Desde hace años se estudia la personalidad de los perros, algo que ha abierto debates de todo tipo y que ha sido objeto de miles de estudios. Algunos de ellos sugieren que ciertos rasgos están relacionados con la selección de caracteres de personalidad, lo que podría transmitirse a la descendencia. Otros estudios cuestionan esta afirmación y señalan que la educación y la socialización son factores clave en el desarrollo de la personalidad de un perro. Los hay que aseguran que la naturaleza también hace de las suyas y que es una cuestión de genética
Algo en lo que coinciden muchos de estos estudios es que las personalidades de los canes son bastante similares a las de los humanos, pues son únicas, y pueden llegar a mostrar rasgos como inseguridad, capacidad de concentración, agresividad o dominancia, nivel de energía, sociabilidad con humanos y perros y perseverancia o motivación.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard, con la profesora asistente de biología evolutiva humana, Erin Hecht, ha investigado sobre los factores que determinan la personalidad de las mascotas. La científica, a través del proyecto Canine Brains Project, busca la respuesta a la razón por la que los perros se comportan de manera diferente incluso cuando se trata de la misma raza.
Erin Hecht basa su trabajo en resonancias magnéticas a cerebros de perros con una media de 100 al año. Se apoya también en cuestionarios a los dueños sobre las habilidades del animal, todo ello le permite comparar la forma de su cráneo, el tamaño de su cuerpo y su raza con sus habilidades para cazar, proteger los hogares o los rebaños. Según ella, el 80 % de los perros actuales son “perros de aldea” que “viven como comensales humanos, pero no son mascotas”.
De su último estudio se concluye que las razas premodernas tienen una amígdala más grande. Esta parte del cerebro procesa la memoria de las emociones y les permite entre otras cosas diferenciar entre seres humano. Actualmente los perros han evolucionado a tener un neocórtex de mayor tamaño, lo que implica una mejor percepción, capacidad de razonamiento y movilidad motora, pero a la vez les convierte en más flexibles conductualmente lo que les permite adaptarse a diferentes entornos de una manera más fluida.
Otra de las conclusiones a las que llega la investigadora es que hay una relación directa entre el tamaño y la forma de la cabeza del perro y su comportamiento. Los perros con un neocórtex tienen menos ansiedad y son más fáciles de tratar que aquellos que tienen un cráneo más pequeño y estrecho. No obstante, aseguro que en ningún caso afecta a su comportamiento pues mediante el adiestramiento se puede modificar poco a poco.