Audemars Piguet es una de las marcas más destacadas de la alta relojería, y no es para menos. La manufacturera suiza es una de las pocas firmas que pueden presumir de haber cambiado la industria relojera. Sinónimo de prestigio, a lo largo de la historia la firma ha destacado por la belleza y las innovaciones técnicas de sus impresionantes relojes, unas minuciosas piezas de artesanía que se han convertido en un objeto de deseo para los amantes del lujo. ¿Pero cómo ha logrado Audemars Piguet convertirse en la marca de referencia de los ricos? Para descubrirlo tenemos que remontarnos a 1875 y a un lugar de leyenda: el Valle de Joux, en Suiza.
La historia de la relojería suiza de alta gama comienza en el Valle de Joux, un pequeño valle del macizo de Jura. Fue aquí donde, en 1875, Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet, inspirados por el nacimiento del cronógrafo moderno, decidieron asociarse y abrir los talleres de la exclusiva casa de relojes que lleva sus apellidos.
Situada en la aldea de Les Bassus, donde todavía permanece, la firma no tardó en darse a conocer más allá de las fronteras. Audemars, que controlaba la producción del taller, y Piguet, que creaba filiales en Europa y América para expandir el negocio en el extranjero, alcanzaban el éxito con innovadores cronógrafos entre los que destaca el Grand Complication, una intrincada pieza de 1899. Pero no sería hasta 1920 cuando la marca comenzaría con el negocio que se convertiría en su especialidad: los relojes de pulsera.
La llegada del nuevo siglo trajo consigo un importante cambio para la firma: la incorporación a la empresa en 1918 de Paul Louis Audemars y Paul Edward Piguet, los hijos de los fundadores y los responsables de que la marca se adentrara en el mundo de los relojes de pulsera. En la época del Art Déco, estos herederos supieron adaptarse a los gustos del momento y revolucionar la estética de la compañía con espectaculares relojes para hombre y mujer.
Siempre ligados a la innovación, la manufacturera suiza superaría los problemas financieros del crack del 29 y de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial diversificando su producción. Sin embargo, la invención en 1970 de los relojes de cuero japonés, mucho más precisos y baratos que los mecánicos, sumiría a las exclusivas firmas suizas en una importante crisis, y Audemars Piguet no sería la excepción. Es aquí cuando la firma cambiaría para siempre la industria de la relojería gracias al diseñador Gérald Genta, el hombre detrás del famoso Royal Oak.
En una época de crisis en la que las compañías suizas no conseguían hacerle frente a los nuevos modelos japoneses, el Royal Oak logró salvar a la industria del colapso financiero. Creado en 1972, este icónico reloj nace después de que la compañía escuchase que un reloj de lujo de acero podría triunfar en el mercado, algo hasta entonces impensable. Siguiendo su espíritu innovador, o quizás porque la amenaza del colapso obligaba a intentarlo, la compañía decidió contratar a Gérald Genta para que elaborase lo que sería el primer reloj deportivo de lujo.
Así, en 1971, un día antes de la inauguración de la Feria de Basilea, Georges Golay, el entonces CEO de la compañía, contactó con Golay para que diseñase esta pieza en tan solo un día. A la mañana siguiente, Genta presentó el modelo, que salió al mercado un año después por un precio de 3.300 francos suizos. Y, si bien al principio generó críticas por su diseño y su inusual material, el Royal Oak no tardó mucho en convertirse en un auténtico éxito y en la marca estrella de la compañía. Desde entonces, Audemars Piguet, que hoy día todavía pertenece a sus fundadores, ha sacado numerosas versiones del icónico reloj, pero, eso sí, respetando siempre su espíritu original.