Con casi 600 millones de seguidores, Cristiano Ronaldo tiene una capacidad de influencia incuestionable. Nos vende con la misma soltura champú, cosmética, calzado, ropa interior o saltos de cama. Ya lo demostró cuando apartó una botella de Coca-cola de una de sus ruedas de prensa. Con su último patrocinio, una marca de agua -URSU9- con supuestos beneficios para la salud, una parte de la comunidad científica ha puesto el grito en el cielo. Ni es antioxidante ni los beneficios de su alcalinidad están suficientemente probados, según un artículo publicado por los expertos de El Comidista, la web gastronómica de El País. Además, la misma agua, con idénticas características, se encuentra en el supermercado a mitad de precio.
Su impacto, sin embargo, nos ha servido para rescatar el agua, envasada o del grifo, ponerla en valor y ver sus diferencias con ayuda de voces autorizadas. Hacía falta porque, a pesar de ser el oro azul de nuestras mesas, el 70% de los hombres y el 81% de las mujeres en España no llegan a los dos litros diarios de agua que aconsejan las autoridades de la salud. Son datos del Instituto de Investigación Agua y Salud (IIAS) que, de paso, nos ayuda a diferenciar unas aguas de otras, su composición y si aportan o no algún beneficio para la salud.
Es la primera que nos asalta cuando llegamos a las estanterías del supermercado. Sonia González, dietista nutricionista clínica y deportiva, nos aclara que "el agua del grifo es perfectamente válida, tiene suficiente cantidad de minerales y es perfectamente segura para nuestra salud". Matiza que existen excepciones. "Por ejemplo, en caso de contaminación de los suelos de una determinada región. Pero en la mayoría de los casos es igual de buena que la embotellada. Creer que la envasada e mejor se debe a que la industria se ha encargado de hacernos pensar que es así".
González aprovecha para recordar el bulo que lleva a beber solo cuando se tiene sed. "Cuando se activan los mecanismos fisiológicos que desencadenan la sensación de sed, probablemente llevemos ya un tiempo deshidratándonos, desencadenando efectos negativos para el correcto funcionamiento de nuestro organismo". Su apreciación es especialmente interesante en edades avanzadas, puesto que es común que disminuya la percepción de sed. El agua regula la temperatura corporal, lubrica nuestras articulaciones, ayuda a transportar los nutrientes para darle energía y es necesaria para la excreción de metabolitos.
Según el IIAS, la principal diferencia entre un agua envasada y la que sale del grifo está en que la primera es agua mineral pura desde su origen, siempre subterráneo. Procede del agua de lluvia o nieve y durante años se ha ido filtrando lentamente entre las rocas, adquiriendo su mineralización y formando acuíferos. Su composición química y microbiológica permanece constante y está protegida de contaminación. Además, se envasa a pie de manantial sin pasar por ningún tipo de tratamiento químico o microbiológico antes de llegar a la mesa. Son aguas que se rigen por una legislación muy estricta. Es un producto sano, seguro y de calidad. Son 100% naturales, no contienen productos químicos, como podría ser el cloro con el que se trata el agua del grifo.
El agua corriente tiene una composición variable según el clima, las tuberías por las que corre o los productos que se utilizan en su proceso de potabilización. Estos factores confieren a cada agua un sabor particular y características específicas. Lo que es seguro es que, en general, en España se puede beber el agua del grifo de calidad y sin ningún riesgo.
En España existen más de un centenar de aguas de bebida envasadas, cada una con sus matices y cualidades. Qué nos indica su etiquetado:
El simple hecho de penetrar en nuestro organismo por vía digestiva, el agua mineral natural aporta beneficios fisiológicos, según el IIAS, pero varían en función de su composición química. 'El libro blanco de las aguas de bebida envasadas', editado por la Asociación Nacional de Empresas de Aguas de Bebida Envasadas (Aneabe), resume así su impacto sobre la salud:
Efectos diuréticos. Todas las aguas con mineralización inferior a 1 g/litro, que son la mayor parte de las envasadas sin gas, pueden consiguir una eliminación de líquidos superior a la dosis de agua ingerida. Las de mineralización muy débil (hasta 50 mg/l de residuo seco), convenientemente dosificadas, facilitan la producción volumétrica de orina. Pueden estar indicadas para la eliminación de cálculos renales y para personas con hipertensión. En las aguas de mineralización fuerte destaca el aporte de calcio y magnesio.
Digestiones menos pesadas. Las agua bicarbonatadas o alcalinas (más de 600 mg/l de bicarbonatos) facilitan la digestión y neutralizan la acidez de estómago. Producen también una mejor respuesta glucémica, por lo que podrían ser las más aconsejable en caso de diabetes.
Las aguas sódicas (más de 200 mg/l de sodio) son digestivas si se acompañan de bicarbonato. Las carbónicas o con gas (más de 250 mg/l de anhídrido carbónico) estimulan el apetito y facilitan la digestión.
Control del colesterol. Un estudio del CSIC dirigido por la doctora María Pilar Vaquero observó que ingerir medio libro de agua carbonatada durante la comida reduce los lípidos en la sangre durante la digestión, controlando así el riesgo de enfermedad cardiovascular. Además de reducir el colesterol y la glucosa, este agua mineral carbónica modifica el PH de la orina y disminuye las pérdidas de calcio.
Prevención de la osteoporosis. Las aguas cálcicas (más de 150 mg/l de calcio) consiguen que el calcio se absorba bien por el organismo, contribuyendo a la mineralización de huesos y dientes. Se recomienda a ancianos y puede ser especialmente interesante en personas no consumidoras de lácteos.
Mineralización de huesos y dientes. Es el efecto de las aguas fluoradas (más de 1 mg/l de fluoruros), convenientemente dosificadas, y las magnésicas (más de 50 mg/l de magnesio). Estas últimas pueden también resultar ligeramente laxantes y ayudar a combatir el estrés.
Apoyo en caso de alteraciones renales, hipertensión o retención de líquidos en personas mayores. En este caso son las aguas hiposódicas (menos de 20 mg/l de sodio) las que podrían beneficiar a quienes sufren estos trastornos.
¿Sirven para cuidar el corazón? Sonia González recuerda lo crucial que resulta una alimentación sana y controlada en sodio resulta crucial. Pero indica que solo en casos de enfermedad cardiovascular muy severa que requieren control hospitalario exhaustivo hay que reducir todas las fuentes dietéticas de este mineral (incluida el agua rica en sodio). "Para el resto de dietas bajas en sodio, se ha demostrado que la proporción de este mineral que ingerimos a través del agua es muy pequeña, por lo que no es necesario restringir su consumo. Advierte, además, que el aporte de sal en nuestra alimentación proviene fundamentalmente de los alimentos procesados, pan, encurtidos, conservas, aparte del salero.
Como conclusión, con más de 25.000 manantiales registrados en la Base de Datos del Instituto Geológico y Minero, podemos asegurar que sería imposible encontrar dos aguas exactamente iguales o destacar una excepcionalmente buena.