Capitalismo. Para algunos, esta palabra es sinónimo de libertad y riqueza. Para otros, de desigualdad y pobreza. En cierto sentido, ambas afirmaciones son correctas.
Desde la imposición del sistema capitalista hace ya más de 200 años, la riqueza del mundo no ha dejado de crecer. Con un PIB mundial que en 2019 alcanzó, según las estimaciones del Banco Mundial, los 87.735 billones de dólares, hoy en día somos más ricos que nunca. Pero también extremadamente pobres.
Esto no es una contradicción, sino una consecuencia directa de nuestro modelo económico. A diferencia de otros sistemas basados en la repartición de bienes entre la comunidad, el capitalismo se asienta sobre la propiedad privada y el lucro personal. Es el individualismo en estado puro, el triunfo del yo más absoluto. Resultado: la riqueza crece, pero solo para unos pocos.
A las cifras nos remitimos. Según los datos del último informe de la riqueza mundial de 2020 (Global Wealth Report 2020) elaborado por el banco suizo Credit Suisse, el 1% de la población, es decir, aquellos ricos con más de un millón de dólares bajo el brazo, acumulan el 43,4% de la riqueza de todo el mundo, mientras que el 53,6% más pobre (aquellos que acumulan menos de 10.000 dólares) tan sólo reúnen el 1,4%. No solo eso: el 0,002% de la población mundial, aquellos súperricos con fortunas de más de 30 millones, suman el 7% de la riqueza de todo el mundo, una cifra desproporcionada que pone de manifiesto el gran problema de desigualdad en el que estamos sumidos.
La diferencia de riqueza entre unos y otros se ha visto claramente ejemplificada durante la crisis sanitaria por la Covid-19. Si nos fijamos en el grueso de la población, el 2020 ha sido un año marcado por los despidos, los ERTEs, los salarios congelados y la inestabilidad económica, pero cuando ponemos los ojos sobre la clase dominante, los grandes ricos, la cosa cambia.
Y es que por mucho que intenten convencernos de que la pandemia nos ha afectado a todos por igual, la realidad cuenta una historia distinta. Tal y como señala el último ranking de la revista Forbes, realizado en base a los precios de las acciones y los tipos de cambio del 5 de marzo, el número de multimillonarios se ha disparado un 30%. Actualmente, hay ya 2.755 personas que pueden presumir de tener un patrimonio que supera los mil millones de dólares. O dicho de otra forma: hoy en día, a pesar de la brutal crisis de la Covid-19, hay 660 multimillonarios más que en marzo del año pasado, fecha en la que la revista publicó su ranking de 2020.
Por si fuera poco, el 86% de estos superricos es ahora más rico que hace un año. Juntos, estos multimillonarios acumulan una fortuna aproximada de 13,1 billones de dólares que supera con creces la cifra del estudio del año pasado, cuando el patrimonio común de estos megarricos se situó en torno a los ocho billones de dólares.
Esta diferencia de clases esconde otra realidad: la desigualdad geográfica. A pesar de que ricos hay en todos los países del mundo, hay regiones que concentran muchos más multimillonarios que otras, tal y como muestra este mapa elaborado en 2020 por el portal de análisis económico Howmuch.net.
En él, podemos ver que Estados Unidos concentra la mayor parte de estos multimillonarios, ya que 614 de ellos son estadounidenses. China, la segunda mayor economía del mundo, le sigue con 388, y a una distancia más que considerable de ellos encontramos a Alemania, uno de los países más ricos de Europa, con 107. Más allá, la India suma 102, mientras que Rusia acumula 99 y Hong Kong, la extraña ciudad, 67. Les siguen Brasil y Reino Unido, con 45 cada uno, Canadá, con 44, y Francia, con 39.
A pesar de que hay varios países en este listado con una economía bastante empobrecida, como la India, la realidad es que las dos economías más grandes del mundo concentran al mayor número de multimillonarios. De igual manera, las regiones más pobres, África y América Latina, son las dos que menos multimillonarios acumulan, un ejemplo más de las desigualdades del sistema en el que vivimos que ilustra que las oportunidades, por mucho que queramos, nunca serán las mismas para todos.