La calvicie ya no es un problema irresoluble. El trasplante capilar es una técnica exitosa que apenas es invasiva y que cumple el objetivo soñado por muchos hombres: recuperar el cabello perdido.
Un injerto capilar es, a día de hoy, la única solución realmente definitiva contra la alopecia. Existen otros recursos para retardar o frenar la caída, así como para disimular sus efectos, pero ninguna otra técnica permite recuperar para siempre el pelo. Se trata, además, de una intervención ambulatoria que no requiere hospitalización, muy segura y con pocos efectos secundarios. Sin embargo, como toda operación, entraña algunos riesgos, más aún si estás pensando en hacerte el injerto en verano, la estación menos adecuada para este tipo de intervenciones.
La técnica más avanzada de injerto capilar, conocida como FUE por las siglas en inglés de 'Follicular Unit Extraction', se realiza con anestesia local. Después, se practican unas microincisiones en el cuero cabelludo que permiten extraer los folículos uno a uno de la zona donante, normalmente en la parte inferior de la cabeza, e implantarlos posteriormente en la zona receptora. Se trata, en realidad, de una intervención con un grado de impacto muy bajo para la que sí es necesario prepararse tal y como indique cada profesional. En cualquier caso, como explicábamos, existe la posibilidad de que se produzcan ciertos efectos o molestias secundarias, especialmente después de la operación. A continuación, enumeramos los más frecuentes.
Si hay una mala praxis y la operación no se lleva a cabo con las necesarias medidas de higiene y desinfección, o si, posteriormente, no se aplican los cuidados adecuados, existe el riesgo de que las heridas se infecten. Pero si el procedimiento se realiza en un entorno seguro y se siguen las recomendaciones postoperatorias, sobre todo en lo relativo a lavado de las zonas afectadas y toma de antibióticos, el riesgo es mínimo.
Durante la intervención, lo habitual es aplicar suero y anestesia al cuero cabelludo que el cuerpo debe reabsorber después. Tras la operación, lo más frecuente es aplicar una banda de compresión alrededor de la frente para que el líquido no baje hacia la cara. También se recomienda al paciente dormir parcialmente incorporado los primeros días y tomar antiinflamatorios, precisamente para prevenir esta retención de líquidos. En todo caso, si se produjera, se trata de un efecto temporal que desaparecerá de forma natural en unos pocos días.
En este caso estamos hablando de una molestia secundaria que no se puede evitar. Como parte del proceso de cicatrización de los folículos implantados, el cuero cabelludo produce unas lesiones en forma de costras que pueden provocar cierto picor o escozor. Es muy importante no levantar esa costra, ya que podría arrancar los folículos pilosos que aún no han terminado de salir. En 10 días, aproximadamente, esas costras habrán desaparecido.
Es probablemente el riesgo más temido, ya que implica el fracaso de la intervención. El peor efecto secundario es que algunos de los folículos implantados no arraiguen y se desprendan. Afortunadamente, no es un efecto frecuente, por lo que no hay que temerlo. Una vez pasada la intervención, sí es necesario cumplir rigurosamente las indicaciones de los médicos que hayan hecho el trasplante. Entre las más importantes, no tomar el sol, no sudar, algo especialmente complicado en verano, y no hacer ejercicio físico los días posteriores a la operación.