Todos tenemos en casa una cristalería y a todos se nos ha roto, al menos, una copa. Organizas una comida, pones la mesa y falta una. Rabia e impotencia a partes iguales. Antes de ir a comprar otro juego completo, espera. Hemos hablado con una sumiller que nos ha contado las alternativas a la copa de toda la vida con las que no perderás ni el sabor, ni el aroma, ni la textura de un buen vino.
Es cierto que las copas son la mejor opción a la hora de beber vino, pero no siempre la única. La copa mantiene los aromas nítidos y es agradable al tacto del labio. Comúnmente se recomienda beber en copa para que se mantenga lo máximo posible la temperatura.
“Al no tocarse el cristal o vidrio en el que está el caldo – la copa se agarra siempre por la peana - se mantiene mejor la temperatura”, explica Carmen Garrobo, Presidenta Asociación de sumilleres profesionales de Madrid (Asumad) y directora de la escuela española de cata.
Guarda las mismas características de una copa pero no tiene la peana. “Es una opción muy práctica para tener en casa”, explica la sumiller. “Es cierto que el caldo se calienta antes pero sirve igual para agua, cerveza o un buen vino. Además es mucho más fácil de guardar y difícil de romper”, añade.
El tacto en boca es fino, siempre y cuando sea de un cristal de calidad. “Esto provoca que el caldo se saboree mejor y de más placer en boca. Cuanto más fina sea, mejor. Eso sí, nunca se debe llenar más de un cuarto de vaso de vino”, apunta la directora de Asumad.
El vaso de barro es una opción perfecta para comidas al aire libre. “Es verdad que no se aprecia el color del vino y que el tacto en boca no es el mismo pero mantiene la temperatura fría y estable –mucho mejor que una copa-”, cuenta Garrobo.
Eso sí, es fundamental que el vaso esté esmaltado “para que no transmita aromas y sabores. Para que se respete el producto que puede ser blanco, tinto o rosado, sin distinción alguna”, explica la directora.
Favorece el aireado del caldo y se obtiene un vino más abierto. “Al final se produce un doble escanciado del vino. Primero cuando pasa de la botella al porrón y después cuando se bebe, al menos a 25 centímetros de la boca”, expone la experta.
Lo que debemos tener claro es que el porrón no es para apreciar la calidad del caldo. “Se toma a pequeños sorbos y para sacar las notas que nos aporta debemos mantenerlo en boca, si no es solo pura diversión”, añade.
Es un objeto muy arraigado a Galicia y allí se llama cunca. Permite una rápida oxigenación y concentración de aromas al acercar a boca. “Es el recipiente típico para los ribeiros. Suele ser blanco y se echa poca cantidad. Potencia el color de la juventud de un vino de este tipo”, comenta Carmen Garrobo.
Tradicionalmente se utilizaba este vaso como medida y se debía tomar de un solo trago. “Un chato debe llenarse como mucho dos dedos y se debe beber rápido para evitar que se caliente”, cuenta la sumiller.
Chatear está de moda pero no dejes que te engañen. “Una copa multiplica dos veces el tamaño de un chato, por lo tanto si en un establecimiento cobran lo mismo por una copa de vino que por un vaso, exige siempre una copa”, concluye la directora de Asumad.