En los tiempos de inestabilidad financiera en los que nos encontramos, ahorrar se ha convertido en una prioridad para miles de familias. La escalada de la inflación y el incremento de los precios ha encarecido el coste de vida y provocado una pérdida de poder adquisitivo en los españoles, que en muchos casos han tenido que apretarse el cinturón al máximo para poder llegar a final de mes.
En concreto, según los datos del centro de análisis Funcas compartidos en un artículo publicado por El Mundo, se estima que entre 2022 y 2023 las familias perderán aproximadamente unos 42.000 millones de euros de poder adquisitivo como consecuencia de la convulsa situación financiera en la que nos encontramos.
A la hora de ahorrar, hay muchas facturas sobre las que podemos incidir. Una de ellas, y quizá una de las que más han dado que hablar en los últimos meses, es la factura de la luz, que tras el estallido de la guerra de Ucrania aumentó precipitadamente, provocando que miles de españoles cambiasen sus rutinas.
Si bien es cierto que en los últimos meses la factura de la luz ha experimentado un decrecimiento, hay ajustes energéticos que aún podemos hacer en casa para mantener este coste bajo control. Estos ajustes no solo pasan por no dejar los interruptores encendidos o los aparatos electrónicos conectados a la toma de corriente, sino también por los electrodomésticos que solemos utilizar a la hora de cocinar, ya que no todos consumen lo mismo.
Según apuntan desde la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), el consumo de los electrodomésticos representa alrededor de un 55% de la energía eléctrica que se puede llegar a gastar en un hogar. Por eso, es importante conocer cuánto consume cada uno de los aparatos que solemos utilizar y qué podemos hacer para reducir su coste.
Este consumo, según señalan desde la OCU, puede variar en función de distintos factores, como la antigüedad, eficiencia y manera en la que se utilizan estos electrodomésticos. Aun así, en el caso concreto de los aparatos que más utilizamos para cocinar, es decir, el horno y la vitrocerámica, podemos encontrar grandes diferencias.
En el caso de la vitrocerámica, este consumo se encuentra entre los 400 y 900 kilovatios anuales, dependiendo del modelo que se haya contratado y de su pertenencia. En el caso del horno, en cambio, el consumo se sitúa entre los 200 y los 400 kilovatios anuales, es decir, la mitad.
Tanto el horno como la vitrocerámica son dos aparatos que utilizamos en nuestro día a día, pero el porcentaje de consumo energético que ocupan es bastante distinto. Según los datos del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía), el horno representa un 5,1% del consumo energético de una familia, mientras que la vitrocerámica acumula un 9%. En el caso del microondas, otro habitual en nuestras recetas, el consumo representa tan solo un 2%.
Para evitar sobrecostes en nuestras facturas, es importante que utilicemos correctamente estos electrodomésticos. Esto pasa, entre otros, por mantener el horno cerrado mientras se cocina o por utilizar un fuego que encaje con los recipientes que vayamos a calentar en la vitrocerámica.
Además, a la hora de ahorrar, es importante tener en cuenta que las placas de inducción consumen menos electricidad que las vitrocerámicas y el propio horno, por lo que, siempre que podamos, deberemos apostar por este electrodoméstico. En concreto, desde la OCU apuntan a que el consumo del horno por cada uso puede ascender hasta los 600 WH, mientras que las placas de inducción solo necesitarían gastar una media de 72 WH para calentar, por ejemplo, cuatro litros de agua.