¿Nunca has sentido que no llegas a cumplir todas las tareas diarias que te has propuesto? ¿Que incluso renunciando a un pequeño descanso no te da tiempo a llegar a todo? Por desgracia, esto es algo muy normal. Llenar la agenda de cometidos no va a hacer precisamente que aumente nuestra productividad. De hecho, nuestra equivocada obsesión por llegar a todo es la principal razón de que seamos menos productivos y de que terminemos agotados al final del día.
Cal Newport, profesor de la Universidad de Georgetown, es el autor de 'Slow Productivity: The Lost Art of Accomplishment Without Burnout' en el que desarrolla el concepto pionero de la productividad lenta, en el que básicamente llega a la conclusión de que nuestro enfoque hacia el trabajo nos conduce directamente a la extenuación. La solución pasa por identificar y priorizar las tareas que verdaderamente son importantes y que nos ayudan a conseguir nuestros objetivos personales o profesionales.
El experto resume sus conclusiones en tres principios que deberíamos aplicar para obtener resultados basados en la calidad antes que en la cantidad. El objetivo es centrarse menos en hacer mucho en poco tiempo y más en producir mejor en periodos más largos.
Por contradictorio que te parezca, esta es la base de la 'slow productivity': hacer menos cosas. Por supuesto, esto no significa que descuidemos nuestras tareas o que nos dediquemos a procrastinar. Al contrario, debemos centrarnos de lleno en las tareas y dedicarles el tiempo que merecen, hacerlas bien y dejar atrás esa urgencia con la que acometemos todo. Pensar en el largo plazo para obtener resultados duraderos.
Además, "la productividad no tiene que ver solo con lo que logras; sino también de cómo te sientes cuando lo haces", explica Newport, por lo que es crucial que nos replanteemos las estructuras que soportan nuestro trabajo diario para deshacernos de esa sensación de estar siempre ahogándonos en nuestras obligaciones.
El cerebro trabaja mejor a su ritmo natural. No debemos obligarnos a centrarnos en trabajar exclusivamente durante diez horas. Al contrario, debemos tomarnos descansos que nos ayuden a distribuir mejor la carga de trabajo y a recargar las pilas. Eso sí, el cerebro también necesita tiempo para alcanzar el estado de concentración, así que tenemos que intentar evitar las distracciones lo máximo posible. Y eso significa dejar revisar el correo electrónico, el chat o las redes sociales para enfocar nuestra atención. Que esta se divida no solo reduce nuestra capacidad cognitiva, sino que también nos agota.
El objetivo final debe ser siempre alcanzar cierto grado de calidad, muy por encima de la cantidad. Si nos centramos en eso, todo nuestro trabajo irá orientado de forma que acabaremos por alcanzar dicha meta con facilidad. Newport insiste en que necesitamos lentitud para desarrollar un trabajo significativo y de calidad. Por eso debemos ser más realistas sobre los plazos que nos ponemos y reducir las tareas entre un 25 y un 50%.
Es cierto que esto a veces no depende exclusivamente de nosotros porque debemos cumplir con unas fechas límite estipuladas, pero sí podemos adaptar estos principios para hacer que funcionen en nuestra propia rutina y trabajar sobre lo que sí está bajo nuestro control para poder realizar más tareas de una manera mejor.