Vivir de alquiler te echa años encima. Esa es la sorprendente conclusión de un estudio científico publicado en la revista 'Journal of Epidemiology & Community Health'. Aunque no tan sorprendente si se piensa bien: cuestiones como la preocupación por las subidas del arrendamiento, la inseguridad por conservar el piso o los potenciales conflictos con los caseros aceleran significativamente el envejecimiento biológico en comparación con quien tiene una vivienda en propiedad. En concreto, cada poco más de siete años reales se sumaría uno extra. La buena noticia es que estos efectos son reversibles, según los autores.
La investigación, liderada por el Instituto de Investigación Social y Económica de la Universidad de Essex, parte de la premisa de que hay aspectos relacionados con la vivienda que tienen “un impacto físico y mental” (resfriados, hacinamiento, moho, estrés, estigma), pero hasta ahora se desconocía cómo ocurre. Para descubrirlo, los expertos contrastaron información epigenética con datos de encuestas sociales e indicadores de envejecimiento biológico.
“Descubrimos que vivir en una casa de alquiler privado está relacionado con un envejecimiento biológico más rápido”, señala el estudio, que muestra, además, que este factor marca más diferencia en ese deterioro entre inquilinos y propietarios que la que se da entre los desempleados y quienes tienen trabajo o entre los exfumadores y quien no ha fumado nunca.
Sin embargo, los investigadores no hallaron diferencias entre aquellos que ocupan una vivienda social, que aporta menos esfuerzos económicos y ofrece más seguridad de permanencia, y los que son propietarios.
“Nuestros hallazgos demuestran los impactos epigenéticos de la vivienda”, indica el estudio, que hace hincapié en que “el desarrollo de políticas de vivienda debería ser un objetivo de las intervenciones de salud” porque ese envejecimiento biológico es reversible si mejoran las condiciones de vida.
La investigación encuentra otros factores que agravan esa situación, como la exposición a la contaminación y el retraso en los pagos del alquiler. “Esto encaja con la literatura conocida, donde sabemos que el estrés financiero, la inseguridad residencial o la exposición a contaminantes dentro del hogar pueden llevar a una peor salud”, señala el epidemiólogo social y especialista en medicina preventiva Pedro Gullón, en declaraciones al Science Media Center.
Las conclusiones se suman a las de trabajos previos sobre la inseguridad en el hogar y su efecto en la salud. Por ejemplo, una investigación observacional publicada en la misma revista, en noviembre de 2022, indicaba que el aumento del precio de la vivienda y los alquileres está directamente relacionado con un empeoramiento de la salud, más muertes prevenibles y un incremento de los suicidios, cuando no va de la mano de una subida de los ingresos.
Los datos de este estudio, no obstante, no son per se extrapolables a España, pese a que Reino Unido tiene un estado del bienestar similar, pero sí es “un ejemplo interesante sobre cómo nuestros genes interaccionan con el medio ambiente y con el azar para determinar lo que somos en cada momento de nuestras vidas”, señala Gullón.
"Ser un inquilino privado no está escrito en piedra, sino que depende de decisiones políticas, que hasta la fecha han dado prioridad a los propietarios e inversores sobre los inquilinos”, concluyen los expertos.