Ni engorda más que el tinto ni se hace solo con uva blanca: ocho mitos falsos sobre el vino blanco
Circulan ideas preconcebidas y erróneas sobre que el vino blanco procede exclusivamente de uvas blancas
También se cree que todos son iguales y que siempre son ligeros y suaves
En casi todas las regiones de España se producen una altísima y rica variedad de vinos blancos que se han ido mejorando año tras año
En ocasiones ciertas bebidas cargan con una fama negativa que no merecen. Es el caso del vino blanco. Desde Uppers vamos a desmontar los falsos mitos sobre el vino blanco. Primero porque nos gusta, a varios más que el tinto, y segundo para darle el protagonismo que merece.
A día de hoy no se ha podido demostrar cuándo se empezó a producir vino blanco o tinto por primera vez. En 1986, en los Montes Zagros de Irán se encontró una vasija procedente del Neolítico y en su interior se hallaron restos relacionados con la crianza del vino. De este modo se calcula que el origen podría fecharse en el año 5.000 a. C. Es el dato que más se aleja de nuestra época. A partir de aquí, se tiene certeza de que los egipcios, los griegos y los romanos producían vino, aunque muy distinto al que degustamos ahora.
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Durante muchos años se han ido transmitiendo de boca a oreja ideas falsas sobre el vino blanco que enturbian sus propiedades y sus características frenando su consumo y su disfrute. A continuación, desmontamos los ocho mitos sobre el vino blanco más significativos:
1. El vino blanco se produce a partir de uva blanca exclusivamente
Totalmente falso. Es más, el vino blanco se obtiene tras la fermentación alcohólica de una pulpa, que no tiene color, de uvas tanto blancas como negras. Se trata del único vino que se puede elaborar con todo tipo de uva. Un ejemplo es el blanc de noirs, un vino francés que se produce mezclando uvas blancas y tintas o solamente tintas.
2. El vino blanco es más ligero que el tinto
Aunque en general los blancos sean más ligeros por la maceración y el proceso de elaboración, ciertos vinos blancos son tan potentes como los tintos porque también depende de la intensidad de la uva. Algunos vinos blancos adquieren gran potencia tras una crianza en madera o un largo envejecimiento en botella. Se convierten en caldos más reposados, con mayores matices, redondos, cremosos y envolventes, sin la frescura y acidez típicas de los tradicionales.
3. El vino blanco se debe maridar siempre con pescado
Nada más lejos de la realidad. Algunos vinos blancos, como los que acabamos de explicar, maridan perfectamente con carnes, con guisos potentes de aves, con patés o con sopas. Los sauvignon blanc o los rieslings de Alsacia y Alemania acompañan de maravilla a las recetas de cerdo, a carnes grasas y a preparados con salsas consistentes.
Incluso los vinos elaborados con uvas pinot gris y verdicchio encajan con platos especiados y hasta con los picantes. En cuanto a esos otros vinos más frescos y frutales no solo deben consumirse con pescados y mariscos, sino que son perfectos para degustar quesos untosos, pero con fuerza como el brie y con algunos curados.
4. Los vinos blancos son todos iguales
Hay tanta variedad de uvas con las que se producen los blancos como con los tintos. Igualmente alcanzan matices, sabores y aromas según la crianza y la elaboración. En España destacan los de Rueda (Valladolid), donde se emplea la uva verdejo o sauvignon blanc, que aportan elegancia y un sabor frutal y goloso. En Galicia, en las Rías Baixas, se elabora el albariño, aromático, con amargor y una acidez muy característica. En La Mancha se emplea la uva airén de cepas centenarias que aportan personalidad y potencia.
En el Bierzo y la Ribera Sacra se planta la uva godello que transfiere al vino unos toques aromáticos y minerales que invitan a degustar con carnes. En el sur de España la estrella es la uva palomino fino característica de los vinos finos y las manzanillas. También se cultiva uva para vino blanco en La Rioja, con la variedad viura como la más típica y tradicional o con tempranillo blanco. Igual maridan con los platos típicos de los tintos por su fuerza y su potencia. En el País Vasco deslumbran los vinos txakolis, a partir de la uva hondarribi zuri. Y, por último, entre otras zonas, en Cataluña se cultiva la garnacha blanca, que aporta cuerpo, sabores minerales, elegancia y potencia.
5. Los vinos blancos, siempre muy fríos
En el caso de los vinos más jóvenes la temperatura de consumo óptimo que reclaman no tiene que superar los 8ºC. Son caldos ácidos que soportan bien el frío y no provoca que se camuflen sus cualidades organolépticas. Otros vinos blancos con crianza sí se beben menos fríos para que se aprecien distintos aromas y sabores más complejos. Aunque la temperatura máxima a la que deben servirse es a 12ºC.
6. El vino blanco es malo para la salud
Cualquier bebida con alcohol está contraindicada para la salud, pero es aceptable un consumo muy moderado. En concreto el vino blanco es antioxidante, es rico en ácido fenólico, en minerales como potasio, flúor o fósforo y es bajo en calorías en comparación con otras bebidas con alcohol.
7. El vino blanco engorda más que el vino tinto
En realidad, todas las bebidas con alcohol engordan precisamente por su contenido en alcohol. El vino blanco tiene más calorías con 70 kilocalorías por cada 100 mililitros frente a las 63 kilocalorías del tinto. Se debe a su mayor concentración de azúcar, pero la diferencia entre ambos caldos al respecto es insignificante.
8. El vino blanco sienta peor que el vino tinto
La reacción del organismo tras la ingesta no moderada de bebidas alcohólicas genera malestar, dolor de cabeza y estomacal…. El vino tinto, en promedio, incorpora más graduación que el blanco por tanto este último sentaría mejor. No obstante, lo indicado es disfrutar del momento con la prudencia suficiente como para que nunca lleguen a producirse molestias.