Contaba Rafa Sánchez, exlíder de La Unión, en una entrevista en Uppers hace unos días, que hasta que cumplió los 50 años, no se atrevió a salir de armario. Y no fue hasta hace cuatro, al empezar con su actual pareja, cuando empezó a vivir su relación con normalidad también en el ámbito público: "nunca antes había ido de la mano por la calle con un chico". A pesar de los destellos de liberación que supusieron el posfranquismo y la Movida para algunos artistas y personas del colectivo LGTBIQ+, la imagen y lo que se espera de un rockero, siguieron pesando en su caso.
Treinta años y muchos cambios históricos y sociales se han sucedido desde entonces para llegar a donde estamos hoy. España fue el tercer país del mundo en crear la Ley de matrimonio homosexual (2005), en televisión -aunque aún con el predominio del hombre cis-, son muchos los presentadores y colaboradores que dan visibilidad al colectivo desde el prime time y las empresas se dan tortas por enarbolar más alto que las demás la bandera arcoíris durante el mes del Orgullo. Aunque sigue habiendo enormes tabúes, como en el caso del deporte: si el 10% de la población pertenece al colectivo LGTBIQ+, ¿dónde están los futbolistas gays? Y un peligroso avance reaccionario y de la ultraderecha cargado de homofobia y transfobia del que cuidarse. Repasamos cómo ha cambiado la vida de las personas de este colectivo que ahora rondan los 50 años en España.
Vivir la adolescencia bajo el yugo que había dejado el franquismo se hizo cuesta arriba para muchos. La Ley de peligrosidad social aprobada en 1970 por el dictador, que derivaba de la Ley de vagos y maleantes de 1933, penalizaba al colectivo considerando "los actos de homosexualidad" como criminales. "Me sentía como una cucaracha por ser homosexual", contó en 2017 a BBC el escritor Luisgé Martín al hilo de sus memorias. El autor madrileño de 59 años se había criado en una sociedad que había visto cómo durante el franquismo 5.000 personas fueron encarceladas por su orientación sexual o su transexualidad.
Un ejemplo de esto tuvo lugar en el Pasaje Begoña, en Torremolinos, que hasta entonces se había convertido en un pequeño oasis de libertad en el que el Régimen hacía la vista gorda para engrasar la maquinaria del turismo y la diplomacia. Pero en 1971, tal como habría ocurrido un año antes en el Stonewall Inn (Nueva York) dando pie a las primeras manifestaciones del Orgullo LGTBI, una redada franquista volvió a teñir el pueblo malagueño de gris y represión. Una redada que afectó a más de 300 personas: entre los identificados, 114 detenidos y decenas de extranjeros deportados, acusados de atentar contra la moralidad pública.
No fue hasta 1978 cuando la homosexualidad se despenalizó en España. Las primeras manifestaciones del Orgullo, que se hacían eco de esos movimientos activistas LGTBI de Estados Unidos, llegaron en esas mismas fechas. En el 77 salieron a las Ramblas de Canaletes barcelonesas los primeros 4.000 manifestantes, entre los que se encontraba la activista María Giralt, que según contó a La Vanguardia, gracias al movimiento pasó "de la soledad absoluta a sentirme acompañada". Al año siguiente, en el 78, tuvo lugar la primera manifestación autorizada en Madrid que derivó en el evento multitudinario y de trascendencia global en el que el World Pride se ha convertido.
El exceso y la reivindicación que trajeron consigo los años 80 y La Movida ayudaron a visibilizar la realidad del colectivo. Pero no siempre fue suficiente ni estuvo exento de dificultades. Apenas hace 30 años de aquello y, según apuntaba el escritor Luisgé Martín en la entrevista mencionada anteriormente, "ni siquiera los personajes como Almodóvar o Bosé, que coqueteaban con la pose homosexual, admitían públicamente serlo cuando estaba en juego su reputación social". No ha sido hasta muchos años después y enzarzado en la batalla legal por la custodia de sus hijos cuando hemos conocido la homosexualidad de Miguel Bosé.
Como contaba a este medio su amigo y coetáneo en los escenarios Rafa Sánchez, de La Unión, ni se concebía igual entonces por parte de industria y público, ni existía la conciencia de lo poderoso que esos personajes de la esfera pública y artística podían resultar a modo de referente e impulso para otros chicos y chicas del colectivo. Cuando Sánchez decidió salir del armario hace diez años en la revista Shangay, lo hizo con esto en mente: "pensando en aquellos chicos y chicas que viven en núcleos más cerrados; que no son como Madrid, Barcelona o una gran capital española. Sino que viven en sitios donde están más controlados y para que no se sintieran como raros. Esta ha sido mi intención a la hora de salir del armario en medios de comunicación". Su último paso adelante al respecto, a los 59 años y con su carrera en solitario, ha sido hablar también abiertamente de relaciones homosexuales en las letras de sus canciones.
