Salir a la calle y ver sonrisas parece algo de otra vida. Esa que existía antes de que la pandemia cambiase todo lo que nos parecía 'normal'. Ahora poner un pie en el asfalto es sinónimo de ver solo ojos. Felices, tristes, conmovidos o quizá enfadados. Debajo de ellos solo un trozo de tela de diferentes colores y estampados que nos mantiene sanos, protegidos. En esta nueva realidad, nos preguntamos si estamos ante un cambio en el canon de belleza, si parecemos más atractivos con la mascarilla o si ahora una mirada resulta más importante que antes. Hablamos con expertos de la psicología, la salud y las bellas artes para tratar de responder estas cuestiones.
Dos meses y medio sin pisar la calle. Interacciones limitadas y una nueva realidad. Salir a la calle no es como antes. Hasta ahora, hemos pasado 40 o 50 años acostumbrados a ver rostros y ahora los vemos escondidos tras mascarillas y en ocasiones, incluso gafas. Y ante este cambio, ¿cómo actúa nuestro cerebro? "Las personas tenemos una tendencia innata a completar la información que nos falta, en este caso el resto de la cara, con ideas subjetivas de cómo serán en función de las vivencias, educación o percepciones personales", explica Ángela de la Fuente Psicóloga de AF Psicología. De ahí que, muchas veces, cuando vemos a una persona desconocida con mascarilla y de repente se la quita, la sorpresa es enorme porque involuntariamente habíamos imaginado cómo iba a ser.
"El proceso de percibir una cara es con seguridad uno de los más complicados de entre todas las capacidades perceptivas. Existen autores que afirman que ojos, boca y nariz son los rasgos en los que más nos fijamos cuando miramos a alguien, siendo por ejemplo las orejas un rasgo menor en atención. Pero si no podemos ver parte de la cara, rasgos tan importantes como la boca o la nariz, sin duda en nuestra imagen 'rellenaremos' esos huecos para poder tener una composición de la cara de la persona con la cual estamos hablando", añade Juan Carlos Fernández, profesor de psicología de la Universidad Nebrija.
Es más, esto no solo ocurre con desconocidos. Ángela de la Fuente asegura que tras largos periodos de tiempo sin ver a una persona esta percepción errónea también puede ocurrir. "La memoria también es engañosa, cada vez que recordamos un suceso le añadimos elementos diferentes, lo modificamos y distorsionamos. Cuando recordamos a una persona, física y emocionalmente, ponemos elementos emocionales en el pensamiento. No es que los recordemos más guapos o feos es que los hemos distorsionado al pensar en ellos".
Dentro de la comunicación interpersonal, el lenguaje no verbal juega un papel protagonista, sobre todo en una sociedad como la nuestra. Sin embargo, el uso de mascarillas lo ha puesto en jaque tal y como lo conocíamos hasta ahora. "Una parte importante del lenguaje no verbal es la cara y nos la han tapado. Por eso ahora que la mascarilla dificulta la lectura de labios y la audición, dos técnicas muy empleadas de forma involuntaria al comunicarnos, debemos empezar a comunicar más con el tercio superior, tenemos que empezar a utilizar otros recursos como pueden ser los ojos", asevera la psicóloga de la Fuente.
Además, tendremos que añadir otros recursos para potenciar esa comunicación no verbal. "Quizás ahora vamos a tener que recurrir más a la gesticulación para apoyar nuestro lenguaje no verbal, incluso quizás aprendamos nuevas gesticulaciones -posiblemente con las manos-. Por el momento hay que decir adiós o mejor hasta pronto a la sonrisa, uno de los elementos principales de la comunicación no verbal, así como de muchas expresiones faciales que a menudo realizábamos sin darnos cuenta", añade el profesor Fernández.
Además, apunta que el intensificar o cambiar la forma de mirar puede llevar a error. "Sostener la mirada puede ser un gesto violento. No todo el mundo sabe interpretar una mirada, más sin la expresión del resto del rostro. Creo que el sentimiento general de las personas es que esta pandemia es transitoria, no creo que nos acostumbremos de forma clara a esta forma de vida. En cuanto acabe este mal sueño de la covid19, creo que los contenedores se llenarán de mascarillas".
Desde la simetría perfecta y la armonía de la proporción clásica, que encontrábamos en el ideal de belleza griego, pasando por la tez blanca y las formas redondeadas del Renacimiento o las pelucas y las cinturas de avispa del Barroco, a lo largo de la historia hemos visto como el canon de belleza ha evolucionado.
Ahora ha llegado el momento de romper con los prototipos. No existe una belleza única, luchamos cada día por arrancar esos estándares de nuestra vida. "Esta mentalidad sí que se puede considerar como el último gran cambio de paradigma de la sociedad. Intentar romper con la imagen de la delgadez como perfección es el movimiento en el que se desarrolla la sociedad actual", nos explica Daniel Silvo, profesor de Bellas Artes de la Universidad Francisco de Vitoria.
La arruga es bella, la mancha es bella, la ojera es bella y todos los cuerpos lo son. Lo que no se puede negar es que, con una pandemia de por medio, la mascarilla es ahora lo que la peluca en el Barroco, parte de la belleza (obligada) moderna. "El uso de este accesorio no va a marcar un nuevo cambio de la idea de lo bello pero, sin duda, sí que afectará a otros aspectos humanísticos como puede ser la evolución de la relación física entre personas", apunta el experto en arte.
No hay duda de que la mascarilla oculta parte de nuestro rostro, pero tampoco de que resalta todo aquello que no se tapa. Ahora la atención cuando miramos a una persona se centra en los ojos. "Ante esta cuestión, el concepto de belleza se desplaza hacia esa parte de la cara; las marcas de cosméticos buscan productos que potencien y resalten ojos y cejas. Incluso lo podemos ver en la calle; el diseño de las mascarillas ha avanzado rápidamente, no solo buscando productos de mayor calidad, también se buscarán mascarillas que marquen una diferencia, no solo en temática o en color, también se busca una coordinación con el tono de la piel, de los ojos o incluso de los cosméticos utilizados", apunta Juan Carlos Fernández.
Pese a esta ruptura con los estándares, la cirugía estética sigue jugando un papel en nuestra sociedad. Según los datos de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) los retoques en la cabeza son los preferidos por los mayores de 45 años y el lifting facial es la operación en la que más dinero nos gastamos de media.
¿Pero qué pasa ahora que la cara, nuestra gran aliada, ahora se ve cubierta, al menos la mitad de ella? Los tratamientos estrella son todos los que tiene que ver con el contorno de ojos. Sobre todo, está funcionando muy bien el tratamiento de hilos tensores que consigue una mirada más rasgada y rejuvenecida. También el Plexr que, gracias a unas pequeñas descargas de plasma, se consigue que el exceso de piel en los párpados se retraigan… las opciones son infinitas”, nos explica José Señarís, médico estético de Clínica FEMM.
Potenciar la mirada se ha convertido en una prioridad, los labios y la nariz, que hasta el momento era a lo que más atención prestábamos, pierden protagonismo. "Los pacientes, a partir de los 40 años, buscan una mirada menos cansada, más joven, quieren que el ojo gane protagonismo", apunta Señarís. Para conseguirlo, se suele recurrir a tratamientos que incorporan varias técnicas para que el tercio superior de la cara, la parte más visible en esta nueva realidad gane expresividad. "Como médicos debemos buscar sinergia entre tratamientos, como por ejemplo emplear botox en frente y patas de gallo, ácido hialurónico en la ojera y Plexr en el párpado para conseguir un cambio real en la mirada", concluye el doctor.