El electrodoméstico que más usamos en casa es, sin duda, el frigorífico y este precisamente es el responsable de más del 25% del consumo energético en nuestros hogares. Conseguir reducir dicho consumo, sin que ello repercuta en el funcionamiento de este, es una de las mejores recetas para ahorrar en la factura de la luz.
Y es que el frigorífico no es que sea el electrodoméstico que más consuma, pero es el único que está encendido las 24 horas los 365 días del año y, por lo general, suele abrirse y cerrarse continuamente, así como prácticamente siempre estamos incorporando nuevos productos.
Conforme ordenes los alimentos en tu nevera puedes reducir su consumo. El uso eficiente y adecuado de una nevera reside en el orden de los alimentos: según como estén dispuestos, ésta gastará menos electricidad y los comestibles se conservarán mejor. Lo fundamental es conocer la diversidad de temperaturas que hay en una nevera, y colocar los alimentos según la refrigeración que necesitan.
La temperatura ideal de una nevera ronda los 5ºC. Con esta temperatura media se consigue una refrigeración óptima: adecuada para la preservación de los alimentos y para, a la vez, regular en su consumo. Recuerda que tu nevera supone el 30,6% del gasto en electricidad de todos tus electrodomésticos. Para reducir el gasto y que funcione de manera eficiente, asegúrate de cerrar la puerta correctamente. Cada vez que te la dejas abierta más de lo necesario el frío se escapa… y junto al frío se escapan unos cuantos euros que irán a recargar tu factura.
Escoger un electrodoméstico con una clasificación energética A, pudiendo ser de hasta A+++ siempre es una elección de ahorro a medio y largo plazo ya que cuantas más “+” tenga, mayor será nuestro ahorro, pudiendo llegar hasta un 60% extra en tu consumo energético, lo que se puede traducir en hasta más de 450€ al año.
Un frigo lleno (al menos 2/3), consume menos que uno vacío, ya que la cantidad de aire caliente que puede entrar es menor. Esto se debe a que los alimentos retienen más frío que el espacio libre. Tampoco es necesario llenarlo en exceso, sino disponer de los alimentos que necesitemos. Si te vas de vacaciones, puedes llenar tu frigorífico con botellas de agua, por ejemplo.
La organización de la nevera debe hacerse nada más llegar de la compra, siguiendo una lógica probada que es la que emplean en los supermercados: lo que caduca antes en primera fila y lo que acabas de comprar en el fondo.
Es importante que los alimentos no toquen las paredes del frigorífico y recuerda que cada alimento tiene su lugar: