“Sin previo aviso, sin explicaciones y de sopetón me vi en la calle con 53 años”. Así explica Alexandra el momento que le cambió la vida. Con un hogar y una hija que sacar adelante ella sola, esta mujer optimista y con una amplitud de miras heredada de su padre sueco y de su madre catalana, no imaginaba que encontrar trabajo le iba a resultar tan complicado, lo que pasa es que la crisis la pilló con 53 años, y aunque “no creía que la edad fuera algo determinante”, se dio cuenta de que a lo mejor sí lo era: “cuando mis currículos se hacían invisibles me di cuenta de que algo pasaba, de que ahora iba a ser distinto”.
Ha trabajado como periodista para la revista Forbes, fue responsable de la creación y organización de los departamentos de Relaciones Internacionales y Prácticas Profesionales en la Universidad Francisco de Vitoria, trabajó 8 años en Naciones Unidas donde creó la Red Universitaria Internacional, conoció el mundo del trabajo social en la Agencia Catalana de Cooperación y Desarrollo, y finalmente la contrataron en la Fundación Sonrisas de Bombay para dirigir su sede en España.
Tras 7 años en la Fundación, la comunican que tiene que dejar el puesto, y que no hay sitio para ella en la entidad. “Era la primera vez me quedaba sin trabajo en 25 años. No me lo hubiera imaginado nunca, el golpe psicológico fue tremendo, me dejó muy tocada. Mi primera idea fue buscar donde había estado trabajando todos esos años. Pensaba que tendría más oportunidades, pero ¡qué va! Mi currículo era invisible”.
A pesar de su experiencia y de que se maneja con soltura en alemán, sueco, inglés, español, catalán y portugués, no encontraba trabajo. Los dos años que estuvo en paro resultaron “un camino duro, doloroso y triste”, pero también reveladores. Conoció a nueva gente, recuperó contactos perdidos que la recordaron lo bien que se le daba orientar a los jóvenes en la Universidad, y se le encendió la bombilla. ¿Por qué no ayudar a los chicos a encontrar un camino? Y así, encontró el suyo.
“En cuarto de la ESO y en segundo de bachillerato los chicos deciden su itinerario académico y hay muchas dudas sobre lo que quieren hacer. Los padres a veces no tienen todo el conocimiento para orientar del modo adecuado, y en los colegios e institutos tienen un orientador, pero claro, uno para muchos. Detecté que ahí había un nicho. Que podía ayudar a los chicos a decidir acertadamente. Empecé con familias, y cuando vi que funcionaba, que la gente estaba satisfecha, salté a los institutos”.
Como tantas personas apartadas del mercado laboral antes de tiempo, Alexandra decidió montárselo por su cuenta como último recurso. “Monté la empresa por necesidad. No tenía ni idea de montar un negocio, así es que acudí a la Fundación Pimec de Barcelona y luego a Generación Savia, y allí me ayudaron a hacer un plan de negocio siguiendo el modelo Canvas, que te ayuda a hacerte las preguntas importantes, a despejar dudas y a organizar tu método de trabajo. Eso me impulsó y además encontré un trabajo a tiempo parcial que me permitía compatibilizarlo con el desarrollo del negocio”.
En 2019 Alexandra junto a otra colaboradora pone en marcha Mentoring4future. “Intentamos descubrir quién es la persona que hay detrás de los chicos en formación, encontrar su ikigai, su propósito vital. Muchas veces dejamos escondido dentro de nosotros este propósito al empezar a trabajar en algo que no nos satisface, y después nos pasamos allí toda la vida. Después de encontrar lo que les gusta, hacemos una hoja de ruta para ver donde los puede llevar, y qué pasos tienen que dar para ganarse la vida con ello”.
En la búsqueda de ese camino ha desarrollado una metodología que le permite acercarse a los adolescentes desde otra perspectiva: “nuestro fuerte es que somos una figura externa, que abordamos la orientación sin los prejuicios que puedan tener los padres. Los chicos se abren mejor cuando entienden que es confidencial lo que hablamos, que trabajamos para los chicos. No somos ni los padres ni los profesores, somo sus mentores, los acompañamos, no les juzgamos, eso les relaja muchísimo y empezamos a descubrir sus puntos fuertes, sus debilidades, sus miedos, sus incertidumbres… y hacemos también de puentes con los padres", explica.
"Muchos padres todavía tienen la idea de que las carreras universitarias son mejores, y eso condiciona mucho en ocasiones. Hoy hay grados medios y superiores muy buenos, con prestigio, más adecuados para las cualidades de los chavales, y las empresas hoy en día emplean más a un estudiante de grado que a un universitario”, añade.
Tras tantas tribulaciones Alexandra ha encontrado su propio camino ayudando a otros a encontrarlo. Y de su experiencia personal se ha nutrido para ampliar el negocio. “Toda esta travesía en el desierto me ha dejado claro que hay mucha gente como yo, que llegado un momento que se queda fuera por la edad, o que quiere hacer un cambio de vida, de trabajo, o empezar de nuevo.
En esta etapa también se producen cambios transcendentales a los que nos enfrentamos sin mucha ayuda. Por eso hemos creado un equipo que acompañe también a personas de más de 50 que estén pasando por estas situaciones de cambio, de crisis, para ayudarles a encontrar ese propósito vital, porque no hay edad para encontrarse, y a veces el edadismo empieza en uno mismo”.
Tras unos años difíciles el negocio se va asentando y Alexandra está contenta de cómo van las cosas, ha recuperado un propósito que le impulsa a levantarse cada mañana con ganas de hacer cosas, de seguir adelante: “Es un trabajo ilusionante. Te da mucha satisfacción cuando una familia te agradece que hayas ayudado a sus hijos. Y queremos crecer", explica.
Ahora hemos empezado también la formación on line, y esto nos ha dado otra dimensión. Aún necesito otra actividad para cuadrar cuentas, pero espero que en dos años estaré al 100% dedicada a Mentoring4future”, añade antes de despedirse, porque después de esta entrevista tiene dos citas programadas. Es lo que tiene el trabajo.