Aunque parezca mentira, trabajar aporta más beneficios a nuestra salud mental que estar desempleado. Si bien es cierto que todos esperamos con ansias nuestras merecidas vacaciones, y que cuando finalmente se acaban nos entra la bajona por el mero hecho de volver a la rutina de todos los días, diversos estudios han descubierto que la falta de empleo a largo plazo puede generarnos problemas de estrés, concentración y una sensación de creciente inutilidad, así como aumentar el riesgo de sufrir depresión u otros trastornos mentales.
Para poder disfrutar de estas ventajas, sin embargo, no basta con trasladarnos todos los días a la oficina a trabajar y trabajar. Al contrario, los efectos positivos que el trabajo puede tener en nuestra salud solo se activan cuando se cumplen una serie de condiciones que dan sentido a ese trabajar y trabajar.
Una de ellas es, por supuesto, tener un buen salario acorde a nuestras funciones. El dinero es, a fin de cuentas, la base de la economía, la materia que mueve el mundo y lo que nos permite vivir con dignidad, así que es de cajón que necesitamos tener un sueldo que nos permita ahorrar y cubrir nuestros gastos mensuales con soltura para poder ser felices. En concreto, según distintas investigaciones, de media deberíamos cobrar en torno a 60.000 euros al año para sentirnos satisfechos, una cifra que supera, y por mucho, a los salarios que se dan en nuestro país, que, tal y como señala el INE, suelen rondar los 24.000 euros anuales.
Pero a pesar de que el dinero es importante, lo más importante, de hecho, y la razón por la que muchos soportan todo tipo de penurias en sus puestos de trabajo sin rechistar, existen otros factores que también afectan a nuestro bienestar. Es lo que se conoce como salario emocional, un término que engloba todos esos aspectos no monetarios con los que las empresas premian el esfuerzo de sus trabajadores y que, en los últimos años, ha ido ganando una creciente popularidad en las compañías.
Uno de los problemas a los que se enfrentan las empresas, especialmente en los tiempos de bonanza económica, es a la fuga de talento. Los trabajadores, como es natural, están buscando constantemente un puesto de trabajo que cubra todas sus expectativas y que les haga sentirse completamente realizados en el ámbito laboral, y aquí no entra solo en juego el dinero.
Según un informe elaborado por Infojobs sobre las necesidades de contratación y la intención de cambio de empleo, en 2020 el principal motivo para cambiar de empleo fue, sí, el dinero, con un 79% de los encuestados decantándose por esta opción, pero tras el salario se encontraban otros aspectos que poco tenían que ver con lo monetario.
La segunda opción, para el 55% de los encuestados, fue el deseo de tener un mejor horario, seguido por la conciliación entre la vida laboral y personal, con un 54%. Tras esto, encontramos otras aspiraciones, como trabajar en un proyecto más motivador, con un 44%, ampliar competencias, con un 43%, tener un cargo superior, con un 37%, o menos carga de estrés, con un 37%, entre otros.
Todos estos factores que el dinero no puede pagar son cosas que se pueden cubrir con un buen salario emocional. ¿Qué es lo que incluye? Pues de todo un poco. Por un lado, encontramos productos y servicios como los tickets restaurante, coches puestos por la empresa, cursos de formación o seguros de salud tanto para el trabajador como a su familia. Por otro, una serie de aspectos no tangibles que ayudan a mejorar nuestro ambiente de trabajo, como la flexibilidad horaria, la posibilidad de teletrabajar, el formar parte de un proyecto ambicioso y motivador o el mero hecho de que el trabajo que se realiza sea reconocido y bien valorado por nuestros superiores.
Cumpliendo con estas premisas, es probable que los trabajadores se sientan satisfechos en su puesto de trabajo y que no busquen otros empleos. Eso sí: el salario emocional es importante, pero no hay que olvidar que la felicidad no paga las facturas. El dinero fue, es y será necesario toda la vida, por lo que, si se quiere fidelizar a los empleados, es importante que se les pague correctamente.
Y es que de nada sirve tener un buen horario o una buena conciliación familiar si luego, a finales de mes, vamos con el agua hasta el cuello. Así que, si tienes una empresa y quieres retener a tus trabajadores, debes ofrecer tanto beneficios monetarios como no monetarios. Y si eres un trabajador, que no te timen: el salario emocional está bien, pero siempre que vaya acompañado de una buena retribución económica. Del aire, a fin de cuentas, no se puede vivir.