El mundo de la música está repleto de historias de enemistad, broncas y peleas. Solo hay que ver la enorme cantidad de grupos y solistas que se han visto envueltos en alguna reyerta con otra estrella.
Un ejemplo que todos conocemos: John Lennon y Paul McCartney, de los Beatles. Lo que comenzó como una competición sana entre dos amigos acabó separando al mayor grupo de pop de toda la historia. Otro ejemplo: Noel y Liam Gallagher. Pese a ser hermanos, los antiguos miembros de Oasis han tenido siempre una relación complicada, con insultos y golpes de por medio, y desde la separación del grupo en 2009 no parece que hayan limado asperezas, sino, más bien, todo lo contrario.
Y si hablamos del ámbito nacional, es imposible no nombrar a los hermanos José María y Nacho Cano, componentes, junto a Ana Torroja, de Mecano y cuya rivalidad no solo disolvió el grupo, sino que también les hizo irreconciliables.
Entre todos los grupos rotos por la enemistad entre sus miembros hay un caso que destaca tanto por la intensidad del odio que se profesaban como por esa imposible reconciliación que, como por arte de magia, les dio a sus fans una nueva gira mundial.
Hablamos, cómo no, de la formación original de Guns N' Roses, compuesta por el vocalista Axl Rose, el guitarrista Slash, el bajista Duff McKagan, el baterista Steven Adler y el guitarrista y compositor Izzy Stradlin, un quinteto dorado que nos dio ese discazo que es ‘Appetite for Destruction’ y que fue resquebrajándose año a año durante la década de 1990.
La historia de la separación de los Guns N' Roses originales tiene dos claros protagonistas: Axl Rose y Slash, aunque antes de que el guitarrista decidiese abandonar la banda ya habían despedido a Steven Adler e Izzy Stradlin. No obstante, el profundo odio que Axl Rose y Slash llegaron a profesarse, con mofas, insultos y todo tipo de desprecios, probablemente quedará en la memoria de todos sus fans.
Esta fuerte enemistad, que se saldó con la salida de Slash en otoño de 1996, está construida sobre un gran cúmulo de motivos, malos gestos aquí y allá que hicieron que el mal ambiente fuera insostenible. No obstante, en la autobiografía de Slash (Slash: De Guns N' Roses a Velvet Revolver, publicada en 2007) se menciona un suceso que puede explicar cómo era la vida de la banda por aquel entonces: la gira conjunta que hicieron con Metallica en 1992.
En aquella época, el grupo ya era conocido por un problema grave que afectaba a todas sus actuaciones: la puntualidad. Los Guns N' Roses eran un grupo que podían empezar a tocar perfectamente hasta dos o tres horas más tarde de lo acordado.
Estos retrasos, principalmente, eran consecuencia de las fiestas temáticas que Axl Rose hacía en el backstage y de su carácter despótico, con el que iba sometiendo a sus compañeros y ganando cada vez más y más poder dentro de la banda y sometiendo. De hecho, en 1994 el cantante llegaría a despedir por cuenta propia a Gilby Clarke, guitarrista que había entrado en el grupo en 1991 para sustituir a Izzy Strandlin, que, irónicamente, se había marchado para no tener que soportar más la tiranía de Axl. En este caso, eso sí, el motivo fueron las diferencias musicales entre uno y otro y la cosa terminó más bien que mal, al contrario que con Slash.
Pero volvamos a 1992, a la gira con Metallica. Por aquel entonces, Axl ya mandaba lo suficiente en el grupo como para decidir cuándo empezaban y terminaban de tocar. El punto álgido de esta dictadura llegó el 8 de agosto de 1992, en Montreal (Canadá). Durante la gira conjunta con Metallica, para intentar solventar los problemas de puntualidad de los Guns N' Roses, la formación liderada por James Hetfield decidió tocar siempre en primer lugar, pero aquel día, mientras estaban en el concierto, Hetfield sufrió una lesión que les obligó a suspender la actuación.
Para no tener al público esperando, la banda contactó con los Guns N' Roses para que adelantasen su concierto y cubriesen su hueco. La banda, sin embargo, nunca llegó a tiempo para dejar el vacío que había dejado Metallica, ya que Axl no se presentó con los demás. En su lugar, el vocalista apareció tres horas más tarde de lo previsto y, lo que es peor, decidió terminar el concierto cuando tan solo llevaban una hora y media tocando. Todo un jarro de agua fría que no le sentó nada bien a Slash.
Estos problemas de puntualidad se repetían de manera constante. Entretanto, Axl también se intentó hacer con los derechos de propiedad de toda la marca y fue ganando en despotismo. Slash, por su parte, empezó a trabajar en un proyecto en solitario. La tensión entre ambos iba creciendo día a día, y alcanzó su punto más álgido cuando grabaron su propia versión de ’Sympathy for the Devil’ para la película de ‘Entrevista con el Vampiro’.
En esta grabación, Axl le pidió al guitarrista Paul Thomas que grabase por encima de las partes que Slash tocaba como solista, que le eclipsara. Cuando Slash se enteró, decidió centrarse en su proyecto musical, aunque aún tardaría unos meses en despedirse definitivamente de la banda.
Después de que Slash decidiese abandonar los Guns N' Roses, Axl no ocultó su odio por el guitarrista, al que llegó a referirse como un “cáncer al que habría que extirpar”. De hecho, en 2012, cuando le preguntaron por enésima vez por una hipotética reunión del quinteto original, el cantante no se cortó un pelo y declaró que este reencuentro no se produciría “en esta vida”.
No obstante, y para sorpresa de todos los fans, el guitarrista y el vocalista sí volvieron a verse. En concreto, en 2018, durante una gira mundial en la que también estuvieron acompañados del bajista Duff McKagan. ¿Lo más curioso? Esta reunión se produjo después de que el propio Axl decidiese llamar a Slash y proponerle el proyecto. Llevaban 19 años sin hablarse, pero la cosa, al final, funcionó, y ahí siguen. Al menos, de momento.