Nirvana y los Beatles. Si hiciéramos una encuesta preguntando cuáles son las bandas más famosas e influyentes del mundo, esas que trastocaron la escena y que enamoraron a cientos de miles de fans, lo más probable es que estos dos nombres apareciesen en los puestos más altos de la clasificación, junto con otros titanes como los Rolling Stone, Queen o Led Zeppelin. De hecho, no tenemos que imaginar mucho, porque en 2010 la propia Rolling Stone, una de las revistas más reputadas del sector musical, hizo una lista con los 50 mejores grupos de rock de la historia en la que aparecían, precisamente, tanto los Beatles como Nirvana.
El grupo que creó la mítica “Here Comes The Sun”, en concreto, lidera la clasificación, imponiéndose a los Rolling Stone, mientras que la banda que nos trajo ese himno atemporal que es “Smells Like Teen Spirit” aparece en el octavo puesto, justo por debajo de Radiohead y por encima de The Doors.
Además de mencionar el gran legado musical que nos dejaron, cuando hablamos sobre los Beatles y Nirvana es casi inevitable hablar de sus dos líderes, John Lennon y Kurt Cobain. Y es inevitable por la tragedia que les rodea. Tanto John Lennon como Kurt Cobain murieron cuando todavía eran insultantemente jóvenes. El primero lo hizo en 1980, poco después de cumplir los 40, y a manos de Mark David Chapman, el hombre que le disparó en la entrada de su apartamento en Dakota.
El segundo en 1994, cuando apenas tenía 27 años, de un disparo que él mismo se pegó en la cabeza. Pero cuando se mencionan a John Lennon y Kurt Cobain, siempre, invariablemente, aparecen dos nombres más: el de Yoko Ono, la viuda del cantante de los Beatles, y el de Courtney Love, la viuda del cantante de Nirvana. Y por norma general, siempre que ambas mujeres aparecen mencionadas suena la misma cantinela: que ellas fueron quienes lo arruinaron todo.
Si eres fan de los Beatles, seguro que has oído alguna vez que Yoko Ono es la culpable de que el grupo se separase. Si eres fan de Nirvana, seguro que has oído, o incluso dicho, que Courtney Love fue la culpable de la muerte de Kurt Cobain.
Aunque separadas por varias décadas, ambas mujeres guardan ciertas similitudes. Ambas son mujeres fuertes, con personalidad y con una carrera a sus espaldas (Yoko Ono como artista multidisciplinar, Courtney Love como vocalista de Hole). Ambas fueron la amante de una estrella de la música con incontables fans repartidas por todo el mundo y ambas, también, sufrieron el odio visceral de estos fans por ser, sencillamente, la pareja de sus ídolos.
A Yoko Ono, que, tal y como afirmó el mismísimo Paul McCartney en una entrevista con The Guardian, entró en la vida de John Lenon cuando el grupo ya estaba prácticamente roto, se la culpa de la separación del cuarteto. Una separación que, en realidad, se debió a un choque de egos. A Courtney Love, que entraría en la vida de Kurt Cobain mientras él estaba trabajando en Nevermind, y un año y pico después de que se conociesen por casualidad durante un concierto, se la culpa tanto del declive del cantante como de su propia muerte, tal y como demuestran las miles de teorías conspiranoicas que dicen que ella fue, en realidad, quien le mató. Hay, incluso, dos libros y un documental que la acusan de asesinato, pese a que la autopsia forense estableció que el líder de Nirvana se suicidó.
Este odio exacerbado que ambas mujeres despiertan es lo que algunos han bautizado como “Síndrome de Yoko Ono”, un concepto que hace referencia a esta tendencia a culpar a la mujer de todos los males del hombre, a convertirlas en un chivo expiatorio en el que cargar con toda la culpa de algo que no nos gusta. Ocurrió tanto con Yoko Ono como con Courtney Love, pero también con Nancy Spungen, que acabó con los Sex Pistols, con la propia Sara Carbonero, que “disolvió” la Selección Española, o con la propia Edurne, contra la que no hace mucho ardieron las redes después de que su pareja, el portero De Gea, fallase un penalti.
Esta tónica de culpar a la mujer de todos los males de los hombres no es más que un reflejo de la sociedad machista en la que vivimos, y es una tónica con un poso mitológico. Si miramos atrás, muchas de las historias que nos llegan desde la Antigüedad presentan a las mujeres como las malas, las causantes de todos los problemas, las que lo estropearon todo. Eva fue la culpable de que no vivamos en el Paraíso. Pandora fue quien abrió la caja que contenía todos los males del mundo. Helena fue quien provocó la Guerra de Troya. Siempre una mujer. Ellas son quienes pagan el precio por las acciones de los hombres de sus vidas, y ellos las víctimas, los hombres fuertes que, de no haber sido por ellas, podrían haber llegado muy lejos.
La realidad, claro, es otra. Tanto Yoko Ono como Courtney Love influyeron en las vidas de John Lenon y Kurt Cobain, pero no fueron las culpables de los males que les acontecieron, sino las personas en las que ellos se apoyaron. Su crimen no es otro que haber querido a un ídolo de masas en un mundo en el que las mujeres, especialmente las fuertes y personales, como ellas, están mal vistas. Haber querido y haber sido correspondidas.