A finales de enero pasado se informó de que Bob Dylan había vendido la totalidad de su catálogo de grabaciones al igual que los derechos de múltiples nuevos futuros lanzamientos a Sony Music Entertainment. Aunque, el valor del contrato no se ha hecho oficial, la prensa especializada ha difundido que está entre los 133 y los 177,5 millones de euros. Desde Uppers vamos a explicar cómo la decisión del genial cantante no es algo nuevo, por qué los artistas están vendiendo sus canciones y qué músicos han vendido los derechos de sus canciones. El mismo camino que Dylan lo han tomado otros músicos como Sting o Neil Young.
La revista semanal estadounidense Billboard, especializada en la industria musical, puntualizó que las grabaciones de Dylan tienen un valor de más de 176 millones de euros y en ingresos anuales generan 14 millones de euros. El acuerdo con Sony abarca todas sus grabaciones desde 1962, con el álbum con el que debutó hasta su último disco, Rough and Rowdy Days lanzado en 2020, al igual que como ya hemos dicho los derechos de los futuros lanzamientos. La operación se cerró en julio de 2021 y hasta ahora no se había publicitado.
Siete meses antes, en diciembre de 2020, el músico, compositor, cantante y poeta, que el 24 de mayo próximo cumplirá 81 años, había vendido los derechos de autor de más de 600 composiciones musicales a la compañía Universal Music Publishing Group (UMPG). La operación, estimada en 352 millones de euros según el New York Times y Bloomberg, abarca todas sus canciones desde 1962 además de los derechos de las futuras reediciones. Es decir, 39 álbumes de estudio y 16 bootlegs, que son grabaciones que no ha publicado oficialmente Dylan ni su compañía discográfica.
Como contrapartida, UMPG recaudará los ingresos de todas esas canciones. En este acuerdo, lo que se queda fuera son los derechos de autor de las futuras composiciones, lo que le permitiría publicar las nuevas con otros sellos discográficos. Como aclaración, cabe añadir que los derechos por grabaciones y los derechos de autor son dos segmentos diferentes.
Otras estrellas del panorama musical han hecho lo mismo que Dylan. A principios de febrero de este año los medios especializados y la prensa estadounidense publicó que Sting había cerrado un trato por un valor estimado en 220 millones de euros con UMPG para cederle todos los derechos sobre su obra, incluyendo sus temas en solitario y sus éxitos con The Police.
Paul Simon también vendió el año pasado su catálogo de canciones a Sony por más de 220 millones de euros; o David Bowie a Warner Chappell Music. Un camino parecido que han seguido Neil Young, Luis Fonsi, Bruce Springsteen o Shakira.
Hay varias razones que han empujado a estos artistas a cambiar de rumbo radicalmente. Una de ellas fue el larguísimo parón que provocó el Covid-19 con la imposibilidad de celebrar festivales y nuevas giras musicales por todo el mundo además de la obligación de suspender los espectáculos ya programados. Las pérdidas han sido millonarias ya que es en esos conciertos cuando se gana dinero.
La venta del catálogo musical también se debe a la planificación del patrimonio, a los factores económicos individuales de cada estrella o a motivos fiscales. La tasa de impuestos que pagan por sus propias obras es muy elevada, del 37% aproximadamente dependiendo del estado norteamericano y el país en el que residan. Tras los acuerdos de venta los músicos han pasado a abonar el 20% en impuestos de las ganancias que obtienen por su obra.
Neil Young, por ejemplo, vendió los derechos de 1.180 letras de sus canciones al fondo Hipnosis Songs Found por 122 millones de euros según la BBC, una operación que le supondría el pago de 24,2 millones de euros en impuestos. En caso de no haber llevado a cabo la venta, según la estimación impositiva normal, tendría que haber hecho frente a 45,14 millones de euros.
Por otro lado, en ciertos estados de Estados Unidos hay más beneficios fiscales que en otros. A los músico le resulta rentable residir, por ejemplo, en Texas, Florida o Nevada porque no tienen impuesto sobre la renta, lo que se traduce en que no pagan un gravamen adicional por sus letras.
Además, las canciones de otras décadas se presentan como nuevas oportunidades de negocio con el lanzamiento de aplicaciones, como las de fitness. Los éxitos antiguos se hacen virales enseguida gracias a las redes sociales, posicionándolos de nuevo en la lista de los más escuchados, y provocando que su valor vuelva a subir.
Como consecuencia y en paralelo, el valor de los catálogos se ha disparado gracias al auge de las plataformas de streaming. Como dato, según el informe de la Asociación de Medios Digitales de 2020 sobre dicho streaming, los ingresos por reproducción de música superaron los 8.814 millones de euros en 2019, un 21% más con respecto al año anterior. Esto no solo favorece a los artistas de siempre sino a los más jóvenes porque con cada nuevo lanzamiento musical, sus seguidores indagan en cuáles son sus canciones anteriores, lo que a su vez fomenta las reproducciones.
También juegan un papel fundamental los derechos de autor, porque si se selecciona un tema como apertura de una nueva serie o de un programa de televisión de éxito, la canción concreta se convierte en otra fuente de ingresos que aumenta con el alto volumen de reproducciones independientemente donde se escuche, si en televisión o en plataformas digitales.