Históricamente, la cerveza se consumía a temperatura ambiente debido a la falta de métodos de refrigeración. Con la llegada de la revolución industrial y el desarrollo de la tecnología de enfriamiento, se hizo posible servir la cerveza fría, lo que rápidamente se convirtió en una preferencia global. En climas cálidos, una cerveza fría no solo es refrescante sino que también ayuda a mitigar el calor, aumentando su atractivo.
La preferencia por beber cerveza fría no es solo una cuestión de gustos personales o costumbres locales, sino que resulta que también tiene fundamento científico que justifican por qué este elixir se disfruta más a bajas temperaturas -y seamos sinceros, a nadie le gusta tomarse la cerveza caliente-. Estas son las razones detrás de esta preferencia y de por qué la temperatura afecta al sabor de la cerveza.
Una de las principales razones por las que la cerveza sabe mejor fría tiene que ver con la forma en que las moléculas de agua y etanol se agrupan a diferentes temperaturas. Investigadores de la Academia de Ciencias de China han descubierto que a bajas temperaturas, el etanol forma estructuras moleculares más complejas y piramidales, mientras que a temperaturas más altas, el etanol tiende a organizarse en cadenas. Estas estructuras afectan significativamente la percepción del sabor.
A medida que la temperatura del líquido aumenta, las moléculas de etanol se separan y se dispersan, lo que intensifica el sabor a alcohol. Esto puede hacer que la cerveza caliente tenga un sabor más fuerte y menos agradable. En cambio, a bajas temperaturas, las estructuras piramidales de las moléculas de etanol interactúan de manera diferente con las papilas gustativas, lo que se traduciría en un sabor más suave y agradable.
A esto hay que añadir el papel crucial de nuestro órgano receptor del sabor, es decir de las papilas gustativa. La sensibilidad de estas papilas varía con la temperatura. Cuando las papilas están frías, su capacidad para percibir ciertos sabores se reduce. Esto es particularmente relevante para bebidas como la cerveza, donde la percepción de sabores amargos y fuertes puede ser menos pronunciada a temperaturas más bajas.
La última pieza de este complejo puzle que es la percepción del sabor sería el sentido del olfato, que trabaja en conjunto con las papilas gustativas para crear la experiencia completa del sabor. Las temperaturas frías pueden minimizar los aromas más volátiles del etanol, contribuyendo a una experiencia de sabor más equilibrada y placentera .
La temperatura óptima para servir la cerveza varía según el tipo de cerveza:
A todo esto también hay que añadir el hecho de que el marketing también ha jugado un papel importante en la popularización de la cerveza fría. La imagen de una cerveza helada en un día caluroso es una poderosa herramienta de marketing que ha influido en las preferencias del consumidor. Las campañas publicitarias a menudo destacan la frescura y la capacidad de la cerveza fría para refrescar, consolidando aún más esta preferencia en la cultura popular.