A la vieja del visillo la podemos encontrar en cualquier parte. Con bata de médico, delantal de chef o con gorra de copa de plato y visera, como la que lucen algunos chóferes. En este caso, el riesgo de que se siente al volante es todo lo que pueda llegar a sus oídos desde los asientos de atrás porque, si es de esas personas que cuanto más se le llenan las orejas, menos capaz es de sujetar la lengua, el vodevil está servido.
Los chóferes indiscretos -afortunadamente son pocos- son las nuevas 'gargantas profundas del periodismo'. Sus relatos trascienden la crónica rosa para resultar interesantes en un contexto político y económico, cuidando siempre que en su información no den gato por liebre.
Víctor de la Cruz, el chófer gaditano de José María Ruiz-Mateos, se ha ganado su propia serie, 'El chófer de Ruiz-Mateos', estrenada recientemente en Cuatro. Después de 22 años de servicio (1989-2011), se convirtió en su hombre de máxima confianza y en el brazo sucio ejecutor de las decisiones del empresario jerezano. Su trabajo no se limitaba a trasladarle y se lo dejó claro en su primera entrevista como candidato al preguntarle si sería valiente para ayudarle "en la lucha contra los poderes fácticos".
¿A qué se refería? Por ejemplo, fotografiar a la mujer del vicepresidente de un banco con su amante. Fue su bautismo y a esta primera misión le siguió un sinfín de encargos, siempre personales y disparatados: la planificación de un intento de atentado para inculpar al Opus Dei, la fuga de la Audiencia Nacional o el robo de cartas de las empresas expropiadas. En la serie cuenta en primera persona y con pelos y señales todo lo que vivió junto a él. "Su historia es mi propia historia", concluye.
Ahora es el chófer de María Teresa Campos, Gustavo Guillermo, quien está en el punto de mira por una posible traición, ya que podría haber grabado horas de conversaciones y filtrado informaciones sobre la familia. Considerado por la veterana periodista como el hijo que nunca tuvo, ha trabajado más de 30 años con ella. Era su chófer, pero también su hombre de confianza y, como ha repetido el clan en numerosas ocasiones, un miembro más de la familia. Según se ha desvelado en el programa de Telecinco 'Sálvame', en el que colaboran sus hijas Terelu y Carmen, podría estar detrás de muchas de las intimidades que han salido a la luz en los últimos meses.
En ocasiones, la lealtad acaba siendo una cuestión de dinero. Jennifer Lopez demandó a su antiguo chófer, Haukon Monoukian, por extorsión en 2012, después de que le amenazara con publicar sus cartas personales. La cantante le exigió una indemnización de 20 millones de dólares por incumplimiento del contrato de confidencialidad que firmó antes de empezar a trabajar para ella. Previamente, él le había reclamado 2,8 millones por un despido que consideró improcedente. El chófer decidió echar mano de unas cartas personales. Un año después, el juez de la Corte Suprema de California desestimó la contrademanda.
José María Franco, el chófer de Rocío Jurado empezó a sentirse más cómodo en los asientos de los platós que en los del automóvil a raíz de la publicación de su novela 'Relatos de un chófer' en el que se sirve de la ficción para desatar su lengua y contar todo tipo de intrigas y dolores en la familia. Las ganancias le dieron para cambiar de chaqueta tantas veces como le convino.
Cada saga tiene su vía crucis. A Isabel Pantoja se lo dio Fosky, el chófer de la casa que durante diez años se ganó la confianza de Julián Muñoz. Una vez fuera, se dedicó a relatar todo lo que sucedía en el entorno de la tonadillera.
A pesar de estos pintorescos personajes, el folclore es pura anécdota en la profesión. José Miguel López López, CEO de la empresa de chóferes privados Chófer de Lujo nos explica que esa figura de conductor mediático que vende las intimidades es una rara excepción. "Hoy el chófer es un profesional muy preparado, a menudo con formación universitaria y dominio de idiomas. Sobre todo, tiene claro que no puede faltar a los deberes de lealtad y confianza. Detrás de los cristales tintados de los coches de lujo se toman muchas decisiones, se debaten asuntos de gran trascendencia y ocurren cosas a veces insólitas. "Pase lo que pase, el chófer se limita a oír, ver y callar. Además de conducir o esperar", insiste.
Thomas, un británico de 51 años que se ha mudado a Madrid para trabajar como chófer privado de una importante empresaria, se estrenó en la profesión con Irving Scott, una agencia que ha colocado chóferes en la Casa Real y en las familias más conocidas de Reino Unido. Su salario era 49.000 euros al año, aunque dice que, según el servicio, se pueden superar los 70.000 y, en algunos casos se retribuye aparte el secreto profesional y los títulos de defensa personal. En España, su sueldo ronda los 30.000, pero dice que tiene razones para quedarse.
"A veces -cuenta Thomas- no das crédito a lo que estás escuchando dentro del coche y podrías llegar a sentirte un privilegiado, pero te acostumbras. Es su mundo y respetas ese espacio tan privado y ajeno a nuestras vidas. Cuando trabajas años con una persona, es inevitable compartir risas, charlar y entablar una relación estrecha, pero siempre respetando una línea y sin romper el principio casi sagrado del silencio.
En España existen también agencias de servicio doméstico similares a Irving Scott que, además de seleccionar empleadas del hogar, mayordomos o matrimonios guardeses, ofrecen servicio de chófer privado. Generalmente lo contratan familias con alto nivel adquisitivo, bien para momentos puntuales o de forma permanente. Se valora que la persona sea educada, tenga buena imagen y transmita confianza y discreción. "Para las familias que se lo pueden permitir, un chófer facilita la vida diaria. En mi caso, el hecho de dominar inglés y defensa personal me ha facilitado trabajar tanto en Londres como aquí en Madrid".
Uno de los momentos de mayor expectación se vive, según nos relatan, cuando son testigos involuntarios, casi encubridores, de cualquier desliz. Más que nunca, sellan su boca. "Asumo que forma parte de mi trabajo y, cuando llego a casa, estoy deseando disfrutar de la familia, salir a correr, llamar a algún amigo o ver alguna serie. Lo que haya pasado en el interior del coche o haya podido escuchar, me interesa menos que nada", zanja Thomas.