Fueron dos personajes insólitos y admirables. Jesús Quintero presentó a Eduardo Punset como el de la melena de músico clásico o de sabio despistado. Al divulgador catalán se le vio cómodo en esa descripción con la que arrancó esa noche de 2006 el mítico programa ‘Ratones coloraos’. Arte y ciencia, mano a mano. Genio y figura. Tan ansioso estaba por saber qué nos pasa dentro, por qué el orgasmo tiene que durar solo un instante o si se puede amar a los 60 con la intensidad de los 20, que, quizás por primera vez, el presentador andaluz se quedó sin sus característicos silencios.
Con su sonrisa granuja y esa cuidada estética desaliñada de bohemio exquisito, Quintero no necesitó esa noche el recurso de la pausa ni de las frases espaciadas. Las ideas, siempre eruditas, de Punset iban alimentando su curiosidad y una pregunta atropellaba a la siguiente. El presentador que encarnó los tópicos del artista maldito, el de los abrigos extralargos y los bajos del pantalón sin coser, el de los pañuelos de cachemira, el hombre que hizo del mundo un placer para los sentidos, el que amasó fortuna y amó hasta el infinito para después fracasar, no pudo disimular el desasosiego que le producía tener a su alcance la ciencia de la vida.
Inició su conversación con uno de esos largos monólogos que recordaban a 'El loco de la colina', el programa con el que batió récords de audiencias. Enseguida Punset le confirmó que lo más inteligente que se puede hacer en la vida es compartir la alegría con los demás y vivir. Lo descubrió un día en un graffiti en el metro de Nueva York que decía que hay vida antes de la muerte. Y la vida es amar, le advirtió Punset.
A punto de cumplir los 66, Quintero quiso también saber si el amor es más amor en edad madura. "La necesidad de enamorarse es mayor en la edad madura y el que deja de enamorarse envejece. El que deja de amar se muere y se lo digo a mis amigos de 80 y 90 años, que es lógico que se enamoren. Son ellos quienes tienen más células degradadas, quienes necesitan más apoyo y fusionarse con otros para sobrevivir". El andaluz entonces echó cuentas y contempló la posibilidad de vivir tanto como Matusalén, si bien el genio no supo indicarle la longevidad exacta de este peculiar personaje.
El divulgador fue poniendo erudición a lo que él ya sospechaba y respondía con una especie de carraspeo de profunda satisfacción. ¿Se ama mejor con los años? "Eso ya no lo sé. El amor es una emoción efímera. Puede haber un instante de amor como ninguno. Puede ser único en todo el universo. Lo que sé es que no se mantiene forever de la misma manera", le contestó. Le reveló la existencia de las almas gemelas y la media naranja. Quintero confió en dar con ella a la salida del teatro. Le escuchó atónito cuando le contó que el caso más terrible de celos que había conocido fue el de un señor que hacía olfatear a sus perros la huella de cualquier otra persona en su esposa. "¿Le parece natural querer poseer lo que se ama?", preguntó. "Es lo más antinatural que hay", le tranquilizó.
¿La fidelidad es natural?, sondeó con aparente naturalidad y a la vez deseoso por ratificarse en su idea de que el desierto es demasiado largo para transitarlo con un solo caballo. "Tiene una explicación evolutiva natural. Si uno quiere tener descendencia, estadísticamente es mejor quedarse un rato con una persona que ir esparciendo los espermatozoides por ahí por el planeta". Siendo cosa de un rato, la contestación de Punset pareció aliviarle.
Quintero tuvo fama de conquistar a muchas mujeres. A la cantautora Soledad Bravo, a la bailaora flamenca Merche Esmeralda. Con Ángela Urrutia tuvo a su primera hija, Andrea, y con Joana Bonet a la menor, Andrea. En agosto de 2020 se casó con María, una pedagoga con la que encontró cierta estabilidad. Hubo alguna más y otras muchas que se llevará a la tumba.
La charla con Punset templó su conciencia al saber que, al menos evolutivamente, tendría la absolución a muchas de sus faltas. Pero quiso ir más allá y saber si la libido femenina es más mental o por qué le cuesta a la mujer llegar al orgasmo. "No es mi experiencia", respondió rotundo el entrevistado a esto último, dejándole al andaluz fascinado y algo aturdido. "Qué suerte", musitó.
Quintero se lamentó de lo efímero que es el orgasmo y el divulgador catalán le sacó de nuevo de su error. "El fallo es subestimar el placer que antecede al orgasmo, que es muy superior. Por lo menos, dura un poquito más. Y muchas personas solo disfrutan la eyaculación instantánea, sin haber disfrutado de esa sala de espera donde está la felicidad".
¿Usted ha amado mucho? He amado todo el rato. ¿Amas ahora? Si no, envejecería. Y Quintero dio por concluida una entrevista que le dio el acceso privilegiado a la ciencia. El loco de la colina falleció el lunes a los 82 años en Ubrique (Cádiz) tras sufrir afecciones respiratorias y problemas cardíacos. Es la misma edad que tenía Punset cuando murió, en mayo de 2019. Esta entrevista es una más entre 5.000, pero le ayudó a entender que la capacidad de amar aumenta con los años, que el amor es parte de un instinto de lucha contra la soledad y que no era nada extraño caer locamente enamorado en esa montaña rusa de emociones a los ochenta, tal y como le ocurrió a él.
Allá donde sea, se habrán reencontrado. Octogenarios, con una copa en la mano y un delicioso cóctel hecho con la locura de uno y la cordura del otro; la melancolía de Jesús y el optimismo de Punset. Ambas cosas incurables. Seguirán divagando sobre el sentido de la vida y del amor. Y concluirán que la vida fue intensa, pero no extensa.