Tímidamente, empezamos a subir selfies mostrando nuestro mejor ángulo. Luego fuimos un paso más allá en las redes y comprobamos lo favorecedores que eran algunos filtros. En plena pandemia, cuando las reuniones online estaban a la orden del día y empezaron a imponerse los vídeos en Instagram o Tik Tok, vimos que la imagen que dábamos no siempre era la mejor y surgió así la 'cara de Zoom'.
Para los simples usuarios de redes no es algo vital salir bien o mal en fotos, vídeos o reuniones en directo. Pero para los creadores de contenidos, tener una buena imagen es una cuestión prioritaria. Por ello, es cada vez muy común ver a muchos influencers promocionar en sus perfiles todo tipo de intervenciones estéticas para alcanzar el aspecto deseado. ¿Qué buscan en esas operaciones? Parecerse todo lo posible a lo que ofrecen los filtros de Instagram: ojos rasgados, nariz fina, pómulos elevados y mandíbula sin rastro de flacidez, el llamado 'triángulo de la juventud' que nos hace parecer frescos y lozanos.
Después de Whatsapp, Instagram es la segunda red social preferida por los usuarios. La plataforma recibe cada día la visita de más de 1.000 millones de personas, la mayoría mujeres jóvenes. El efecto de esta red no es desdeñable porque ejerce una gran presión social sobre la necesidad de estar perfecto. La afluencia de adolescentes en las consultas de los cirujanos plásticos es cada vez mayor, y las intervenciones de cirugía estética en menores de edad suponen un 1,7% de las realizadas en nuestro país, según datos de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP).
Existe una cierta frivolización en este tipo de intervenciones, cuando, en realidad, se trata de procesos quirúrgicos que, como tales, comportan riesgos. El caso de la muerte de Silvia Idalia, quien se sometió a una triple cirugía, es el ejemplo perfecto de que meterse en un quirófano por motivos estéticos no debe tomarse a la ligera.
Según datos de la AECEP, la rinoplastia encabeza la lista de procedimientos más demandados, desplazando al tradicional aumento de pecho. Desde 2020, el lifting facial y la blefaroplastia o corrección de los párpados, ocupan el segundo y tercer puesto.
La novedad respecto a años anteriores es que las pacientes ya no buscan corregir o mejorar una parte de su anatomía que les puede acomplejar. Ahora buscan su mejor versión: la del filtro de Instagram. Por esta razón, la bichectomía, intervención en la que se extirpa la grasa natural de las mejillas, es una de las operaciones más demandadas, al igual que la que consigue los ojos rasgados o 'foxy eyes'.
Querer parecerse al propio filtro de las redes ha dado paso un fenómeno conocido como dismorfia de Snapchat, aunque también puede aplicarse a plataformas como Tik Tok o Instagram.
La dismorfia de las redes es la manera de mostrar la frustración por no llegar a la imagen idealizada del filtro. Cuando nos obsesionamos por alcanzarla, comienzan los trastornos emocionales. Las adolescentes y las mujeres jóvenes son las más proclives a padecer esta dismorfia, ya que han desarrollado su concepto de auto-imagen a la vez que mostraban su imagen en las redes. Cuanto más alejados estemos de la realidad, generaremos más complejos y más frustraciones.
Al mismo tiempo, tendremos más necesidad de acudir a la cirugía estética para llegar a cumplir esas expectativas, cada vez más altas al ir envejeciendo. Se crea así un círculo vicioso que genera ansiedad y miedo cuando tenemos que vivir en el mundo real, sin filtros. Además, estos trastornos pueden ir acompañados por otros relacionados con la conducta alimentaria. El objetivo es el mismo: dar la mejor versión física porque estaremos dando la mejor versión como persona. La equiparación de los valores físicos con los personales -valer tanto como vale nuestro aspecto- es quizá la peor derivada de todo el proceso.