Su número es el 27 en el Parque de Bomberos de Torremolinos y, aunque siente que pertenece a muchos lugares por haber nacido en Madrid de madre cordobesa y padre alemán, se siente sobre todo malagueño. A sus 48, Johann Weidig afronta las jornadas con dedicación porque le gusta su trabajo: "es tan vocacional, está lleno de sensaciones intensas, el poder ayudar es maravilloso".
Respecto a los efectos de la trayectoria, Johann afirma que "la experiencia te da y te quita cosas", mostrándose un gran observador de sí mismo y de su entorno, en el que aprecia cambios a diferentes niveles. Por un lado, la práctica puede dar lugar a un exceso de confianza que desemboque en cierto descuido: "los años y la experiencia son muy importantes, pero a la vez hay que tener cuidado, lo que he comprobado con compañeros que llevan muchos años es que puede darte una confianza traicionera".
"Da igual a lo que salgamos, el peligro siempre existe. Y aparte de esa confianza, se puede presentar cierta desidia, son pocos casos pero los hay. Lo único que me reprocho es que con los años pierdes un poco de sensibilidad. Te haces frío, excepto con casos más delicados. Nos volvemos insensibles y nos guardamos muchas cosas. No debe ser bueno. No nos preparan para las cosas que vemos, aprendemos a vivir con ello y esa carga algunas veces es dura", añade.
Tras reflexionar sobre la difícil carga emocional de su trabajo, pronto pasa a enumerar las ventajas de la acumulación de experiencia, que se manifiesta, además de en el conocimiento más profundo de los compañeros que mejora el rendimiento el equipo, en el dominio de la situación, en un incremento de la eficacia gracias al temple de unos nervios de acero: "está claro que gracias a los años actúas con mucha tranquilidad, que es lo más importante en nuestro trabajo. La gente nos demanda rapidez, pero la lentitud te da precisión y esa precisión se acaba traduciendo en rapidez".
Una jornada de bombero, aclaramos, es un tanto peculiar, ya que resulta extensa y está dividida en diferentes secciones: "trabajamos en turnos de veinticuatro horas, de 8:30 de la mañana a 8:30 de la mañana del día siguiente, y descansamos 96 horas, lo que equivale a cuatro días".
"Todos los que trabajamos realizamos distintas tareas hasta las 13:30 o 14:00. A las 8:30 hacemos una reunión rápida donde el mando nos indica qué puesto ocupamos ese día. Bombero 1, 2, de primera salida, conductor de primera o segunda salida, conductor de escala, teléfono, suplencia de teléfono, quién limpia la cocina… De 8:30 a 9:00 toca revisión de vehículos, sacar los vehículos y a partir de las 9:30 o 9:45 desayunamos ya con los equipos preparados, siempre manteniéndonos listos por si sucede algo y hay que acudir a algún lugar".
"A partir de las 11, dependiendo del día, realizamos tareas de limpieza, revisión de herramientas, motores, vehículos y todo tipo de material. Desde las 12 nos dedicamos a prácticas y protocolos para afianzar la forma de trabajar. Pueden ser protocolos de accidente de tráfico, rescate, procedimientos de cuerdas en la torre de entrenamiento… Entrenamiento en todo tipo de activaciones que puedan surgir, y al mismo tiempo aportando ideas y soluciones que posteriormente resultan muy útiles. Trabajamos mucho la improvisación, pero una improvisación controlada y con muchas horas de entrenamiento".
"A partir de las 14 te organizas tu tiempo como quieras. Tenemos gimnasio, que es obligatorio y, aunque a ninguno nos obligan a utilizarlo en nuestra vida fuera del parque, practicamos muchos y variados deportes. Yo en particular odio las pesas, me aburren, pero en el parque debemos entrenar. Lo que hago es fortalecer las zonas que más sufren en algunos servicios por el peso que llevamos. Hombros, bíceps, pectorales, dorsales, hago ejercicios de repetición con poco peso", explica.
"Lo que me apasiona son las carreras de montaña, soy un loco de correr por el campo, por senderos, de piedra en piedra, me busco mis caminos y si no los hay, mejor que mejor. Ese fondo es lo mejor para nuestro trabajo. Los abdominales no son lo más importante aunque pese tanto ese sambenito de asociar la figura del bombero siempre a las fotos con poses de calendario. Al final lo más importante es la templanza, saber estar y tener buen fondo porque los turnos pueden alargarse en el tiempo".
Aunque Johann reconoce que "lo bueno de nuestro trabajo es no salir" porque implica que no hay situaciones de peligro que resolver, admite también que le gusta llevar a cabo su trabajo: "hasta las 16:00 no paras. Después, quieras o no, nos gusta salir… Pero siempre nos llevamos cosas para hacer por lo que no suele haber lugar para el aburrimiento. También tenemos biblioteca y cancha de baloncesto. En las habitaciones cada uno tiene montado su rinconcito de lecturas o películas. Yo por ejemplo me llevo mucha lectura y ahora me ha dado por tocar la guitarra".
Sobre los posibles tipos de tensión que pueden surgir, ninguna llega a causarle incomodidad. Se siente preparado para manejar la presión, en eso consiste precisamente su labor: "llevo muchos años y ni justo después de tocar el timbre noto una tensión de forma negativa, puede que sienta una tensión positiva, porque estamos en alerta pero hacemos lo que nos gusta… Ni sabiendo a qué vamos sentimos tensión negativa, cada uno sabemos qué debemos hacer y cada uno sabe cómo trabaja el compañero, son muchos años juntos. Respecto a la figura de mando, llámese cabo o sargento, en este trabajo somos todos iguales. Ellos por años tienen más experiencia, de ahí los galones, pero la jerarquía entre bomberos no existe".
La explosión de adrenalina "se da siempre en el momento de escuchar el timbre, da igual por lo que sea, y tampoco lleva una carga negativa porque haces lo que te gusta". Aunque también hay ocasiones en las que puede sentir su ánimo devastado por las situaciones que presencia: "hablo por mí, de mis sentimientos, y en mi caso el fallecimiento de niños o de gente mayor que muere sola en casa me produce mucho pesar, y más cuando ves toda la pared llena de fotos de familiares y que ninguno se haya preocupado por esa persona".