Es verano. El que no se ha dado un chapuzón a estas alturas de la temporada estival es porque no ha querido. Playas, piscinas, pantanos, ríos… hay opciones para todos, hasta para los que viven lejos de la costa. Así, las piscinas se vuelven el salvavidas para muchos durante los meses más calurosos del año, ya sea en las municipales, en las comunitarias o en una privada. En esta época la nariz se acostumbra al olor a cloro, hasta somos capaces de sentir los días en los que es más fuerte, por lo que pensamos que el agua está más limpia, pero realmente es un mito. Ese olor potente a cloro significa lo contrario a lo que llevamos pensando toda la vida.
Lo primero que deberíamos saber es que lo que se le echa a las piscinas no es cloro, un elemento que en condiciones normales se encuentra en estado gaseoso y que es tóxico e irritante. Lo que se utiliza en las piscinas es una sal denominada hipoclorito sódico que sirve para higienizar el agua y mantener el pH de la piscina, que debe mantenerse entre 7'2 y 7'8 para asegurar la calidad del baño. Si el pH se encuentra por debajo de esas marcas será corrosivo para los equipos de mantenimiento, mientras que si está por encima, el agua puede formar sarro.
Pero vayamos a lo que nos ocupa, ese olor fuerte a cloro que nos hace pensar que el agua está en perfecto estado pero que significa más bien lo contrario. En esos casos también es recurrente pensar que a quien se encarga del mantenimiento de la piscina se le ha ido un poco la mano con el cloro porque es probable que tras salir del agua tengas los ojos algo irritados o te pique la piel, efectos que produce la cloramina.
Las cloraminas son unas sustancias químicas irritantes que se producen cuando el ácido hipocloroso de los productos de limpieza reaccionan con compuestos nitrogenados. ¿Dónde se encuentran estos últimos? Pues en nosotros mismos, ya que algunos de nuestros fluidos, como el sudor o la orina, son los que provocan la aparición de las cloraminas.
Por eso mismo, en prácticamente la totalidad de las piscinas hay al menos una ducha que deberíamos usar antes de tirarnos al agua. "Si no nos duchamos antes de entrar, todo lo que está en nuestra piel se quedará en el agua", explicaba hace unos años la epidemióloga Michele Hlavsa a The Huffington Post, recalcando que no solo se trata de sudor y orina, también de crema solar, maquillaje e incluso materia fecal.
No obstante, las cloraminas son las encargadas de generar ese fuerte olor a cloro que, a estas alturas, sabrás que no significa nada bueno, como pensábamos hasta hace bien poco, ya que según los expertos, una piscina en buenas condiciones y bien higienizada, no huele.
Según algunos estudios, las piscinas que no están bien higienizadas producen alrededor de 10.000 enfermedades anuales en Estados Unidos, además de la típica irritación de ojos y picor en la piel, por no hablar de algunos ataques de asma que puede ocasionar. Por tanto, evitar ese olor fuerte a cloro es tan sencillo como que antes de meterte en el agua te des una pequeña ducha para eliminar los fluidos de tu cuerpo y que la piscina se mantenga limpia el mayor tiempo posible.