Eran mediados de los noventa cuando un grupo de famosos gays se vieron envueltos en el caso Arny como excusa tramada para señalar su condición. Se vinculó a la denuncia por una red de prostitución de menores gestionada a través del bar de mismo nombre en Sevilla, a rostros conocidos del mundo del espectáculo y la alta sociedad como Jesús Vázquez, Jorge Cadaval (Los Morancos), el juez de menores Manuel Rico Lara, Javier Gurruchaga, el hermano de María del Monte, Antonio Tejado, y el marqués de Sotohermoso, Ramón de Carranza y Villalonga. Absueltos la mayoría de los imputados tras la sentencia (32 de los 47), el daño moral que causó a los perjudicados fue irreparable.
De aquello habló junto a Bertín Osborne en el programa 'Mi casa es la tuya', Jesús Vázquez. El presentador, conocido por haber hecho explícita y haber defendido su homosexualidad tras la pantalla durante años, contaba el calvario que padeció entonces, la impotencia y cómo tuvo que mentir a su madre en su lecho de muerte a causa de un cáncer para que esta se marchara en paz y pensando que su hijo no corría peligro de ir a la cárcel. "Le quitamos la tele del hospital y fuimos los tres hermanos e hicimos un teatro diciendo '¡ya está, ya se acabó todo!' [en referencia al caso Arny]. Y al día siguiente se murió, Bertín. Estaba esperando a que pasase. En el último momento lo hicimos bien pero los últimos meses de vida la hicieron sufrir mucho".
El mismo presentador se casó con su marido, Roberto Cortés, en cuanto el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó en julio de 2005 la Ley de matrimonio homosexual, siendo España el tercer país del mundo en tenerla, por detrás de Países Bajos y Bélgica. Una Ley que salió adelante a pesar de los votos en contra del Partido Popular y Unió Democràtica de Catalunya. Entonces, Mariano Rajoy dijo que defendería su derogación justificando que el matrimonio "ha sido y será siempre una institución que es la unión de un hombre y una mujer para la procreación". Diez años más tarde, en 2015, posó junto a su compañero de partido Javier Maroto (49) y su marido el día de su boda gracias a esa Ley.
Hace apenas 30 años que la homosexualidad dejó de ser reconocida por la OMS como una enfermedad mental. La despatologización del colectivo sigue sin ser aún hoy en día real a efectos prácticos. Más del 40% de la población mundial vive en países que persiguen cualquier elección identitaria que se salga de la cisheteronormatividad. Y en pleno mes del Orgullo, con todas las empresas subiéndose al carro del marketing activista LGTBI, hay medios y activistas que señalan cómo las mismas empresas que se cuelgan la bandera acoíris, contribuyen después con cifras cuantiosas en campañas políticas que incluyen propuestas para privar al colectivo de sus derechos, como desvelaba una investigación de Popular Info.
Un claro ejemplo que deja la historia reciente de España de cómo se ha patologizado la homosexualidad y de la fobia social lo deja la legislación. A pesar de que las supuestas terapias de conversión puedan sonar a algo lejano y más ligada a la moral católica y a tiempos pasados, solo cuentan con leyes explícitas de prohibición o limitación de estas prácticas la Comunidad de Madrid y la Región de Murcia (desde 2016), Andalucía (desde 2017) y en Aragón y la Comunidad Valenciana desde 2018.
Otro relato que en 2001 puso en evidencia no solo la invisibilidad del lesbianismo sino también la lesbofobia de todo un país fue el de la falsa culpabilidad que se le atribuyó a Dolores Vázquez en el caso del asesinato de Rocío Wanninkhof. Como detalla el documental 'El caso Wanninkhof-Carabantes' (Netflix), el jurado y la opinión pública juzgó a Vázquez, expareja de la madre de Rocío, Alicia Hornos, sin ninguna prueba a favor y apoyado en un ideario misógino y homófobo que relacionaba su seriedad y su no arrepentimiento con un desequilibrio mental o una perversión basada en un supuesto crimen pasional que, tras pasar Vázquez 17 meses en prisión, pudo desmentirse al ser hallado culpable Anthony King.
El caso español deja una pista. La legislación ha acostumbrado a ir por delante del sentir común de la ciudadanía. Un patrón progresista que a un día de que se presente en el Congreso para su aprobación la Ley Trans, que quiere proporcionar la libre determinación de género a los ciudadanos y ciudadanas, y en tiempos de avance ultra y fisuras en el propio colectivo LGTBI y en los feminismos a causa de este asunto, trae consigo la esperanza del cambio.