A unos nos pilló echando los primeros dientes, a otros estrenando amores y a otros probando esos derechos, libertades y responsabilidades que durante semanas llenaron páginas e informativos. Hacía poco más de un año, el país había salido a la calle para decidir su futuro en las elecciones. Era un país en un proceso de transición y los ciudadanos se hicieron pronto y con ilusión a la democracia. Más que el momento puntual, nuestros entrevistados recuerdan el contexto, el discurso de la calle y las conversaciones en casa y en sus centros educativos. Enseguida la memoria les lleva a aquellos días, anteriores a la firma de la Constitución, en los que los ciudadanos recibían las instrucciones sobre cómo votar a través de la televisión.
Desde la atalaya de la madurez, se dan cuenta de que en ese momento aún no eran conscientes de la trascendencia que tendría la Constitución, ni siquiera de su contenido. Sí recuerdan que en clase empezaron a escuchar palabras y expresiones como derechos, libertades, soberanía, convivencia democrática u orden económico y social justo. A efectos prácticos, la Constitución les colocaba en una sociedad democrática avanzada, aseguraba una calidad de vida digna e imperaba la ley como expresión de la voluntad popular. Son cosas que fueron calando poco a poco, tal y como nos cuentan:
Psicólogo clínico y autor de '¿Ser frágil es malo?'
¿Qué hacías cuando se aprobó la Constitución y cómo fuiste consciente de su significado?
Era un preadolescente de 11 años que empezaba a interesarle la política. Eran momentos muy emocionantes y apasionantes. Tenía bastante conciencia política pese a mi corta edad y si lo veía como una gran oportunidad para España.
¿Dirías que la Carta Magna está envejeciendo bien?
Creo que sí, aunque queda mucho por avanzar, me da la sensación que en los últimos tiempos ha habido una involución y no acabamos de superar la dictadura.
¿Qué consideras que habría que cambiar en ella para mejorar la convivencia?
Creo que habría que adaptarla a las nuevas realidades y también superar de una vez por todas los radicalismos ideológicos.
Asesora política y autora del libro 'Marca personal para políticos sobresalientes'
¿Qué hacías cuando se aprobó la Constitución y cómo fuiste consciente de su significado?
Fui consciente de que existe la Constitución desde bastante pequeña. Recuerdo que en cuarto o quinto de EGB nos pidieron hacer un trabajo sobre la Constitución en el que analizáramos algunos artículos de la misma. No recuerdo si nos obligaban a analizar algunos en concreto, pero yo recuerdo leer bastante el título que hablaba de la Corona y de la separación de poderes y cómo se repartían los diferentes poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Me gustó aprender más sobre el sistema de nuestro país, ya que siempre escuchaba hablar de política en casa y, en ocasiones, había cuestiones que no entendía. Después, lógicamente, me la tuve que estudiar muchas veces en la carrera. Ahí ya profundicé mucho más.
¿Dirías que nuestra Carta Magna está envejeciendo bien?
Creo que nuestra Constitución se ideó y pensó con perspectiva amplia y a largo plazo. Pienso que es adaptable a nuestras circunstancias y que abarca todas las sensibilidades, excepto las que pretenden destruir España. Esas no entran en esta Constitución ni en ninguna de nuestro entorno.
¿Qué consideras que habría que cambiar en ella para mejorar la convivencia?
La Constitución española es la columna vertebral, la esencia sobre la cual se construye la convivencia democrática y el respeto a los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. No hay que cambiar nada, porque no considero que haya un problema de convivencia. Hay un problema de decencia política que es muy distinto. La perfección no existe. Gustar a todos es imposible y quien piense que puede gustar a todos vive en otro mundo. Las normas son para todos y aunque haya cuestiones que no nos gusten eso no quita que las tengamos que cumplir.
Relaciones públicas, discoteca Cerebro
¿Qué hacías cuando se aprobó la Constitución y cómo fuiste consciente de su significado?
Disfrutaba de la libertad y de mi trabajo como como relaciones públicas en la discoteca Cerebro. Era la primera mujer en esta profesión. En esta sala, situada en los bajos de Princesa, frente al Palacio de Liria, se celebró la llegada de la democracia. Cada día había un motivo y ahí estaba yo. Trabajaba codo con codo con Chema Suárez, hermano del presidente Adolfo Suárez. Cuando se aprobó, la mayoría de los "padres" de la Constitución pasaron por Cerebro y brindamos todos. Fue una época muy intensa y guardo recuerdos muy emotivos.
¿Dirías que nuestra Carta Magna está envejeciendo bien?
Echo en falta para ese respeto y la concordia que hubo entonces para poner la democracia por encima de intereses políticos e ideológicos. Intuyo que somos nosotros los que hemos dejado que, de alguna manera, se desacredite y me apena que las nuevas generaciones no le den el lugar que corresponde.
¿Qué consideras que habría que cambiar en ella para mejorar la convivencia?
Nuestra Constitución contiene valores y principios que, bien aplicados, garantizan la convivencia de los ciudadanos y el progreso de un país. No creo que, al menos en su esencia, debamos tocar lo que funciona. La Constitución tiene plena validez.