En uno de esos momentos en que te entren ganas de estampar la cabeza de tu hijo adolescente contra la pared, detente y piensa en el futuro que les espera. Van a ser la mitad de cotizantes para pagar el doble de unas pensiones que serán más altas, y que habrá que pagar durante más tiempo. Además, tendrán peores carreras de cotización, con lo que sus prestaciones también serán peores, y encima estarán atados de pies y manos, porque la masa de pensionistas y maduros será tan abrumadoramente mayoritaria que ningún político se atreverá a legislar en su contra. Después de pensar esto, quizá el cabreo con tu hijo desaparezca e incluso puede que te de algo de pena.
Bromas aparte, lo cierto es que la llegada de los boomers a la jubilación supone un problema de primera magnitud del que no somos del todo conscientes. Nuestro sistema de reparto es un contrato donde la generación trabajadora paga las pensiones de la generación jubilada, con la convicción de que la siguiente generación pagará las suyas. "Lo que pasa es que ahora hay tres trabajadores por pensionista, y en 30 años habrá 1,5 trabajadores por cada pensionista. Si no se hacen ahora las reformas, estamos obligando a las nuevas generaciones a asumir un compromiso que no van a poder cumplir", explica Jose Ignacio Conde-Ruiz, catedrático de Economía de la Universidad Complutense y vicepresidente de Fedea.
El problema es que ahora hay unos 10 millones de jubilados en España, y 14,5 millones de ciudadanos que tienen entre 45 y 65 años que se irán jubilando en los próximos años, y no hay trabajadores para tanto jubilado. Para afrontar este problema, que se conocía desde hace décadas, el Pacto de Toledo ha tardado más de 10 años en presentar unas recomendaciones de reforma que ahora el Gobierno debe plasmar en Ley.
El problema de las reformas es que siempre hay alguien que sale perdiendo, y en esta ocasión, van a ser los más jóvenes, que por otra parte son los que más han perdido desde la crisis de 2008.
La reforma de las pensiones está sobre la mesa del diálogo social, que está poniendo más trabas de las previstas, y Bruselas apremia: "si quieres los fondos de recuperación, presenta reformas creíbles", nos han venido a decir. El ministro Escrivá hace encaje de bolillos para contentar a todos, y como eso no es posible, ha dividido el calendario de reforma en dos bloques. En el primero va la subida conforme al IPC, las reforma de desincentivos en jubilaciones anticipadas e incentivos en las demoradas, y sacar los gastos impropios de la Seguridad Social, que pasan al Estado. Reformas "cómodas" que no suponen mucho sacrificio a los pensionistas presentes y futuros.
Los analistas coinciden en que estas medidas no son suficientes para contener el gasto, y que tanto Bruselas como los mercados nos obligarán a tomar decisiones más "traumáticas", como la puesta en marcha del misterioso factor de equidad intergeneracional que está por definir y que sin duda resultará un recorte de la futura pensión; y la modificación del periodo de cálculo, que también será un recorte en la pensión de la mayoría de los futuros jubilados. Ambas medidas se han pospuesto para finales de 2022, y habiendo elecciones de por medio (lo normal es que sean en 2023) será complicado que el Gobierno las apruebe antes de los comicios.
Esta nueva patada a seguir del Gobierno de turno aboca a los jóvenes a un porvenir lóbrego e incierto. Por primera vez desde la II Guerra Mundial las nuevas generaciones piensan que van a vivir peor que sus padres. Son los grandes perdedores de las dos enormes crisis económicas de lo que va de siglo. En 2008, la mitad de los menores de 30 años vivía en su mayor parte de los ingresos de otras personas, (sus padres fundamentalmente). En 2016 esa cifra era del 63%. Tras la pandemia estamos es una situación similar.
El riesgo de pobreza en los jóvenes (de 0 a 29 años) está por encima del 27%, mientras que el de los mayores de 65 ha bajado hasta el 14,5%. Las nuevas pensiones de jubilación están por encima de los 1.400 euros, más que el sueldo medio de los menores de 35 años. Las tasas de ocupación de los menores de 35 no llegan al 60%. Los jóvenes tienen trabajos peor pagados e inestables, lo que deviene en peores carreras de cotización. Y encima se les pide que dediquen parte de su sueldo a ahorrar para su jubilación, porque se sabe que sus pensiones serán peores que las actuales.
En 2016 The Economist hablaba de los jóvenes actuales como una "minoría oprimida", una generación a la que los mayores y sus políticas y sistemas de bienestar frenan e impiden que desarrollen todo su potencial.
