Las primeras herramientas 'inventadas' por el ser humano fueron las piedras. Es decir, tomamos algo que era inerte y le dimos un valor de uso. Pero cuando hicimos eso, hace unos tres millones de años, también inventamos el poder. Lo mismo ocurre con el dinero. Y como a las piedras, le sacamos filo y aprendimos a usarlo también contra nuestros semejantes. Está nuestra naturaleza. Hecha está pequeña y probablemente inútil digresión, en las últimas, digamos, cinco décadas, nuestra relación con el dinero ha atravesado por todos los puntos que separan a su uso como medio de supervivencia de su uso como arma de destrucción masiva.
Nos decía hace algún tiempo la psicóloga Paloma Rodríguez que "es muy importante plantearnos cómo percibimos el dinero, qué emociones nos produce, cuáles son nuestras creencias hacia él" ya que hacer este análisis "nos permitirá saber qué cosas debemos trabajar y cambiar". Para la especialista, esas creencias surgen de las emociones que sentimos hacia él. Según sean estas emociones, nuestra relación con el dinero será de uno u otro signo. Además, "las emociones más comunes que aparecen ante el dinero son miedo, vergüenza, ira, angustia, rabia, frustración, euforia, alegría, felicidad… Siempre entre extremos de felicidad o frustración, emociones antagonistas por su carencia o su posesión”.
Dicho esto, la relación que tuvieron tus padres con el dinero dista mucho de la que tienes tú, y sin duda dista aún más de la que tienen tus hijos con el vil metal.
Hace ya cincuenta años, Canovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán -sí, nuestros Crosby, Still, Nash & Young- publicaban una canción burlándose ya en ese entonces de los usureros: "Don Samuel Jazmín, mercader ratón / Se murió sin disfrutar / La fortuna que siniestramente / La usura le dejó". No hablaban tanto del pasado como de un presente en el que, con Franco aún en vida, los traumas de la Guerra Civil y sus miserias -económicas en este caso- habían creado una relación con el dinero, digamos, responsable en el extremo blando, y lujuriosa en el extremo duro. Tus viejos crecieron con aquello de "a Dios pongo por testigo que nunca volveré a tener hambre" y lo asumieron como motor de vida. En gran parte lo lograron, benditos sean, y por eso disfrutaste de tu verano azul. Piensa en eso cuando te plantees lo de la residencia.
Según El Economista, "los Baby Boomers son conocidos por su conservadurismo fiscal y confianza en su conocimiento financiero. Un 83% de los boomers tienen al menos cierta confianza en la gestión de sus finanzas, según un estudio realizado en 2016 por Wiser Investor".
Tú generación fue la del bienestar y de los yuppies, pero también la del coqueteo con el vacío, que fue rápidamente adormecido con toneladas de marcas, comida disponible y -al menos en la burbuja europea- seguridad social y capacidad de ahorro. Hasta los primeros dos mil había en este país camareros con segunda residencia. Es así. Hoy, los X se encuentran en sus años de mayores ingresos, pero el 42% se siente estresado por sus finanzas, en contraste con el 23% de los boomers, y ese dato debe significar algo. Como ocurre con casi todo, a los Gen X les ha tocado el aciago destino de ser 'la generación bisagra'.
Porque también somos la generación que parió a Miguel Brieva, que allá por los primeros dos mil desde su espectacular revista llamada, precisamente, 'Dinero' (Random House la se publicó en formato libro en 2008, y todavía estaba por llegar la crisis), desde la que zahería sin piedad esa capitalismo que, como señalaba la prensa, invitaban "tanto a la reflexión como al desaliento". Lo de Brieva era autocrítica, en tiempo real, de una forma de consumo que nos alienó y que sería determinante para el estrés económico que hoy sufrimos la mayoría de la población económicamente activa.
Nuestra relación con el dinero, ha transitado pues, del espejismo al desencanto y no hay nada que podamos hacer ya por evitarlo. Salvo, tal vez, asegurarnos de no ser una carga demasiado pesada para los que vienen. Ya saben, todo eso de envejecer con nuestros pares y olvidarnos de irnos al más allá en crucero.
Para nadie es un misterio que se tata de una generación que no pasará por hitos tradicionales de la relación que hemos tenido hasta ahora con el dinero. Cada vez es más difícil para los jóvenes pensarse como 'propietarios' o centrar todas sus esperanzas en a jubilación. Según un reportaje de la BBC, se trataría de una generación cuya relación con el dinero es más bien cercana al nihilismo.
El medio británico cita, por ejemplo a Andrew Roth, un chava de 25 años Roth, fundador y director ejecutivo de dcdx , una empresa de investigación y estrategia para la generación Z, que sostiene que " la 'gamificación' [disfrazar algo con estrategias de videojuego] de las finanzas personales impulsada por las redes sociales (el auge de las acciones de compañías generadoras de memes absurdos, por ejemplo) alimenta un enfoque aparentemente nihilista del dinero. Tomemos el fenómeno de algunas tendencias como "matemáticas de las chicas" de 2023, o la desafortunada etiqueta de la Generación Z como la generación del "comprar todo, no poseer nada" ; en todos los casos, el mensaje parece ser: el dinero no es real". Algo que parece tener todo el sentido en la era de la virtualidad extrema, pero que genera una paradójica disociación con el mundo en el que, de momento, aún viven.
La generación que ha crecido en un mundo en el que ya existían las bitcoins, el 'e commerce' -con el atroz soslayamiento de la explotación que eso conlleva-, los mitos de las startups como atajo asegurado a la riqueza, tendrá que desarrollar sus propias herramientas para defender su propia humanidad, si así lo deciden, frente a lo que finalmente ha significado el dinero siempre: una herramienta de poder.