Paul Anka escuchó la melodía de 'My Way' de vacaciones en Francia, en la televisión. Bajo el título Comme d’habitude, la interpretaba Claude François, uno de los artistas más reconocidos de mediados de los años sesenta en el país galo. La letra no emocionaba mucho, pero la melodía tenía tanto poder que no se la pudo quitar de la cabeza por muchos días.
Para casi todos los franceses, sin embargo, la canción no era la gran cosa. Compuesta por el compositor Jacques Revaux, hablaba de una pareja de casados que cada vez se alejaban más y que hacían el amor "como de costumbre", en medio del tedio y del aburrimiento. A diferencia de otros éxitos de François, que habían vendido más de 500.000 ejemplares, esta solo llegó a la mitad, por lo que muchos la veían como un fracaso.
Tal vez por eso ninguno de los dos (ni Revaux ni François) pusieron trabas cuando Paul Anka les pidió que le vendieran los derechos de la canción para el idioma inglés. Se la dieron, con otro lote de temas, a un precio casi irrisorio, más un porcentaje de las regalías.
Por esos mismos años, Frank Sinatra pasaba por una crisis personal. Tenía 53 años y sentía que su carrera estaba estancada, que ya no vendía como antes, que el rock le estaba quitando espacio y que su voz no era tan poderosa. Había decidido retirarse con el que sería su último álbum, con versiones de grupos como The Beatles y Simon y Garfunkel. 'La Voz', como lo llamaban en Estados Unidos, se lo hizo saber a Paul Anka, uno de sus pupilos, en una cena en Nueva York.
Conmovido por la noticia, al canadiense le vino a la cabeza aquella melodía que tanto lo había cautivado en Francia. La letra apareció de repente, y esa madrugada, sentado frente al piano, terminó de darle forma. A diferencia de la canción original francesa, es la historia de un hombre que llega al final de su vida y mira hacia atrás sin arrepentimientos, simplemente diciendo que hizo las cosas a su manera.
Unos días después llamó a Sinatra y le mostró la canción. Este quedó encantado: se ajustaba a su imagen de vividor, de un hombre por encima del bien y del mal, que mira hacia atrás con orgullo. Así que se dispuso a grabarla y, emocionado por el resultado, le puso el título de la composición a su álbum: My Way, que salió a la venta en 1969.
Fue toda una revolución. El propio Anka cuenta que la primera vez que lo escuchó entonando “And now, the end is near; and so I face the final curtain…”, los primeros versos de la canción, con su voz inigualable, supo que tendría un éxito total. A Sinatra le llegó como un salvavidas: no solo desechó la idea de retirarse, sino que My Way se convirtió en su himno.
Para los otros protagonistas de la historia, las cosas terminaron de forma muy diferente. A Paul Anka su disquera siempre lo criticó por haber entregado la canción. Pero él les respondió que nadie más, aparte de Sinatra, hubiera podido interpretarla con tanta fuerza.
Claude François, por su parte, siguió siendo uno de los artistas más populares de Francia. Sin embargo, nunca pudo dimensionar el éxito que tuvo la canción en inglés, ya que murió trágicamente en 1978, electrocutado en la ducha mientras intentaba cambiar una bombilla.
La canción la han cantado Elvis Presley, Nina Simone, Robbie Williams y decenas de artistas más, incluido Vicente Fernández, quien hizo una versión en español. Sinatra, en cambio, convivió con My Way hasta su muerte. Con el tiempo se cansó de la canción, pues sentía que era cursi y que no tenía la fuerza de otros de sus éxitos, pero para el público era su número uno indiscutible y se la pedían en todos los conciertos.
Otra de las anécdotas más curiosas tiene que ver con la cantante británica Dorothy Squires, la única que, según muchos críticos, hizo una versión tan sentida como la de Sinatra. En el pico de su carrera, ella estaba casada con un joven Roger Moore, para la época aspirante a actor. Pero en 1961, una vez entró a los círculos de Hollywood, la dejó por otra mujer.
Destrozada, entró en una fase bastante destructiva: una vez rompió todas las ventanas de su casa; otra, la demandaron por golpear a un taxista; y, a finales de la década, una de sus casas fue consumida por el fuego en un incendio. My Way fue una especie de liberación: “Esa canción me ayudó como ninguna otra. No me puedo imaginar mi vida sin ella”.
Al final, y como ella, personas de todo el mundo siguen considerándola parte de sus vidas. Y eso es algo que solo logran hacer los clásicos: las canciones que pasan a la historia.