Acudir a una oficina bancaria para cobrar la pensión, ver el estado de tus cuentas o ingresar dinero es cada vez más complicado para las personas de más edad de nuestro país. Tampoco ayuda el reciente cierre de sucursales, sobre todo en las zonas con menor densidad de población y rurales. Expertos y pensionistas alertan sobre la dificultad que supone para los mayores la progresiva digitalización de la banca.
Es una mañana cualquiera en la puerta de una sucursal bancaria cualquiera. Con la pandemia llegaron las filas y las esperas en el exterior, que ahora se hacen más grandes por el mantenimiento de las restricciones. De un tiempo a esta parte, muchos mayores se encuentran con que en las ventanillas ya no les gestionan los trámites cotidianos con su dinero, ya que no se entrega efectivo ni se permite su recogida si no es a través del cajero automático. Para las personas de más edad, acostumbradas a relacionarse con una persona, muchas veces la misma durante años, hacerlo ahora con unos botones y una pantalla supone un gran cambio.
"Los bancos no se lo están poniendo fácil a estas personas mayores. Al final tienen que reducir costes porque con los tipos de interés tan bajos durante tantos años no tienen otra alternativa", nos explica Elisabet Ruiz Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. "La opción más fácil para los bancos es cerrar oficinas y digitalizar, y con eso siempre hay grupos que quedan excluidos".
Otro de los impedimentos con los que se encuentran las personas mayores a la hora de ir a hacer algún trámite a la ventanilla del banco es que muchas sucursales han reducido considerablemente el horario de atención al público. Muchas oficinas lo dejan únicamente de 9 a 11, para centrarse después en otro tipo de operaciones, como la concesión de créditos.
"Entre que solo van al banco a por su dinero, que no tienen internet ni smartphone y el esfuerzo que tendrían que hacer para que comprendieran la banca online, a los bancos no les compensa", explica Ruiz.
A los problemas anteriores se suma la cada mayor concentración de bancos en pocos grupos, lo que provoca el cierre de sucursales. El Banco de España ya lanzó una señal de alerta hace unos meses: 1,3 millones de españoles encuentra dificultades para obtener dinero en efectivo, siendo las provincias de Zamora y Ávila las más afectadas, y las personas mayores las que más lo sufren debido a la brecha tecnológica y la imposibilidad de desplazarse a otras localidades.
"En algunas poblaciones solo va a haber cajero, sin oficina, y cuando le pasa algo a esa persona que va al cajero y tiene una incidencia no tiene a nadie con quien hablar", dice Ruiz. ¿La solución? Tirar de los conocidos, de los hijos o de las personas que los cuidan, con el riesgo que conlleva el compartir los datos bancarios y personales con terceras personas.
Algunas organizaciones de pensionistas, como la del País Vasco, ya se han organizado para ir a protestar a la puerta de las sucursales bancarias. En una entrevista con el Diario Vasco, reclamaban así: "Año a año el servicio bancario se deteriora y cada vez nos ponen más difícil el acceso a nuestro propio dinero. Vemos, además, que con ocasión de la pandemia se han incrementado las dificultades: se están cerrando sucursales, que en muchos casos son la única posibilidad de atención directa en barrios y pueblos, y se está reduciendo personal".
"La tecnología afecta muchísimo a la gente mayor. O tienen un teléfono móvil porque los hijos se lo han regalado y le ayudan con ello o se quedan en fuera de juego", explica Ruíz.
A medio plazo, el panorama tampoco parece halagüeño. Más pronto que tarde, además, habrá cambios profundos en la forma que nos relacionamos con el propio dinero. "A nivel internacional se está planteando la retirada de los billetes de la circulación, y en los países escandinavos ya se están haciendo pruebas, pero si a la gente mayor le quitas esto pierden muchísimo, porque con la tarjeta no saben si lo han hecho mal, bien, si les han cobrado dos veces", analiza la experta.