Esta vez no va de grandes estrellas del rock and roll. Esta vez hemos entrado en casa de otras grandes estrellas, los flamencos. Puros y más o menos ortodoxos, ahí están. Tan encerrados como todos y con muchas ganas de cantar. Suerte que tienen esos rincones tan domésticos y calentitos de poder escuchar de cerca otra forma de cantar al coronavirus, a la salud, al amor y a los sueños, según el caso. Con tanto sentimiento y tanto compás. En casa.
Los flamencos siempre han sido muy familiares y muy de cantar entre los suyos, en la intimidad. En el salón, en la cocina o en el patio, cuando lo hay. Desde Uppers intuíamos que era un momento muy de cantar 'pa dentro' en todos los sentidos. Y por eso nos hemos colado en las casas de los más auténticos, los menos comerciales.
Nos hemos paseado por los salones y pasillos de Vicente Sordera de Jerez, por tangos, de Cancanilla de Marbella, por bulerías, de Esperanza Fernández, en Sevilla también por bulerías, del extremeño Guadiana, por Tientos, de la malagueña Eva Durán, por alegrías, y de Yeye de Cádiz, por rock andaluz por bulerías. ¡Casi nada!
Esperanza Fernández, de blanco perfecto y bajo la higuera, se ha arrancado por Lole y Manuel. Maestros que en 1975, jóvenes revoltosos y curiosos, se estrenaron con su primer disco, 'Nuevo día', en un nuevo flamenco que no tenía vuelta atrás. Esperanza, que lo sabe, toma sus letras y su música para, cambiando unas pocas palabras, cantar ahora al coronavirus. Y canta a un sol joven y fuerte que vence al virus (ese sol que en 1975 vencía a la luna). Siempre vencer. Esta vez no escuchamos a chelos y violes, sino la guitarra de Miguel Angel Cortés.
El Sol, joven y fuerte
Ha vencido a este virus
Que se aleja impotente
Del campo de batalla
La luz vence tinieblas
Por campiñas lejanas
El aire huele a pan nuevo
El pueblo se despereza
Ha llegado la mañana
Vicente Sordera, cantaor de solera, ha cantado tantas veces y con mucha pureza a Pessoa, Unamuno, Valle Inclán, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Pepe Hierro. Hoy nos canta a nosotros y a los suyos desde Jerez y por tangos sin más pretensión que 'ayudarnos con música a llevar mejor el confinamiento'. O como dice Cancanilla, camisa de lunares y empaque mediante, sin asomar ni la oreja a la ventana. Blanco sobre negro.
Guadiana prefiere, desde su casa de Madrid, acordarse de su tierra, Badajoz, y del amor por tientos, en pleno encierro: 'Mira si estarías bonita, ay que me enamoré de ti'. Nos canta junto a su balcón, poco antes de aplaudir como cada día.
La cantaora Eva Durán canta por alegrías a la primavera más extraña de nuestras vidas, una primavera que por mucho que nos empeñemos y nos manden encerrarnos sigue ahí fuera desatada: 'Por qué se alumbran de flores y en primavera los prados, por qué no se calla el mar (…), por qué el corazón se duerme si el alma sigue soñando'.
El alma sigue soñando.
Hasta que nos despierta Yeye de Cádiz. Por Triana. Rock andaluz por bulerías y esa guitarra bien colocada, erguida, mirando al cielo, como los clásicos. Y como Esperanza Fernández, Yeye se acuerda de 1975, ese gran año en nuestras vidas, para la música y para la vida de los flamencos que tanto iba a cambiar. 1975, rompedor. Triana publicaba su 'Abre la puerta' y el disco 'El Patio'.
Pero esta vez, con permiso de Jesús de la Rosa, vamos a pedirle a la niña que cierre la puerta.
Cierra la puerta niña
No se te vaya a colar
Que hay un virus peligroso
Que viene para matar
Por la mañana amanece
La vida y una ilusión
Que sea todos los sueños
Cuando haya pasado todo