Raffaella Carrà ha muerto. La diva italiana ha fallecido a los 78 años de edad por causas desconocidas. Tras de sí deja un gran legado siempre vinculado al mundo del espectáculo, la música y la televisión. En nuestro país, el recuerdo a Carrà permanecerá siempre vivo por canciones míticas como 'Explota explota' o 'Hay que venir al sur', además de presentar programas icónicos de la televisión como '¡Hola Raffaella!' o 'En casa con Raffaella'. Este es el entorno que rodeó a Carrà durante su vida y durante sus últimos años.
Raffaella nació en el seno de una familia de clase media de Bellaria-Igea Marina (Italia), y lo haría en plena II Guerra Mundial. De hecho, sus primeros días de vida fueron dentro de un búnker en brazos de su madre.
Sus padres, Raffaele Pelloni y Ángela Iris Dell'Utri, vivían alejados del mundo del espectáculo. La familia regentaba un bar en la ciudad, además de un negocio inmobiliario y una heladería, propiedad de la abuela. Sin embargo, no pasaría demasiado tiempo desde que naciera Raffaella para que sus padres se divorciaran. "Mi padre era un playboy del que mi madre quería divorciarse", llegó a decir tiempo después.
Con ocho años, la futura diva italiana ya estaba en Roma estudiando en la Academia Nacional de Danza. El esfuerzo que haría su madre con ella merecería la pena a medio plazo.
Los dos únicos amores que lograron conquistar el corazón de Carrà fueron Gianni Boncompagni y Sergio Japino, pero con ninguno de ellos pasó por vicaría. Ella lo tenía claro, como confesó a Vanitatis en 2011: "No creo en el matrimonio. Prometer que vas a amar a alguien toda la vida es una promesa demasiado grande. Y yo odio romper promesas. Y a los abogados".
Gianni Boncompagni fue su primer gran amor en los años 70. El autor, director y conductor de radio, estuvo con Carrà durante diez años, en los que le creó canciones de gran éxito como 'Tuca tuca' o 'Fiesta'. Además, fue el director de 'Pronto, Raffaella?', el programa de televisión que consagró a Carrà como una auténtica diva italiana.
Después de esta relación, y transcurrido un tiempo sin pareja, Carrà se enamoraría de su coreógrafo, Sergio Japino, 11 años menor que ella y con quien mantuvo una relación durante 30 años. Carrà siempre consideró que lo de pasar por el altar estaba desfasado, y llevó sus ideales hasta el final.
Cuando se separaron, Japino y Carrà siguieron manteniendo una relación cordial. En una entrevista con El País, la italiana hablaba así sobre aquel amor: "Es un amor que ha cambiado de forma, pero que nunca, nunca, va a morir". También lo definía como "una persona que me guía, me aconseja, me quiere bien. Es un faro al que mirar". Amor en estado puro hasta el final.
En los años 60, cuando Carrà comenzaba con su carrera cinematográfica, conoció a Frank Sinatra. Ambos coincidieron durante el rodaje de 'El coronel Von Ryan', protagonizada por los dos. En aquel momento, el 'gentleman' por excelencia de Hollywood se fijó en la joven italiana y le invitó a salir. No tuvo éxito.
Carrà, que considera al apuesto americano como un tipo atractivo, llegó a decir después que "no quería ser la chica del jefe" y prefirió seguir con su camino sentimental y artístico. Poco después, Sinatra se casaría con la vecina de Carrà, Mia Farrow, y la italiana no permanecería mucho más en la industria cinematográfica, a la que llegó a denominar en una entrevista con Smoda de El País: "Desde mi punto de vista es una prisión. Yo quiero la libertad de decidir, de equivocarme, de sufrir, de ser feliz… Bueno, feliz es una palabra muy grande, pero sí busco la serenidad día tras día".
Raffaella Carrà era incombustible. Su agenda de artista de un lado a otro de Europa y del mundo, de un plato a un estudio de música, de un concierto a una gala hicieron que sus prioridades en la vida siempre quedaran relegadas ante el espectáculo.
La italiana no fue madre, a pesar de que a finales de los 70 y en los 80, estar con una pareja estable, sin haber pasado por el altar y, además, sin hijos, no era lo mejor visto. De este episodio de su vida, Carrà simplemente dijo: "Se me pasó el tiempo biológico. Fue una pena, pero la vida se dio así". Sin arrepentimientos.
Quizás, como manera de ayudar a quienes no podían cuidar a sus hijos, Carrà tenía apadrinados a varios niños a lo largo y ancho del planeta. Solidaridad sin fronteras.
La infancia de Raffaella no fue nada fácil. Criada sin la figura paterna, la italiana se aferró a su hermano Vincenzo Pelloni. Sin embargo, la tragedia familiar no tardó en llegar. Vincenzo moriría a los 55 años debido a un cáncer de pulmón. De este episodio, Carrà quedó bastante afectada, ya que vivía en permanente contacto con él. "Era muy joven, guapísimo. No fumaba, no bebía, fue algo tremendo", diría la artista sobre aquello.
Sus sobrinos, Federica y Matteo, también seguían muy unidos a su tía. En el comunicado de despedida, su ex pareja Japino también firmaba por ellos: "Raffaella nos ha dejado. Se fue a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento brillarán para siempre".
De hecho, en una entrevista con Smoda de El País, la artista hablaba así sobre ellos: "Me hubiera gustado tener un hijo. Pero tengo dos sobrinos que ha sido como tenerlos" y que los hubiera educado con libertad. "Libertad es la palabra clave para poder vivir. Por ejemplo, me alegra especialmente que en Italia se haya aprobado la ley civil de las uniones homosexuales. Estoy muy involucrada con ese tema porque tiene que ver con la libertad de los individuos".