Marcos, farmacéutico de 53 años, casi había olvidado cómo se echa una carta al buzón, pero nos cuenta sonriendo que es un hijo obediente y este año no le ha quedado más remedio que escribir unas tarjetas de felicitación al dictado de su madre, Emilia, profesora jubilada de 83 años y vecina de Aranjuez (Madrid). "Padece artrosis y la rigidez en las manos le dificulta la escritura. Siempre ha tenido una buena letra y le fastidia que ahora le salgan solo garabatos", dice. Esto significa que, además de escribir, tiene que hacerlo con una grafía excelente, ya que la vista no le falla y como censora es implacable.
Va por la tercera y cree que al menos le quedan otras seis o siete. En cuanto las termine, y siguiendo las instrucciones de Emilia, que le acompañará, se dirigirá a una oficina de Correos cercana a su domicilio para que las sellen y ensobren.
La artrosis no le impide a esta profesora retirada usar el WhatsApp sin dificultad y también el ordenador, pero se niega a utilizar tecnología para algo tan emotivo como una felicitación navideña. "El papel le resulta un gesto más cariñoso y sensible que un mensaje virtual", justifica Marcos. Dos van dirigidas a los dos únicos hermanos que le quedan y el resto a algunas amistades. Una de ellas llegará a una residencia de León en la que se encuentra su amiga Clara.
Aunque parece una costumbre que agoniza, hay muchas personas que quieren continuar con esa tradición, sobre todo mayores, y puede que sea uno de los gestos que más aprecien en Navidad, según nos explica Elena Delgado Cano, psicóloga de la ONG Adopta un abuelo y una de las coordinadoras de la campaña La felicidad llega en un sobre. "Es algo hermoso que hace sentirse especial a quien la recibe al saber que alguien se tomó la molestia de pensar y sentarse a redactar algo expresamente para él".
Dos millones de mayores viven solos y 360.000 en residencias. El 60% de ellos no recibirá ninguna visita, según esta ONG, pero sí algunas de las 170.000 cartas enviadas por sus voluntarios. "Son cartas escritas desde el cariño que alivian la soledad de estas personas y, de paso, conectan generaciones", añade Delgado.
Es verdad que en la red hay infinitas propuestas para felicitar la Navidad. Unas son más originales, otras más divertidas, otras más tiernas… Todas cumplen bien su propósito, pero generalmente se deposita en ellas poco entusiasmo, tanto en su emisión como en su recepción. La tarjeta manuscrita, sin embargo. es inigualable. Estimula la imaginación, refuerza la memoria y promueve un procesamiento de la información más profundo, según los resultados obtenidos por el equipo de la neurocientífica Audrey van der Meer, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega.
En su opinión, el uso de lápiz y papel permite que el cerebro tenga más "ganchos para colgar" los recuerdos y activa las áreas sensoriomotoras del cerebro por la presión del lápiz sobre el papel, el sonido al escribir y la revisión de las letras que se van escribiendo. El escritor británico Simon Garfield opina que el manejo del papel aporta una integridad a las cartas que no existe en ninguna otra forma de comunicación. Son detalles que corrobora Marcos, ahora que él también, gracias al imperativo de su madre, le está cogiendo gusto a esto de escribir a mano y reconoce que le gustaría encontrarse algún christmas en su buzón.
Una investigación de Royal Mail, el servicio postal británico, concluyó que al 72% de las personas les ilusionaría recibir tarjetas de Navidad como una señal clara de lo mucho que debía de importarle al remitente para hacer tal esfuerzo. Solo el 6% preferiría un saludo a través de las redes sociales.
Las primeras tarjetas, tal y como hoy las conocemos, nacieron en 1843 como una sagaz idea de Sir Henry Cole, un algo funcionario de la Oficina de Registro Público del Reino Unido (lo que después fue Correos). Abrumado por la necesidad de responder a todas las cartas que le llegaban por estas fechas de parte de sus conocidos, tuvo la idea de crear tarjetas de Navidad junto a su amigo John Horsley, artista. Añadiendo la firma y unas palabras, cumplían su cometido.
Las vendieron por un chelín cada una y resultaron un éxito. El ferrocarril favoreció que la gente corriente, y no solo la adinerada, se pudiese permitir el envío por correo. Además, en 1870 el costo se redujo a la mitad. A principios del siglo XX el intercambio de tarjetas ya se había vuelto costumbre en buena parte de Europa. De esa época viene la creencia de que la primera tarjeta que se recibe con la imagen de los Reyes Magos traerá suerte durante el año nuevo si se deja en la entrada de la casa.
Micaela di Leonardo, antropóloga de la Universidad de Yale, destaca que, a medida que la industrialización provocó la dispersión geográfica de las familias, las mujeres fueron asumiendo esa responsabilidad de mantener la conexión con los parientes. "Las tarjetas navideñas permitieron cuidar esas relaciones entre familiares, incluso los más lejanos".
El hábito favoreció el auge del negocio, pero la masificación trajo también cierto descuido en su estética y provocó serias críticas en las revistas de decoración de la época. La tecnología fue mejorando su calidad y su diseño se convirtió en un desafío para los artesanos y los profesionales de la publicidad que consiguieron hacer de la tarjeta un elemento imprescindible de la Navidad, una manera muy creativa de expresar personalmente los buenos deseos.
En Estados Unidos, las primeras postales navideñas modernas fueron creadas en la segunda década del siglo XX por Joyce C. Hall, un emprendedor de origen humilde que levantó, junto a su hermano Rollie, el imperio Hallmark Cards. Cambiaron las pequeñas tarjetas de cartón por unas de mayor tamaño y más adecuadas para personalizar los sentimientos. Desde entonces, es uno de los símbolos más representativos de la Navidad. Igual que el árbol, el turrón o los villancicos, es un modo de apelar a ese espíritu de buena voluntad, amistad y paz, un rito que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, igual que la propia Navidad, entrelazada con otras tradiciones, leyendas, culturas y los avances tecnológicos.
En la década de los 40, muchas organizaciones sin ánimo de lucro decidieron recaudar fondos incluyendo su logotipo y una imagen inspirada en su misión. Unicef diseñó su primera tarjeta en 1949 con el dibujo de una niña checoslovaca cuyo pueblo había recibido alimentos y medicinas de la institución tras la Segunda Guerra Mundial.
Los estadounidenses compran unos 1.600 millones de tarjetas navideña al año y en Reino Unido una media de 50 por persona. En España, alrededor del 20% de la correspondencia que reparte Correos, principal operador logístico de la Navidad desde hace más de 300 años, es una felicitación navideña, según nos informan desde su departamento de Comunicación.
La prueba de lo especial que resulta la recepción de un christmas escrito a mano es la cantidad de iniciativas que surgen cuando alguien decide tener una deferencia con su gente. Es el caso de la inmobiliaria Sercomcasa, en Alcalá de Henares. En 2021 sus empleados escribieron felicitaciones y las fueron dejando en los buzones del barrio. Desde este establecimiento nos confirman que lograron que al menos una buena parte de esos vecinos se sintiese ilusionado al abrir el buzón y descubrir que era una felicitación auténtica, a mano y personalizada.
Marcos continúa la tarea sin que su madre se despegue de su lado y, poco a poco, le va encontrando más encanto al género epistolar, ese que Virginia Woolf describió como el arte más humano, puesto que "hunde sus raíces en el amor a los amigos".