 20 euros, y ahora alcanzan sin problema los 30 o 35 euros. Los vinilos dobles suben a 45. Son precios desorbitados que terminan convirtiendo el elepé en un objeto para las élites.
De hecho, los álbumes de rock clásicos que vuelven a ser relanzados en este formato lo hacen en versiones de lujo con precios prohibitivos. Recientemente Green Day reeditó su clásico 'American Idiot' en un paquete de 8 LPs al módico precio de 200 euros. Y U2 se sumarán en breve a esta tendencia con la reedición de su último álbum superventas, 'How to Dismantle an Atomic Bomb', de 2004, en una edición Super Deluxe Collector de 275 euros.
Son varios los factores que influyen en esta tendencia alcista en los precios. Para empezar, realmente hay pocas plantas que puedan fabricar discos de vinilo. Las más importantes de Europa están en la República Checa y en la parte oriental de Alemania. Y no dan abasto. Los tiempos de espera para que un artista pueda lanzar su álbum en vinilo pueden ser de meses. Y las primeras en la cola son las grandes majors, dejando muy atrás a las independientes. Así, con una demanda creciente y una capacidad de producción limitada, los precios terminan disparándose. A eso hay que sumarle el aumento de los costes de los materiales y la mano de obra.
La actual tendencia a crear ediciones limitadas y múltiples variantes del mismo álbum, con el ejemplo reciente de las más de 30 ediciones del 'The Tortured Poets Department' de Taylor Swift por bandera, no solo crea una sensación de exclusividad entre los fans, sino que también aumenta el valor de reventa de esas ediciones limitadas.
Porque lo más paradójico es que también suben los precios en el mercado de segunda mano, de modo que discos antiguos alcanzan cifras nunca antes vistas. De hecho, es sangrante comprobar cómo la reventa se está aprovechando de las circunstancias para inflar los precios. En plataformas como eBay o Redditt se ofertan vinilos a cambio de cantidades exageradas a pesar de que su calidad de producción deja mucho que desear, con portadas en baja resolución y discos mal prensados. La disparidad entre la calidad del producto y el precio que se pide por él es excesiva.
Al final nos dirigimos hacia el mismo destino al que está llegando la música en vivo, con los precios de los conciertos tan disparados que se están convirtiendo en un lujo solo al alcance de los más pudientes, cuando el rock y el pop deberían ser una de las expresiones más puras de arte popular. Si el consumidor medio se ve incapaz de pagar los precios actuales, la alternativa es seleccionar mucho y reducir sus compras, o recurrir a otras alternativas más asequibles, como el streaming o el CD. Lo que parece claro es que si la industria no encuentre la forma de hacer más accesible al vinilo no tardará en quedar abocado a un nuevo declive, esta vez puede que definitivo.