A ver, responda. ¿Qué sabe usted de vinos? ¿Es un crack, sabe mucho, poco, regular, un poquito, se defiende, entre cero y menos diez? Aclaración: no hablamos de la teoría sino de la práctica. Usted, amable lector, podría aprenderse de memoria todas las denominaciones de origen del mundo, los miles de tipos de uvas, los procesos de vinificación e incluso el nombre de los hongos que atacan al corcho, los fenoles y los agentes microbianos como si fuera la lista de los Reyes Godos y no por eso sería capaz de identificar unos pocos vinos en una cata a ciegas. Créanos, que se lo decimos con cariño. Es literal. La pregunta ya se las trae, porque, ¿qué es eso de saber de vinos? ¿Quién realmente sabe de vinos si de acertar cuál es el que está en una copa servido desde una botella ciega se trata?
Es un ejercicio complicado como pocos. Ni siquiera las narices más adiestradas atinan. Resulta curioso de ver cómo en una mesa llena de notables del vino se guarda una prudencia tímida y conservadora a la hora de pronunciarse. Ejem, ejem, pase usted primero, parecen decir al compañero de al lado. Hablamos de catadores con muchos kilómetros a las espaldas, autoridades nacionales e internacionales en las asignaturas vinícolas, bodegueros, periodistas expertos y críticos renombrados que se han manchado los zapatos de viña en viña. Y nada.
El resultado es pobrísimo: apenas se aciertan algunos países de origen, alguna uva y se aproximan a una añada. Pero lo mejor es que no hay nada de lo que avergonzarse ni acomplejarse. Es un ejercicio de modestia que llevan con la naturalidad de la gente inteligente, que es la que sabe que pese a todo lo que sabe, aún sabe muy poco.
Si encima, un señor que se llama Quim Vila, socio de Siscu Martí en Vila Viniteca, uno de los establecimientos especializados de referencia en nuestro país, va oficiando con cierta mala leche, colocando trampas, cebos y tratando de engañar a la vista, el olfato, la memoria, al paladar y a la teoría, la tarea es imposible.
Si se sirve un espumoso, de burbuja fina y por acortar mucho, delicioso, en una mesa de veinte comensales hay quien se aventura a decir que es champagne, cava o un cremant. Aunque en realidad es un Ca´del Bosco Annamaria Clementi de Franciacorta, en la provincia de Brescia en la Lombardía italiana, con la chardonnay, la pinot blanc y la pinot noir reinando en la botella. Un Gran Caus de Can Rafols dels Caus de 2021 (xare-lo, Chenin Blanc, charnonnay) del Penedés puede ser identificado como un Loira y un Chateau Haut-Brion 2017 de Burdeos, es situado mayoritariamente en la apelación correcta pero solo un comensal acertará a identificar la bodega. Lo de las añadas, es para nota. Y así hasta el infinito.
Así que imaginen la dificultad de los 240 catadores (en 120 colleras) que van a participar en el XV premio Vila Viniteca de cata por parejas, el próximo 12 de marzo en el casino de Madrid. Es el concurso con la mejor dotación en premios económicos: 40.000 euros para las tres parejas clasificadas en las primeras posiciones. Catadores de España pero también de Francia, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Luxemburgo y Finlandia acuden al certamen.
Se registran por internet: las 120 plazas dobles se agotaron en cuatro minutos. La lista de espera daría para hacer varias entregas anuales. “Se trata de poner en valor la cultura del vino, de la que podemos presumir en nuestro país”, dice Vila, uno de los promotores. Cada pareja catará 14 vinos de todo el mundo. Los vinos son seleccionados por Vila y se guardan su nombres como un secreto de Estado. Incluso hace firmar a sus trabajadores un documento de confidencialidad.
Se sirven en copas Riedel de cata, de las que se utilizan más de 3.000 durante el concurso. Por descubrir el país de origen del vino obtienen 1 punto, la denominación de origen se premia con 2; la variedad de uva te concede 3 puntos; la añada otros 3; adivinar el elaborador suma 3 más e identificar la marca otros 2. Quien más suma, gana.
Los vinos de 2022 llegaron desde La Rioja, Priorat, Toscana, Corpinnat, Valdeorras, Mosel-Saar Ruwer, Alsacia, Champagne, Chile, California, Washington, Tokaj o Empordá. Y en el jurado figuran expertos como Xandra Falcó, Fernando Gurucharri, José Peñín, Juan Muñoz o Jordi Segura. Los vigentes campeones son Boris Olivas y Alberto Ruffoni, ambos de Madrid, sumilleres especializados.
Si le atrae el mundo del vino más allá de disfrutar plácidamente de una copa sin mayores complicaciones, si tiene curiosidad en definitiva, hay muchas formas de iniciarse y de progresar. Cursos, lecturas y práctica. Como ocurre con cualquier cosa en la vida, el conocimiento mejora el disfrute. Pero no se trata de obsesionarse con identificar un Yarden Rom de Galilea o una pinot noir neozelandesa. Eso es otra cosa. Beba -con moderación- y ponga en juego lo aprendido y, sobre todo, deje libre a la memoria, que ahí está casi todo. Y complejos, fuera. Nadie es infalible en este difícil ejercicio de identificar un vino.