Sin artificios ni pretensiones. Con la hoja de ruta clara y la sonrisa, a punto. Sergio Dalma acaba de cumplir 55 años y en esta mañana gris, en un café casi parisino cerca de Malasaña, desprende naturalidad y buen rollo. Un buen tipo que acaba de celebrar nada menos que 30 años en el negocio de la música. Lo ha hecho editando '30... y tanto', un disco de versiones de sus propios temas (sí, todos en los que estás pensando, de ‘Galilea’ a ‘Bailar pegados’ o a ‘Esa chica es mía’) que es, al mismo tiempo y según nos cuenta, un recopilatorio y un anticipo de sus próximos proyecto musicales. “Trabajar con gente joven te obliga a actualizarte y a buscar nuevos matices en lo de siempre”, explica. De todo eso, de juventud y veteranía, hemos hablado con él.
Sabemos así que la crisis de la madurez la tuvo a los 40 y que desde los 50 en adelante no le obsesiona el futuro y sí disfrutar -“degustar” dice él- el presente. Su método parece sencillo, pero no lo es: “intento reservarme tiempo para mí, para andar por la montaña pensando en mis cosas, es una meditación que tengo para mí”. Pensar, guardar tiempo para uno mismo, conectarse a la naturaleza… Placeres que el músico catalán ha logrado atesorar para disfrutar de una madurez plena de fuerza.
Cantante desde los 16, curtido en orquestas y salas de fiesta con el permiso de toda la familia, que tenía asumido que ese, y solo ese, era el oficio del chico, hoy empezaría casi igual. Quizás se dejaría caer por algún talent-show, pero cambiaría poco de su historia. Está satisfecho y se le nota: “vamos bien encarrilados para los 60”, admite con alegría. Al final de la entrevista, una duda resuelta: ¿cómo baila el mar con los delfines? La pregunta sigue encandilando a los fans, incluso a los más jóvenes, mientras corean ‘Bailar pegados’ a pleno pulmón.
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