Los jóvenes españoles no sólo tienen que bregar con una situación laboral precaria, sino que tendrán que sostener a la generación más numerosa de la historia de España. "El envejecimiento de los boomers traerá asociadas importantes subidas de gasto en Sanidad, cuidados a la dependencia y pensiones. En sanidad y cuidados a la dependencia es muy difícil recortar, pero las pensiones sí se pueden modular. Si se dedica todo a pensiones y éstas las tienen que pagar los jóvenes, no habrá recursos para mejorar la educación, la vivienda, el apoyo a la familia y otros recursos que necesitan", explica Conde-Ruiz.
El sociólogo danés Gosta Esping Andersen defendía que "la reforma de las pensiones debe empezar con los niños. Priorizar la inversión en la reducción de la pobreza infantil y juvenil, en la educación y en la inserción laboral de las mujeres es la clave de bóveda para salir airosos de la trampa demográfica", afirmaba.
El premio Nobel de Economía James Heckman ha dedicado su vida a defender que las transferencias de rentas son más eficaces si se realizan cuanto antes. En términos de eficiencia es mejor gastar en guarderías que en educación secundaria; y en educación secundaria, mejor que en educación superior o en subsidios de desempleo; y mejor en seguros de desempleo que en pensiones. "No hay ninguna razón para preferir a los niños o a los jóvenes que a los jubilados, pero es obvio que niños mejor preparados hacen trabajadores más productivos capaces de ganar mejores salarios que les permitirá crear familias y tener hijos, y contribuir con cotizaciones más generosas al sistema. Destinar recursos para ellos es una inversión, no un gasto", comenta el politólogo Pablo Simón, coautor de "El muro invisible, las dificultades de ser joven en España".
Pero hacemos lo contrario. El Estado de Bienestar en España redistribuye en un sentido determinado, y no hacia los jóvenes. El índice Gini mide cómo se reduce la pobreza en distintos colectivos después de actuar el Estado de Bienestar. España está a la cola en mejoras para niños y jóvenes, pero a la cabeza en mejora de rentas para los mayores.
Durante la crisis de 2008 los mayores mantuvieron su renta mientras el resto de la sociedad se empobrecía. Pero es que incluso mejoraron sus ingresos en términos absolutos, al subir las pensiones medias.
El 17 de marzo de 2018 cientos de miles de jubilados salieron a la calle en defensa de las pensiones y contra la reforma de 2013. Las medidas más impopulares de la reforma, el factor de sostenibilidad y el nuevo Índice de Revalorización de las Pensiones (IRP), lo que suponía de facto una subida de un 0,25% de por vida, fueron retiradas.
Ambas medidas suponían un recorte de las pensiones, pero también contenían notablemente el gasto y proporcionaban más estabilidad al sistema. Ahora el gasto sigue estableciendo records mes a mes, por encima de los 10.000 millones mensuales, y aumentando la deuda del país que supera ya el 120%. Los jubilados y los que están a las puertas de la jubilación son los que ganan las elecciones, y ningún gobernante se atreverá a legislar en su contra.
El pago de la enorme montaña de deuda que estamos acumulando recaerá en las nuevas generaciones, e impedirá el uso de recursos que los jóvenes necesitan para afrontar nuevos desafíos, como prepararse a competir con una tecnología que les puede quitar el trabajo.
El secretario de Políticas Públicas y Protección social de CCOO, Carlos Bravo, sostiene que es "un problema acotado en el tiempo", ya que el incremento de gasto desaparecerá cuando vayan muriendo estas generaciones tan numerosas.
Pero Conde-Ruiz no piensa del mismo modo: "El desajuste fiscal de no hacer nada ahora es que durante 30 años vas a tener un desequilibrio anual del 3% del PIB anual, lo que supone una deuda inabordable que ni Europa ni los mercados nos van a permitir en ningún caso. Además, estás condenando a las nuevas generaciones a toda una vida de sacrificios para mantener el status quo de un grupo dominante", explica el catedrático.
Para Pablo Simón la solución pasa por "reconocer que el problema existe, algo que cuesta mucho en España porque creemos que ser joven es algo que se cura con la edad y, lo segundo, trabajar en políticas de reformas mucho más ambiciosas de lo que han sido hasta ahora y que planteen un cambio estructural en el modelo productivo, en el mercado de trabajo y en el Estado del Bienestar. Se trata de convertir a España en un país sostenible para todos, esto no va de una generación que fracasa, va de un país que puede fracasar estamos a tiempo de tomar las medidas necesarias para evitar ese aciago destino”, concluye Simón.