Más allá de una costumbre: por qué nos fascina leer las esquelas de los periódicos

  • Abrir la prensa por esta sección es un clásico para mucha gente: ¿tradición o morbo?

  • Hablamos con una antropóloga sobre la labor social de las esquelas y cómo consuelan en el duelo comunitario

  • También con los responsables de ellas en varios periódicos: mueven miles de euros, las anécdotas son muchas y siguen cumpliendo una importante labor social

Todavía hay mucha gente, en su mayoría personas séniors de ciudades pequeñas en las que todo el mundo se conoce, que cada día desayuna café con leche, tostadas y una ración de esquelas. Se han acostumbrado a empezar la jornada abriendo el periódico por tan luctuosa sección para consultar quién se ha muerto, verificar si le unía algún lazo afectivo con él y, en caso afirmativo, presentar las correspondientes condolencias.

Este ritual se mantiene inalterable desde hace décadas, por mucho que las redes sociales, las aplicaciones para móvil y las series en streaming hayan entrado con huracanada fuerza en nuestras vidas, incluso en las de los más mayores. Diríase que por las esquelas no pasa el tiempo. Aunque es cierto que hay momentos históricos como el que nos ocupa, con más de 27.000 fallecidos por coronavirus, en el que cobran mayor importancia. Aunque, como desarrollaremos más adelante, paradójicamente no se ha visto un aumento proporcional en el número de ellas debido a la imposibilidad de celebrar funerales y misas con normalidad.

Mencionado ritual es doble, pues atañe a quien las publica y a quien las lee. El impulso de publicitar el fallecimiento de un ser querido es muy común a todas las sociedades, como explica la antropóloga Marta Allué, quien nos recuerda, además, que a lo largo de la historia se expresaba de diferentes maneras: con el tañir de las campanas del pueblo, mediante pequeños pasquines enganchados en muros y árboles o incluso por megáfono a bordo de un coche. "Solo cuando hubo que llegar a muchos, la población se sirvió de la prensa para notificar", expone.

Responde a una necesidad natural. "Anunciar el óbito es compartir con la comunidad la desaparición de un ser querido", prosigue la experta. "La muerte es un hecho social, no solo emocional y familiar, y su dimensión pública responde a ese principio". Añade que la muerte, como el nacimiento, la entrada en la vida adulta o el matrimonio, supone un cambio de estatus en el individuo que basa en su carácter social su formalización. Así, "a partir del anuncio, amigos, conocidos o colegas pueden presentar sus condolencias y, si es el caso, asistir a la despedida"; la fórmula, además, "exime a la familia del comunicado verbal o directo".

Toma entonces el testigo del ritual quien lee la funesta notificación. ¿Puede describirse como "morbo respetuoso" lo que mueve al ávido lector de estas malas noticias? Allué opina que no. "No tiene por qué ser morboso; es ley de vida", afirma. La antropóloga se inclina a pensar que obedece a una curiosidad humana, que afecta incluso a personas que no tuvieron relación alguna con el finado. "Queremos saber la edad, dónde, cuándo y de qué murió, quiénes lo quisieron tanto como para pagar el alto precio de una esquela, aunque no sepamos quién fue", señala.

El intermediario: el periódico

Entre quien decide publicarla y quien se presta a su lectura está el intermediario: el periódico. Habría que hablar, con mayor precisión, de intermediarios. Porque el que un familiar llame directamente al rotativo para realizar el encargo es hoy lo menos frecuente. Las esquelas llegan al papel principalmente por mediación de compañías de seguros y funerarias, que contactan con el diario o la agencia de turno.

En muchas pólizas de decesos se contempla la publicación de estas notas; si no estaban contratadas, algunos tanatorios (gestionados por empresas funerarias) se ofrecen también a tramitarlas. "Alrededor de un 70% vienen por las aseguradoras y los tanatorios; el otro 30% llegan directamente por familiares o empresas", indica Manuel Gómez, jefe de producción de publicidad de la edición de ABC de Sevilla, departamento (encargado de la publicación de esquelas) en el que lleva trabajando 18 años.

En otros periódicos locales, como El Diario Montañés cántabro, las que llegan por funerarias alcanzan el 90%, según Helena Calva, quien se ocupa de las esquelas en dicho rotativo. En este abarcan de media una página y media de lunes a viernes, algo más en fin de semana. "Es la sección más leída siempre, quizá porque aquí vive mucha gente mayor", revela. Pero no solo las leen personas de edad avanzada, sobre todo teniendo en cuenta que es el principal periódico de la Comunidad Autónoma y medio escrito de mayor repercusión: "El otro día una empleada del banco me dijo: 'Yo lo primero que hago por la mañana cuando llego a la sucursal es mirar quién se ha muerto por si tengo que bloquear cuentas", añade Calva.

