Continuamos con nuestro homenaje a los bares en forma de serie de artículos sobre los bares del estudiosos Jose María Espinosa, esta vez para hablr de los tipos de clientes y, sobre todo, de uno muy especial: el cliente fijo.
Atendiendo al tipo de clientela, los bares se dividen en bares con clientela fija y bares con clientela esporádica. Si bien estos últimos pueden llegar a convertirse en negocio rentable durante un tiempo, hay que decir que más temprano que tarde están inevitablemente destinados al cierre; ésta es una de las diferencias fundamentales entre ambos grupos, y es que los bares con clientela fija constituyen la columna vertebral, la esencia de la idea, el bar en sí mismo. Por el contrario, los bares con clientela esporádica son bares fugaces, con una función limitada en el tiempo, y complementaria y subordinada a la importantísima labor social para la que han sido llamados los primeros.
Como es sabido, el hombre es animal de costumbres. El cliente fijo no deja de ser, en el fondo, una expresión más de este hecho, y podríamos definirlo como "aquel cliente cuya existencia adulta transcurre mayoritariamente en un bar". Esto no quiere decir que el cliente fijo sea persona de un solo bar, pero sí de un número escaso en cada punto de la historia de su vida; tres o cuatro, a lo sumo, simultáneamente.
Igualmente, los bares que frecuenta el cliente fijo pueden ir variando a lo largo del tiempo, siendo las causas más habituales de cambio de bar las discrepancias irreconciliables con el hostelero o con alguno de los otros clientes fijos, normalmente por razones de escasísima importancia para un observador externo. También, aunque en menor medida, son causas de cambio de bar el cambio de propietario, el cambio de camarero, el cambio de decoración, por leve que ésta sea, o en general, cualquier pequeña modificación del entorno al que el cliente fijo esté acostumbrado. Porque el cliente fijo, una vez alcanzado el estatus de tal, siente el derecho de participar también en las decisiones que legalmente competen al propietario, y se ofende si no se cuenta con él en todo aquello que concierne a "su" bar.
El conjunto de clientes fijos de un bar con clientela fija actúa de facto como un Consejo de Administración, con las mismas facultades y poderes. Mal hará el hostelero que no tenga en cuenta esta sensibilidad, ya que se arriesga a perder el auténtico sostén diario de su negocio. A pesar de este componente maniático e inestable, el bar le debe mucho al cliente fijo. Su papel ha resultado tan imprescindible, que pensamos que el bar no sería el bar sin su concurso. Dedican gran parte de las ganancias de toda su vida a consumir en sus bares, y por ello, hoy le dedicamos esta merecidísima entrada en la sección.