El queso es uno de los alimentos más populares y versátiles que podemos encontrar en el mercado. Ya sea en cuñas, en lonchas, en formato crema, rallado o en polvo, en todas las casas hay al menos una variedad de este alimento, que puede utilizarse para preparar elaboraciones más complejas, tanto dulces como saladas, como por sí solo o acompañado de un poco de pan. Toda una delicia.
Además de encontrarlo en distintos formatos, en las tiendas y supermercados también podemos encontrar quesos para todos los gustos, dependiendo de si proceden de leche de vaca, cabra u oveja y de su curación. Así, en el supermercado podemos encontrar quesos con un sabor más intenso, como el camembert o el cabrales, y otros con un sabor mucho más suave, como la famosa burrata italiana o el queso feta, y podemos encontrar también quesos con una textura dura, como el parmesano o el manchego, y quesos con una textura suave y cremosa, como el brie y el cottage. En definitiva: quesos para cualquier tipo de paladar.
A la hora de elegir un queso, no obstante, también podemos distinguir entre aquellos que son artesanales y aquellos que son industriales, aunque a veces nos quieran dar pato por liebre y vendernos los segundos como si fuesen los primeros. Por suerte, existen algunos trucos que pueden ayudarnos a diferenciar entre un queso artesano y uno industrial y con los que evitaremos que nos vuelvan a timar.
A la hora de diferenciar entre un queso artesanal y un queso industrial, ya sea de cabra, vaca u oveja, debemos fijarnos en aspectos clave como el color, el olor, la textura y el aspecto, además, claro, del propio sabor.
Los quesos artesanales, independientemente de su origen o variedad, huelen. Aunque el olor no sea el mismo, cada uno de los quesos artesanos tienen un aroma, que puede ser ácido, rancio, recordar al amoníaco, a la leche, etcétera. En el caso de los quesos industriales, en cambio, el olor será inexistente o, en su defecto, dulce.
El color y el aspecto de los quesos también son muy distintos, al igual que su textura. Generalmente, los quesos artesanales suelen tener moho, porque es natural en este alimento, repartido de manera irregular, una corteza de un tono suave y distintas tonalidades entre el blanco y el amarillo, dependiendo del queso. Los quesos industriales, en cambio, no suelen tener moho ni imperfecciones, presentan un tono homogéneo, generalmente blanco, y o carecen de corteza o tienen una de una tonalidad muy brillante. Su forma, además, suele ser más estética que la de los quesos industriales, mientras que su textura suele ser más plasticosa y artificial.
No obstante, donde realmente se puede apreciar con todas luces y señales que un queso es industrial o artesanal es en el sabor. Y es que el sabor de ambos tipos de queso varía enormemente, ya que a la hora de producir los quesos industriales se utiliza leche pasteurizada mientras que, en los artesanales, se emplea leche cruda.
Como resultado, el sabor de los quesos artesanales es mucho más fuerte y tiene muchos más matices (ácidos, amargos, picantes, etcétera) que el de los quesos industriales que, tal y como señala el experto en quesos Xevi Miró en un vídeo de El Comidista de 2017, suele ser dulce para atraer a un mayor número de consumidores. Naturalmente, y a diferencia de los quesos artesanales, el sabor de estos quesos no suele permanecer en la boca, ni en la memoria: visto y no visto. Así que, si estás pensando en hacerte con una buena cuña para una cena o comida familiar, fíjate bien para que no te la den con queso.