Los relojes son artículos que pueden llegar a venderse por grandes sumas de dinero. A pesar de que en el mercado podemos encontrar una amplia variedad de modelos para todos los públicos, hay ciertas piezas que están consideradas como objetos de lujo y que pueden llegar a alcanzar precios estratosféricos.
Si bien es cierto que la función de un reloj no deja de ser la misma tanto en su versión más económica como en su versión más lujosa, hay varios aspectos que pueden engordar enormemente el precio de uno de estos accesorios, como los materiales que se emplean en su fabricación, su diseño o el número de modelos que llegan a salir al mercado.
Además, hay piezas que, pese a no haber salido al mercado con un precio tan alto, se revalorizan con el paso del tiempo y acaban duplicando o incluso triplicando su valor original.
Si desglosamos las razones por las que un reloj puede llegar a costar un buen ojo de la cara, uno de los primeros motivos que se nos vendrá a la mente es la marca. Al igual que ocurre con cualquier otro producto, formar parte de la cartera de una marca de renombre hace que el precio de un modelo se eleve hasta la estratosfera.
Los famosos Rolex, de los que tanto se está hablando en las últimas semanas, los sofisticados Patek Philippe o los clásicos Audemars Piguet son relojes que, solo por el nombre, ya tendrán un precio no apto para todos los bolsillos. Y no es para menos, ya que, para muchos expertos, se encuentran entre las mejores marcas del mercado.
Además de la marca del reloj, otro aspecto que puede elevar enormemente el precio de un modelo es su unicidad: cuánto menos unidades se fabriquen de un modelo y, por tanto, más exclusivo sea, más alto será su precio, sobre todo si pertenece a una marca de diseño. En este sentido, uno de los relojes más caros del mundo es el Grandmaster Chime Ref. 5175, un reloj de pulsera de, precisamente, Patek Philippe. Fabricado en 2014, este modelo se produjo en una edición limitada de siete piezas, de las que una pasó a adornar las vitrinas del Museo Patek Philippe, y cada unidad se vendió, en su momento, por casi tres millones de euros.
El diseño y los materiales que se utilizan en la fabricación de estos relojes son otros aspectos que encarecen su precio. Como es natural, los relojes que en su acabado tengan joyas y otros materiales de alta gama tendrán un valor más elevado que aquellos que carezcan de ellas, al igual que los modelos más complejos desde un punto de vista técnico o los que introduzcan algún elemento novedoso y singular. En este sentido, destacamos el Chopard 201 Carat, una espectacular joya creada en el año 2000 y que contiene cerca de 900 diamantes de diferentes tamaños y colores. ¿Su precio? Aproximadamente unos 22,3 millones de euros.
Más allá de los aspectos que entran en juego en la fabricación de los relojes, algunas de estas piezas, de por sí ya codiciadas, aumentan su valor con el paso del tiempo. A veces, este valor aumenta por su exclusividad; otras, por haber pertenecido a alguien famoso. Es el caso, por ejemplo, del Rolex Daytona de Paul Newman, una pieza que Joanne Woodward le regaló a su esposo en 1968 y que cuenta, además, con la particularidad de llevar grabada una inscripción en la parte trasera que reza “conduce con cuidado”.
En subasta, esta pieza llegó a alcanzar los 16 millones de euros, lo que la convirtió en el reloj más caro de la historia hasta que en 2019 se subastó en un evento benéfico la primera y única versión del Grandmaster Chime en acero por un precio de 28 millones de euros. Casi nada.