La enfermedad le sobrevino a María Teresa Campos como una cuerda que se rompe súbitamente, aunque podríamos pensar que la vio venir al cumplir los 80. Le horrorizó el cambio de década y aprovechaba cualquier cámara para expresar su deseo de seguir trabajando. Lo que estuviese por venir, fuese lo que fuese, quería que la encontrase ocupada. Pero el deterioro que empezó a sufrir al cabo de un tiempo se desbocó, según fueron informando sus hijas, Carmen y Terelu, y su nieta más mediática, Alejandra Rubio. Después de vivir los últimos meses en su particular mundo y con su intimidad blindada para garantizar su respeto, la comunicadora ha fallecido a los 82 años en la Fundación Jiménez Díaz, donde fue ingresada el domingo, día 3, en estado muy grave.
Hasta el último instante de consciencia, sintió que aún le quedaba mucho por hacer. Ya tendría tiempo de descansar. Como decía su tocaya, Teresa de Calcuta, incansable como ella, tenía por delante toda la eternidad. Nunca encontró mejor medicina que el trabajo. No necesitaba más bálsamo para el cuerpo y el alma que el estrés, la excitación de los platós, la agitación de la notica, los aplausos y todo lo significa ser una estrella de la televisión. Fue la reina de las mañanas y la reina de los fines de semana después. Nos deja una de las personas más influyentes de la historia de la comunicación en España.
Como profesional del periodismo, fue una institución. En lo personal, la matriarca de un clan que se ampliaba más allá de su familia de sangre. Nació en Tetuán (Marruecos) el 18 de junio de 1941, en el seno de una familia acomodada. Un año después, la familia se instaló en Málaga, donde su padre, Tomás Campos Prieto, fundó y dirigió un laboratorio farmacéutico. María Teresa estudió Filosofía y Letras, pero desde muy joven trabajó como locutora de radio.
Empezó poniendo voz a los discos dedicados, un espacio muy popular en aquella época, pero enseguida pasó a presentar todo tipo de espacios. Desde actualidad hasta publicidad. También encontró el modo de debutar como actriz con papeles junto a Diego Gómez, su pareja teatral. Más tarde lo fue Paco Valladares, hombre esencial en su vida y en la de sus hijas.
El micrófono le permitió contactar con los músicos más importantes de la época, como Joan Manuel Serrat, y tomar partido junto a ellos por la libertad. Era una época en la que no se podía emitir la información sin la autorización previa de un miembro del régimen de Franco. “Eso no lo ha vivido todo el mundo”, decía ella. Nunca se amedrentó. Ni siquiera con las amenazas que recibió tras leer en 1981 un manifiesto en contra del golpe de estado y a favor de la democracia.
Se hacía querer y sus dotes de conversadora le ayudaron a romper muchos techos de cristal. En 1980 se trasladó a Madrid para iniciar su etapa televisiva, la que más fama y popularidad le dio. Pasó de Mari Tere a María Teresa Campos. Su característica voz y la habilidad para desentrañar historias humanas explicaban su conexión con la audiencia. Hizo de la televisión su púlpito y, hasta el último momento, derrochó en él genio y figura, una cualidad necesaria para mantenerse líder de audiencias.
Después de varios éxitos televisivos en la cadena pública, en 1996 fichó por Telecinco con un contrato millonario. Hasta 2004 dirigió y presentó 'Día a Día', un programa diario que le permitió compartir plató con conocidos periodistas y personajes de diferentes ámbitos de la vida. Eran famosos su corrillo, la mesa de debate y el teatrillo con su marido de ficción y gran amigo personal Paco Valladares.
Vicente Molina Foix dio en el clavo cuando comentó sus magazines: "Hay que tener un par, por lo menos, de ideas para llenar tanto tiempo ante tantas personas y tan temprano". Por su micrófono pasaron todos los políticos importantes. Tocó el acordeón con Carlos Iturgaiz, bailó un pasodoble con Julio Anguita y a Alfonso Guerra le llamó bocazas. "Mucho menos que usted", le respondió él. Era impetuosa, artista, generosa y con un punto de socarronería muy necesario para sobrevivir.
Su afán era acercar los líderes a la gente y lo hacía con la naturalidad de quien se da por invitada a la mesa camilla del hogar y participa de sus inquietudes, ilusiones y desvelos. Una encuesta de Gallup de 2003 la situó, junto a Gabilondo y Luis del Olmo, una de las tres presentadoras con mayor credibilidad. Sobre todo, era divertida, muy andaluza y muy malagueña. Hospitalaria, alegre y descarada. A punto de cumplir 80, perreó con Broncano a ritmo de Maluma.
