"Mientras la cosmética siga usando el término 'antiedad' como algo positivo, hacerse mayor seguirá siendo algo negativo contra lo que hay que luchar. Y sinceramente, es un coñazo". Con este tuit de solo tres líneas la actriz Ana Milán relacionaba en esa red social asuntos tan vinculados entre sí como el paso del tiempo y la belleza. ¿Es posible ser bello a partir de una edad? ¿Tiene sentido ser 'anti' de un proceso tan natural e inevitable (y tan gozoso, no podemos preguntarles a los que ya no están) como cumplir años?
La pregunta tiene respuesta. Se trata de discriminación por edad o edadismo. La palabra 'antiedad' solo tiene connotaciones negativas, algo que hay que evitar porque implica un deterioro, una menor capacidad, un valor menor respecto a otras etapas de la vida. La idea choca frontalmente en una sociedad cuyo grueso poblacional está precisamente formado por los mayores de 45 años. Más aún cuando España es el segundo país en esperanza de vida y, según datos del ministerio de Salud, Servicios Sociales e Igualdad, en 2030 el 26% de la población española tendrá más de 65 años. La lucha contra el paso del tiempo es quizá la guerra más absurda y desigual contra la que nos ha tocado batallar.
El término anti-edad, por tanto, sugiere ponerse en contra de la demografía, una demografía que también puede resultar cara a los sistemas de salud, si no pensamos en prevenir, disfrutar y envejecer de manera saludable. Pensémoslo bien. ¿Más que antiedad no estaremos hablando de envejecer con gracia? ¿No seremos, más bien, proedad?
Una parte de la cosmética sigue anclada en el concepto del que habla Ana Milán. Pero otra parte, más dedicada a la medicina estética, ya se ha posicionado en el concepto pro-edad. Así surge el 'proaging' o proenvejecimiento, un movimiento mucho más coherente con la realidad social y las necesidades de los cada vez más numerosos seniors.
El proaging empodera la experiencia y los años. Asume que se puede ser bello a cualquier edad con los cuidados adecuados. No se trata de enmascarar o de intervenir de manera agresiva, sino de cuidar, proteger y poner en valor. Pero hay más diferencias entre el antiaging y el proenvejecimiento.
Los tratamientos antiaging tienen un objetivo claro: parecer más joven (como si la crema, la toxina botulínica o el relleno, realmente pudieran quitarnos edad). Puede que logren una apariencia más joven, pero no una actitud más vital. La tendencia proaging tiene una visión del envejecimiento más inclusiva y se encuadra dentro el envejecimiento saludable como una consecuencia de un estilo de vida proactivo donde se cuida la alimentación, la actividad física e intelectual.
La tendencia 'anti' actúa de manera superficial y puntual: corrige arrugas y manchas o rellena imperfecciones, mientras la tendencia 'pro' ofrece un tratamiento desde adentro hacia afuera. El proaging promueve una intervención holística que abarca tratamientos estéticos, nutrición, deporte, actividad social y, cada vez más importante, el cuidado de la mente. La meditación o el mindfulness comienzan a erigirse como un imprescindible del bienestar. Cada vez más gurús de la belleza incluyen 'tratamientos' de mindfulness para una piel resplandeciente. Entre ellos, la doctora Nigma Talib, entre cuyos pacientes se encuentran Penélope Cruz, Gwyneth Paltrow o Kate Bosworth.
Talib es una fiel defensora tanto de la meditación como herramienta de bienestar como de la idea de envejecer de manera digna, sin caer en comportamientos que aceleran el envejecimiento. Así lo explica en una de sus posts en IG: "Me encanta que cada vez haya más inclusión y que la industria de la belleza se dirija hacia el bienestar interior para lograr el bienestar exterior".
En el proaging no hay fórmulas que se puedan aplicar a todas las personas por igual, ya que una de sus características fundamentales es la personalización. Y lo más importante, la prevención. A envejecer bien se aprende de joven. Lo cierto es que a los centros de medicina estética cada vez acuden más jóvenes menores de 30 años para comenzar a prevenir algún efecto indeseable de los años.
Es otro cambio de paradigma importante. La preocupación por atenuar los signos del tiempo, ya sea en versión anti o proedad, ya no es patrimonio de las mujeres. El machismo implícito en el hecho de que las mujeres están más pendientes de su físico porque la sociedad penaliza a las menos agraciadas comienza en diluirse. "Cuidarse es cada vez más normal. La constante aparición en redes sociales ha hecho que nuestra imagen sea cada vez más pública y que queramos dar buena impresión. En la última década el número de hombres que se aplica bótox ha aumentado en más de un 400%", explica en su Instagram el dermatólogo Ricardo Ruiz, director de la Clínica Dermatológica Internacional de Madrid.
El doctor Ruiz va más allá: "Dejemos a un lado los tópicos. La preocupación por la imagen no es exclusiva de las mujeres y cada vez son más los varones que buscan un aspecto más rejuvenecido". Sobre si lo hacen desde una posición anti o proedad, hay unanimidad en el sector: cuando hay algo importante que corregir se acude a un tratamiento antiaging, pero si queremos que los resultados sean mejores y se mantengan en el tiempo, tendremos que vivir (mejor desde jóvenes) en modo proaging. En esto, hombres y mujeres sí somos iguales.