Lucir el sombrero como Humphrey Bogart en 'Casablanca' es complicado, pero con que lo llevemos será suficiente para quitárnoslo ante esta pareja formada por Juan Carlos Alocén -Txarli para quienes le conocen- y Gorka González. Maestro y discípulo han conseguido que el oficio de la sombrerería perviva en el País Vasco. Y al decir oficio incluimos el encanto, la personalidad y la belleza que envuelve la confección de las cosas hechas a mano. Casualmente, la vida les cruzó en el momento oportuno y cada uno vio en el otro lo que hacía tiempo llevaban en la mente.
A Txarli, la pasión le viene casi por mandato genético. Nos cuenta que su abuelo Victoriano empezó este noble oficio vistiendo las cabezas de los curas de su ciudad, Vitoria, con aquellos sombreros de teja, de ala ancha y copa semiesférica, que usaba el clero católico a principios del siglo XX.
También a los seminaristas les confeccionaba sus tradicionales bonetes. De la calle Cuchillería se trasladó al número 11 de la calle Dato, en 1914, y de aquí al número 14. Vendía todo tipo de sombreros, gorros y boinas. Aunque ha habido momentos duros, con el tiempo la sombrerería Alocén fue ganando popularidad en todo el país, pero sin perder su esencia. Y desde entonces, tres generaciones transmitieron su saber. Abuelo, padre y nieto. "Viví el oficio desde pequeño. A la fuerza me tenía que gustar", dice Txarli.
Después de 107 años de historia, en 2021 Alocén echa el cierre. Con 68 años, Txarli decide que ha llegado la hora de jubilarse. Sin descendientes, su mayor pesar en ese momento es tener que dar por concluida la tradición sombrerera. "Este oficio te tiene que gustar y disfrutarlo. Cuando no se conoce, no se quiere trabajar en ello". Rendido a la idea de no tener continuidad, aparece Gorka, un joven de San Sebastián nacido en 1983. Así recuerda Txarli el momento: "Un buen día aparece en mi tienda un chico que dice que quiere ser sombrerero y tiene muchísimas ganas de aprender. Ese chico era Gorka, ahora un verdadero artista del sombrero personalizando esa pieza que el cliente quiere para sí mismo".
Sin buscarlo, sin imaginarlo y sin esperarlo, sus pasos se cruzaron en el punto exacto. Por las venas de Gorka corre sangre vasca y andaluza. De su abuela gaditana, Susi, heredó la guasa y de su aitona (abuelo) vasco, Ángel de Lezo, muchos de los valores que hoy le inspiran. Después de estudiar gestión administrativa y diseño gráfico, trabajó en el sector de las telecomunicaciones y las ventas durante 15 años. Pero su destino era otro y cuando se acercó a Txarli, sentía una necesidad imperiosa de dar rienda suelta a su creatividad. La sombrerería le ofrecía encanto suficiente para que germinase el sueño de crear su propia firma, Gorka González Brand.
"Conocí a mi maestro y gran amigo por una coincidencia necesaria. Creo que estábamos predestinados. A punto de terminar mi formación en patronaje y confección textil, me hablaron de una tienda centenaria en Vitoria y no dude en ponerme en contacto con Txarli para conocernos. Conectamos rápidamente. Creo que percibió el gran amor y respeto que le tenía a este oficio y enseguida comenzó a formarme, me fue enseñando todos los secretos", cuenta. El mundo textil siempre le interesó y vio una oportunidad en el sombrero. "Creo que tiene un punto mágico, es un complemento que te puede permitir expresar quién eres y que puede completar un look a la perfección".
Ambos reconocen que el sombrero vive un buen momento. "Quizás hace unos años la percepción que teníamos a la hora de vestir sombrero estaba asociada a tener que ir de etiqueta y hoy en día los cánones han cambiado las normas las pone cada uno", dice Gorka. Por edad y por lo que le contaron sus predecesores, Txarli ha visto pasar la historia a través de este accesorio. "En los años veinte -cuenta- todo el mundo se cubría la cabeza. Al terminar la guerra, ya no estaba tan bien visto y casi desaparece. Ha habido épocas en las que los alcaldes y concejales llevaban la chistera de la sombrerería Alocén. También hacíamos las gorras para la policía municipal, la banda de música o la tamborrada. Afortunadamente, en los noventa se volvió a ver el sombrero en las calles".
Lo que uno y otro tienen claro es que el negocio tiene que continuar. A fin de cuentas, nadie negará que, si te presentas con sombrero, lo que lleves dentro casi pierde interés. A Txarli le sobran las razones: "Un sombrero aporta elegancia tanto al hombre como a la mujer. Dice mucho del estilo, clase y personalidad de quien lo lleva". Tanto que se podría adivinar, como decía John Steinbeck en 'La perla', mucho de un hombre según la posición del sombrero en su cabeza.
El oficio que ha retomado Gorka sigue la tradición de Alocén. Es decir, es totalmente artesanal. Cada sombrero se realiza con técnicas y procedimientos de los antiguos sombrereros que exigen un trabajo pausado muy alejado de la inmediatez y dinero rápido que caracteriza a otros mercados. Sin duda, el joven empresario es una rara avis en el mundo de los negocios. "El proceso -corrobora- es muy laborioso y con muchos pasos. Todo comienza con un casco de fieltro con un gramaje concreto, en función de las dimensiones de la pieza, y mucho vapor. Se horma, se lija, se aplica goma laca se confecciona la badana de cuero. De ahí entraríamos en las artes finales con el cliente. El proceso es artesanal y puede llevarme entre tres y cuatro días".
A medida que ambos nos van dando detalles, nos queda claro que la tarea de vestir cabezas es más compleja de lo que podría parecer. "Existe mucha teoría en el oficio -confirma el joven donostiarra-. La forma de la cara determina bastante en qué volúmenes nos tenemos que mover. Para mí lo más importante es saber qué uso se le va a dar. Por ejemplo, si es para una boda tendremos que ser un poco más clásicos. Si, por el contrario, queremos irnos de festival de música podremos ser más estrambóticos. Cada sombrero tiene su momento.
Tanto Txarli como Gorka sienten un profundo agradecimiento. "Me siento superorgulloso de tener un relevo perfecto, mucho más de lo que nunca habría imaginado. Gorka significa mucho para mí. Mi trabajo continúa vivo", dice el más veterano. Este le responde con la misma gratitud: "Sin Txarli, nada de esto habría sido posible. Se lo debo todo. Sombrerería Alocén es la identidad sobre la que he construido mi firma Gorka Gonzalez, en San Sebastián. Es un placer compartir con él toda esta aventura y todas las que aún están por venir".
En apenas dos años ya le han pasado cosas increíbles. Si paseamos por su cuenta de Instagram, @gorkagonzalez.brand, veremos que celebridades como Elsa Pataky, Miguel Ángel Silvestre, Nieves Álvarez, Javier Rey o María Pombo llevan uno de sus sombreros. Pero confiesa que una de sus mayores aspiraciones está aún por llegar: "Soy un apasionado del western, me crie viendo esas películas con mi abuelo y sin duda poder trabajar con la firma americana Stetson seria todo un sueño". Esta marca es conocida en todo el mundo por los míticos sombreros que llevaron personajes como Buffalo Bill o los Rangers de Texas.