'Día a día' se mantuvo ocho temporadas con cuotas de pantalla de hasta el 32%. En julio de 2004 fichó por Antena 3 para conducir 'Cada día', rival directo de Ana Rosa Quintana, pero regresó a Telecinco tres años después para presentar un programa de entrevistas en horario nocturno, 'El laberinto de la memoria'. Su último éxito en la cadena fue '¡Qué tiempo tan feliz!', aunque continuó colaborando esporádicamente. En 2016 protagonizó, junto a sus hijas, su propio docurreality 'Las Campos', emitido también en la cadena de Mediaset. En este espacio confirmamos lo que ya sospechábamos: que le encantaban los zapatos. Fue la periodista mejor calzada, aunque es justo reconocer que se le dio mejor lucir las hombreras de sus vestidos que caminar sobre tacones.
Su pasión por los zapatos dio origen a una aventura empresarial: diseñó algunos modelos para una empresa alicantina de calzado y, por supuesto, fue la imagen de marca de esa colección hecha a imagen y semejanza de sus estilismos.
Igual en pantalla que fuera, se mostraba irónica, punzante, temperamental, instintiva, libre, enérgica y natural. Reunía muchas cualidades que podrían definir su receta del éxito. Levantó su fortuna y trazó su trayectoria por sí misma, enfrentando los obstáculos que le fue poniendo la vida. "Fui educada para ser una señora de su casa, una mujer que debía entregarse por completo y en exclusividad a su marido y a sus hijos. La realidad fue bien diferente, porque el azar te lleva por otros caminos. Y a mí me arrastró. Me casé y fui madre. Pero ni el matrimonio fue para siempre ni mi existencia se ha reducido a la familia como elemento único y definitivo. Por eso, no creo en el destino: pienso que uno mismo se hace su vida”, escribió en sus memorias, 'Dos vidas'.
Su historia personal estuvo marcada por esa idea. Contrajo matrimonio el 12 de septiembre de 1964 en la catedral de Málaga con José María Borrego, compañero de radio desde 1957. Del matrimonio nacieron Terelu y Carmen, sus "ángeles de la guarda". Se separó en 1981 y su marido se suicidó tres años después. Fue un golpe duro, pero no le impidió seguir amando.
María Teresa vivió la vida con apasionamiento, conforme a su temperamento. Su siguiente pareja fue Félix Arechavaleta, un arquitecto vasco a quien conoció casualmente en 1987, cuando se le averió el coche en la carretera. Él detuvo su vehículo para auxiliarla y se quedó esperando a que la llegara la grúa. Nació así una bonita historia de amor que duró 14 años. En 2006, cinco años después de la separación, Arechavaleta falleció. "Fue un padre para mis hijas", declaró al conocer la noticia.
Hubo otros hombres, como José María Hijarrubia. Su última relación, quizás la más desafortunada por la huella que dejó en ella, fue Edmundo Arrocet. Fue la pareja bomba del verano de 2014. En 2018 grabaron juntos 'Una bella historia', un disco que tuvo un éxito muy discreto, pero que parecía sellar su noviazgo. Sin embargo, el 28 de diciembre de 2019, su hija Terelu leía un comunicado de su madre en el que anunciaba la ruptura con el humorista, al tiempo que pedía respeto.
No tenía miedo a equivocarse, aunque pagó un precio alto por la exposición de su vida, en la mayoría de las ocasiones de forma involuntaria. Su retirada, y posterior aislamiento, provocó continuos interrogantes acerca de su salud o sobre su estado de ánimo. Incluso en su círculo de confianza. La enfermedad le obligó a abandonar el naipe, una afición que disfrutaba, junto a un vino blanco, con algunas de sus amigas, como Mayte.
Su hija Carmen Borrego rompió por fin el silencio hace unos meses con una declaración suficientemente aclaratoria: "He tenido una madre que ha trabajado mucho, que ha tenido una vida muy llena de muchas cosas y cuando se va apagando eso te queda la figura de una madre. En este momento nos corresponde a todos devolver todo el amor que nos ha dado". Su debilitamiento arrastró a todo el clan.
Más allá de las rencillas y la traición de personas que no supieron estar a la altura de esta gran profesional, la imagen que quedará en la memoria es la de una estrella de la televisión que nunca se imaginó sentada haciendo ganchillo. Asumía que al público le podía gustar y dejar de gustar de un día a otro, "pero está bien vivir esta experiencia, para saborear más la vuelta". Se quedó con las ganas de volver, "aunque fuera solo un ratito".
Su salud había ido empeorando en los últimos meses, pero la noticia de su fallecimiento no deja de sorprender. En las últimas horas se están repitiendo las expresiones de admiración y respeto, sobre todo por parte de quienes tuvieron el privilegio de trabajar con ella. También la audiencia necesitará su particular minuto de silencio para procesar quién fue: una mujer que afiló como nadie su talento para conectar con la gente de cualquier condición.