No es una persona popular, como podría serlo Amancio Ortega, a pesar de su pertinaz discreción, o Jeff Bezos, que empezó volteando hamburguesas y hoy es uno de los hombres más ricos del mundo. Sin embargo, Pedro Cánovas comparte habilidades y datos biográficos con esos empresarios que empezaron en el siglo XX de la nada y lograron levantar imperios. El suyo, Limcamar, es una empresa de limpieza y servicios que se ocupa de dejar como los chorros del oro tiendas, centros comerciales, aeropuertos, clínicas, edificios y otros espacios de nuestras ciudades. No será por empleados: más de 9.000 en España y Portugal. Y dice que está dispuesto a seguir aumentando esa cifra.
Aunque nos detalla su camino hacia el éxito, podría resumirlo en muy pocas palabras: 35 años de trabajo y dedicación. "Nací en Gebas -cuenta-, una pedanía de la localidad de Alhama de Murcia, situada junto al parque regional de Sierra Espuña, en la que hoy residen escasamente veinte habitantes. Soy el segundo de seis hermanos y ya desde pequeño mis padres me supieron transmitir el valor del esfuerzo y el trabajo duro".
Cánovas, que ahora tiene 57 años, pertenece a esa generación que de niños no tuvieron más juguetes que unas canicas o una pelota, pero sí ingenio más que suficiente para fabricar con qué divertirse y crear equipo. Su familia tuvo que trasladarse de Gebas a Murcia, donde inició sus estudios primarios. Se crio con el manual de la perseverancia, el empeño y el sacrificio, unos valores difíciles de entender en la actual sociedad de la inmediatez. Y no le fue nada mal. Antes de embarcarse en su aventura empresarial, decidió estudiar la carrera de Derecho, aunque por poco tiempo. "Dejé los estudios por la necesidad de empezar a trabajar de manera inmediata. Esto me hizo entrar en el sector de la limpieza muy joven y con un punto de vista diferente".
Comenzó como limpiador, pero soñando a lo grande, con la mente puesta en el negocio y las ideas muy claras: "Pensé de qué manera podían mejorar los servicios de limpieza para ofrecer un mejor servicio a los clientes y dignificar este trabajo. Así nació Limcamar, una empresa de limpieza profesional, en la que la dedicación y el acompañamiento continuo a nuestros clientes es esencial".
Cuando se plantea si su vida habría sido mejor si hubiese terminado la carrera de Derecho, su satisfacción lo dice todo: "No puedo saber cómo habría sido, pero sí puedo asegurar que estar al frente de una de las cinco primeras empresas del sector y ser una de las empresas que más empleo genera en la región de Murcia es un honor que me impulsa a seguir trabajando intensamente cada día".
No hubo un bombazo que le disparó al éxito, sino que el crecimiento fue progresivo. "Como empresario -advierte- es necesario ser conscientes del compromiso y aprendizaje continuo que implica sacar una empresa adelante, al final es como un hijo más". En 2002 ese retoño ya facturaba 13 millones de euros. Siete años después pasó a los 57 millones y actualmente el volumen llega a 110 millones de euros. Más que las cifras, su desvelo ha sido siempre el factor humano, crear una cultura de empresa y empaparla tanto a sus empleados como a cada una de las delegaciones que se reparten por las diferentes comunidades autónomas.
Lógicamente, no ha sido un camino de rosas, pero, frente a la adversidad no se ha permitido desmoronarse, sino seguir buscando la excelencia. "Ese ha sido siempre mi motor: mejorar cada día, invirtiendo esfuerzos y recursos, y contar con un gran equipo humano en todos los departamentos de la empresa, con afán de superación y entrega total", asegura.
Cánovas tiene dos hijas y un hijo, pero solo este último trabaja en una empresa del grupo Limcamar, dirigiendo una compañía de servicios. Entiende que transmitir su legado, tanto a su familia como al resto de las personas que forman su equipo, es muy difícil. "Es necesario que tengan capacidad y motivación y, sobre todo, que se sientan parte de él. Nuestros jóvenes ven el trabajo desde una mirada muy distinta a la nuestra. Para ellos muchas de las cosas que tienen les han venido dadas, por lo que no han sido tan conscientes de ese sacrificio como sí lo han sido la mayoría de las personas de mi generación, aunque no debemos generalizar nunca".
Tampoco en este aspecto parece encontrar obstáculo y pone todo de su parte para contagiar a su gente "la importancia de apostar e ilusionarse con su idea, siendo conscientes también de la rentabilidad de su modelo de negocio y del trabajo que conlleva". Es lo que a él le ha funcionado y así lo traslada siempre que tiene ocasión. "Muchas ideas fracasan y desilusionan porque no han tenido en cuenta esto. Por eso es importante no solo alentarles, sino también mostrarles nuestras experiencias, no solo las positivas. Creo que es importante que piensen hasta dónde quieren llegar y cuáles son los medios que van a utilizar".
De aquel joven universitario, que estrenaba al mismo tiempo la extenuante tarea como padre primerirzo y empresario, hasta hoy han transcurrido varias décadas de logros y premios, pero también alguna contrariedad. A veces tiene que darse un pequeño pellizco para saber si lo que está viviendo es real. "Cuando una empresa líder en su sector confía en Limcamar para 'hacer brillar' su marca, es un honor para nosotros. Trabajar, de forma directa, con estas empresas, y con las personas que la forman, siempre nos hace aprender e impulsarnos a ser mejores".