El agua del grifo en España se considera apta para el consumo, no tiene contaminantes y cumple con todos los estándares de calidad establecidos por la Unión Europea. Pero por mucho que nos lo digan, siempre queda la duda de si sería mejor filtrarla.
Antes de tratar de aclararlo, conviene conocer qué agua sale de nuestros grifos. Un reciente estudio de la OCU ha identificado aquellas localidades en las que el agua del grifo es dura. Son zonas en que el sabor es diferente y lo habitual es beberla embotellada, con una mineralización débil o muy débil. El agua de Madrid, por ejemplo, es una de las mejores del país, junto a Burgos, Vigo, San Sebastián y Las Palmas. La OCU ha calculado que el aprovechamiento del grifo para beber y cocinar supone un ahorro de más de 440 euros al año.
En Zaragoza, Ciudad Real o Palma de Mallorca el agua es también potable, pero la OCU aporta algunos matices en cada una de estas ciudades. En Zaragoza detectó un elevado número de microorganismos aerobios y coliformes, un tipo de bacterias que podrían ser perjudiciales para la salud. En Ciudad Real se detectaron trihalometanos, mientras que en Palma de Mallorca se encontró que el agua es muy dura y muy mineralizada.
Por lo demás, el agua del grifo varía según la meteorología, el contacto con los minerales que encuentra a su paso o la compañía que la distribuye. Y según la zona donde vivamos, puede tener un sabor u otro, sin que eso signifique que sea peor o mejor.
Los estudios de la OCU dan por buena la opción de colocar un filtro en el grifo o en una jarra para purificarla y filtrada. Con este sistema, el agua pasa por un cartucho filtrante que está dentro de la jarra y se recoge en un depósito inferior. El cartucho contiene diferentes materiales granulares y retiene compuestos no deseados. Especialmente en zonas en las que el agua del grifo es muy dura o tiene mal sabor, la jarra purificadora puede mejorar el gusto. No hay nada, por tanto, que impida el uso de jarras filtrantes o purificadoras como medida segura y sostenible, siempre que se sigan algunas indicaciones.
No obstante, no existe un criterio científico unánime y el investigador José Miguel Mulet, catedrático de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia nos ofrece su propio criterio. En primer lugar, desmiente esa idea de que el agua del grifo sea menos sana. "Es perfectamente sana. Los filtros en algunos casos pueden quitar la dureza del agua (calcio y magnesio) y algunos minerales. Para algunos consumidores, eso mejora el sabor". Nada más.
Además, aclara que estos minerales no son perjudiciales para la salud. "Lo que no tiene sentido - advierte- es quitar el magnesio y el calcio del agua y luego comprar suplementos de magnesio y calcio, que es lo que hace mucha gente". Desmiente también otra de las creencias más comunes, que es pensar que al quitar la dureza del agua, único cometido de la jarra, vaya a repercutir en nuestra salud.
En cuanto al sabor, tampoco cree que exista motivo para poner filtro a la jarra. "Hay quien dice que el agua filtrada tiene mejor sabor, pero eso va en el gusto de cada uno. También tiene menor sabor, ya que por el simple hecho de estar en una jarra el cloro se evapora, pero se evaporaría igualmente sin filtrarse".
En su opinión, el principal problema de los filtros es que a la larga pueden contaminarse con hongos y bacterias. "Esto -añade- es especialmente preocupante en verano si el filtro no está en la nevera y si no lo cambiamos con regularidad".