Cada artículo que publico con contenidos relacionados con los vegetarianos deriva en una buena ristra de mails y mensajes de lectores y amigos contrariados. Suelen recriminar a las personas que deciden alimentarse solo con determinados alimentos una especie de dictadura de lo correcto. Les atribuyen (y a servidor que lo escribe) la voluntad de querer cambiar los hábitos de vida de los españoles, les imputan delitos contra el bendito chuletón y los colocan directamente en el bando de los malos (aunque no sepamos quiénes son no los buenos ni los malos). Si el artículo incluye alusiones a la contribución del vegetarianismo a la lucha contra el cambio climático entonces es ya el acabose. Tal es el prejuicio y la desinformación rampante respecto a qué hacen y por qué lo hacen. Cierto es que hay radicales que con el dedo acusador vegano tratan de expulsar a los impíos cárnicos del paraíso, con una superioridad moral inexplicable. Pero no es menos cierto que en el bando carnívoro también habitan almas que consideran que no ingerir carne convierte a la gente en sospechosa de algo y en subversiva. Es una manifestación más de la polarización de estos tiempos que vivimos peligrosamente. Rábanos contra chuletas.
A quien firma esta pieza, omnívoro militante, le llaman la atención reacciones tan coléricas. Y prende aún más la curiosidad para conocer argumentos y motivaciones del bando verde, al que, con suma ligereza, se le atribuyen también uniformes militancias ideológicas cuando no políticas. Pues spoiler: vamos a hablar de alimentación vegetariana, con todos sus perejiles porque esta semana hemos celebrado en el planeta el Día Mundial de Vegetarianismo, que también tienen derecho. Se calcula que hay más de 600 millones de veganos en el mundo y que el mercado, que cada vez ofrece más productos veganos y más innovadores, seguirá creciendo por encima de los dos dígitos anuales.
De entrada y sin que nadie infarte -que no hay necesidad- sepan que no solo existen los vegetarianos clásicos (que no comen ningún tipo de carne ni de pescados o mariscos), sino que hay al menos siete categorías más.
Los veganos además de no ingerir ni carne ni pescado tampoco comen productos de origen animal como la miel, los huevos o los lácteos. Los crudiveganos o crudívoros excluyen todos los alimentos que necesitan ser sometidos a una cocción para su consumo y se alimentan de vegetales, frutas, legumbres, semillas y cereales 100% crudos. Están los frugívoro-vegetarianos, que se alimentan exclusivamente de bayas y frutos secos. El ovo-lacto-vegetariano incluye el huevo y los derivados de los lácteos en su dieta mientras que los lacto vegetarianos llevan una alimentación vegetariana pero añaden derivados de los lácteos como la leche, la mantequilla y el queso, pero no el huevo. Y, al fin, los API vegetarianos, que no comen casi de nada pero sí consumen miel.
Existen además otras categorías que no son exactamente vegetarianos. Los flexitarianos -que no son una confesión religiosa del lejano oeste – suelen llevar una alimentación vegetariana pero de vez en cuando comen carne o derivados de productos animales. Y los pescetarianos, que se alimentan exclusivamente a base de pescado. Se calcula que un 3% de la población mundial lo hace.
Ya ven, tiempos modernos, tiempos complejos. No hay un solo motivo para ser vegetariano o ceñirse a una de sus variedades. Hay quien lo hace porque considera que es una dieta más saludable, otros porque protegen la vida animal y cada vez más agregan motivos relacionados con la sostenibilidad de los recursos y, por ende, del planeta. Para otros es una filosofía de vida. Y muchos se alimentan así porque les da la gana. El término proviene del latín. Vegetus significa completo, sano, vivaz o fresco. Por ahí va la cosa. Un dato más, Estatista ha elaborado un ranking de las diez mejores ciudades para los vegetarnos atendiendo a los restaurantes y establecimientos especializados así como a los eventos y la cultura que pivota en torno a esta elección alimenticia. Londres, Berlín, Munich,Viena, Glasgow, Zurich, Palma de Mallorca, Los Ángeles y Ciudad de México. Esas son y por ese orden.
Diferentes estudios acreditan que la tendencia a la alimentación veggie crece en todo el mundo, aunque desigualmente. En la encuesta de Statista Global Consumer Survey de 2022 el 7% de los británicos se declaran vegetarianos, en EEUU un 5,4%, un 3% en México y un 2,4% en España. Pero las cifras no son coincidentes de uno a otro estudio, posiblemente contaminadas también por las deferentes prácticas alimenticias, que dificulta homogenizar un resultado. La consultora Lantern en su informe The Green revolution ha observado una evolución en España desde el 7,8% de la población española que se declaraba veggie hace cinco años a un 9,9% de los encuestados a día de hoy: diez de cada cien personas. Y otro estudio de Smart Protein con encuestados en diez países europeos, entre ellos España, detecta una tendencia hacia la reducción del consumo de carne en todos ellos.
Noemí Rodríguez, autora del blog Viviendo consciente detalla los motivos por los que sigue una alimentación basada en los vegetales. Y es un ristra considerable, meditada y asumida: porque es una alimentación más saludable, porque siente que protege a los animales, porque considera que es una alimentación más respetuosa con el medio ambiente al reducir el gasto del agua, la utilización de una menor superficie de suelo elimina gases invernadero, evita contaminaciones en acuíferos y frena la deforestación de las selvas. Añade más motivos: “A partir de más o menos un año después de empezar con la alimentación vegetariana empecé a notar más claridad mental, capacidad de concentración y energía”. Considera Noemí Rodríguez que su hábito está relacionado también con la dignidad, la no violencia y la espiritualidad.
De alguna forma, el pensamiento de la bloguera resume y condensa lo que sienten y piensan muchos veganos. Aunque los motivos se bifurcan y llegan a miles: hay quien lo hace por ética, como protesta social, por solidaridad con la tierra, por compasión, espiritualidad o porque en el camino conectan con Ghandi contra el especismo. Incluso hay quien se hizo vegetariano escuchando a grupos punk como Crass o Conflict, que abordan esta temática en sus letras, a Morrisey o repitiendo en bucle el Animal kingdom de Prince. Cada uno tiene la suya y no necesitan explicarla. Y tan felices celebran su día mundial con una ensalada de escarola o un variado de bayas y cacahuetes.