Diarios de tirada nacional como El País o El Mundo tienen derivada la tramitación de las esquelas a agencias externas. Una de ellas es OZA Publicidad. "Tomamos el texto, ayudamos a redactarlo si hay dudas —dice Javier Oliva, responsable de la empresa, que ejerce esta labor desde 1965—, y una vez que lo tenemos, en taller se le diseña al cliente una maqueta para que vea cómo va a quedar publicada en el periódico. Cuando la acepta, se abona y se procede a publicar. Al periódico se le contrata el espacio; le entregamos la esquela terminada, como si fuese una inserción publicitaria, y va directamente al taller". En algunos diarios también es posible contratar el obituario: la noticia que refleja algunos datos de la vida del difunto.

Un cuantioso negocio

Publicar una esquela exige un desembolso a veces considerable. Además de las distintas tarifas de cada medio, concurren en su valoración factores como el tamaño o si se publicará a nivel local o nacional. Así, en su edición para todo el territorio, una esquela pequeña en El País (87 x 46 mm) cuesta unos 1.100 euros; la más grande (una página), 9.000. En su edición para Madrid, la más modesta sale por 300 euros y la mayor, por 6.000. Existen varios tamaños intermedios.

En El Mundo manejan parámetros similares: la pequeña (70 x 45 mm) cuesta 1.100 euros para toda España y unos 300 para Madrid; la que va a toda página, 22.400 euros en tirada nacional y cerca de 6.000 solo para Madrid. En el ABC de Sevilla la más barata cuesta 200 euros y la que ocupa toda una página, 7.000. Estas son muy excepcionales. "La última, que yo recuerde, fue la de Hugo Galera, expresidente del Betis y médico muy famoso en Sevilla, el pasado abril; la anterior, fue la de la Duquesa de Alba, en 2014", dice Manuel Gómez.

Del teclista al comercial

Si bien por su estética las esquelas de hoy son idénticas a las del pasado, el proceso que siguen hasta que llegan a imprenta ha variado, "conforme ha ido evolucionando la tecnología y se han ido recortando puestos en las redacciones", apunta Manuel Gómez. "Cuando yo entré había un teclista, que trasladaba el texto, normalmente escrito a mano en un papel, a un documento de Quark; y un corrector, que lo leía. Después se montaba en página.

Tuve que hablar con todas las funerarias, explicándoles que lo de los manuscritos estaba muy bien para la I Guerra Mundial, pero que ya no procedía, y se implantó el correo electrónico. Aun así, hay que dar un repaso a los textos, porque no se le puede pedir al comercial de la funeraria que los redacta, que es el mismo que recoge al muerto, que lo maquilla, que lo mete en la caja…, que la escriba perfecta. Pues no, no lo hace”.

El volumen de esquelas publicadas depende de la actualidad y la estacionalidad. "Cuando el 11-M, eran 13 o 14 páginas de esquelas todos los días, durante casi un mes", dice aún asombrado el encargado de ABC. "Por el contrario, es curioso, pero… ¡en agosto no se muere nadie! Eso a mí que me lo expliquen. Y ahora con la Covid-19 paradójicamente está la cosa paradísima", añade. Manuel Contreras, subdirector de ABC de Sevilla baraja posibles explicaciones: "En verano baja drásticamente, ya que al estar la gente de vacaciones los familiares descartan convocar a una misa, que es la segunda función de las esquelas, después de la de notificar el fallecimiento. Durante la pandemia, como no pueden celebrarse oficios, también ha disminuido la publicación".

Beneficios para los periódicos

En ese diario local se publican entre 10 y 15 esquelas diariamente, repartidas en dos o tres páginas, por valor de unos 1.500 euros de media en total (teniendo en cuenta dichas temporadas bajas). El subdirector del periódico nos confirma que reportan alrededor de 800.000 al año. "Es una de las vías de ingreso más importantes", concede Manuel Contreras; de lo que se desprende que si los periódicos siguen publicándolas no es tanto por tradición (que también), sino porque representan pingües beneficios para el medio que les cede su espacio.

Con todo, y al igual que otras muchas viejas costumbres, es de suponer que, como las personas de las que hablan, las esquelas no tienen vida eterna. "Atraen a un target concreto, gente mayor, para quienes son la forma de enterarse del fallecimiento de algún conocido; las personas jóvenes no leen el periódico y creo que no saben ni qué son las esquelas. Lo ponen en Facebook", dice Manuel Gómez. Aun así, hay en este género visos de modernización; por ejemplo, en las versiones online de periódicos como La Vanguardia o El Diario Montañés los lectores pueden "encender una vela" (virtual, claro está) en memoria del difunto.

Mientras tanto, ahí siguen, cumpliendo rigurosamente su misión informativa que, en muchos casos, perdura en el tiempo. "Cuando quiero saber de alguien de quien dejé de tener noticia tiempo atrás —comenta la antropóloga Marta Allué—, la busco en la red, desde hace muchos años. ¿Con qué me he encontrado más de una vez y muy a mi pesar? Con las esquelas de los periódicos. A veces, la esquela es el único momento de gloria".