El trastorno dismórfico corporal se da en personas que son incapaces de percibir su cuerpo correctamente. Se caracterizan por convertir un pequeño defecto o imperfección en un problema enorme que puede llegar a obsesionarles y deprimirles. Pues bien, un trastorno similar puede aplicarse al trabajo, especialmente en estos tiempos en el que las presiones a las que nos someten las dinámicas laborales están derivando en problemas como el burnout o el síndrome del impostor. En este caso hablamos de la dismorfia productiva.
Este fenómeno sucede cuando un trabajador siente que no está siendo lo suficientemente productivo, a pesar de que sí lo sea. No se trata tanto de una autoexigencia exagerada como de un sentimiento de fracaso, incluso en los propios logros, a los que se les resta importancia. Lo peor es que esta sensación de frustración se termina extendiendo a otras esferas de su vida.
La expresión la acuñó la periodista Anna Codrea-Rado, quien la define como "la intersección entre estar agotado, sufrir de síndrome del impostor y tener ansiedad". Ella misma se sentía inútil en el ámbito profesional, incluso aunque todo el mundo a su alrededor opinaba lo contrario. Sin embargo, hay diferencias entre el síndrome del impostor, que consiste en la poca confianza en uno mismo a la hora de llevar a cabo un trabajo, y la dismorfia de productividad, que es la desconfianza frente al producto ya hecho y terminado. Es decir que los logros que deberían levantarnos el ánimo y la moral tienen efectos muy fugaces.
En la revista Refinery 29 Codra-Rado también describe el fenómeno como el alter-ego de la ambición: "el hecho de buscar ser productivos nos impulsa a hacer más a medida que nos priva de la capacidad para saborear cualquier éxito que podamos encontrar en el camino". Tampoco ayuda la tendencia de muchos directivos a culpar a los trabajadores de la mala marcha de una empresa.
Con el tiempo los profesionales de la salud mental han empezado a usar también este concepto. Hay que tener muy en cuenta que si la dismorfia productiva se convierte en un estado constante, puede desembocar en ansiedad, estrés y sufrimiento psicológico. Si crees que tú puedes padecer este trastorno, existen tres técnicas para intentar superarlo que apunta Lindsey Ellefson, periodista de 'Life Hacker' especializada en salud mental: