Cambiar siempre es posible, aunque las circunstancias sean adversas. Lo difícil es tener la voluntad de hacerlo. Es casi una hazaña como la realizada por Ana Cañamares, "mujer, poeta, la menor de cuatro hermanos, pasada la cincuentena y madre de una hija a punto de cumplir los 25 años".
Cañamares exploró los límites del cuerpo hasta que llegó al enfermedad, una fibromialgia que encontró su antídoto en la escritura "robada al tsunami de lo cotidiano". De todo ello habla en el libro 'La mujer imposible' (La Moderna), la autobiografía de una persona en construcción.
Tu libro empieza con una cita: "Necesito contar bien mi historia". ¿Esa es la razón que te impulsa a escribir?
Es una de ellas. En el libro cuento cómo me he pasado la vida buscando referentes que me dijeran que no estaba sola, que no era la única a la que le pasaban ciertas cosas, que mi voz (la voz de una mujer) podía tener valor y derecho a ser oída… pero especialmente en la infancia y en la adolescencia me fui muy difícil encontrar esos relatos en los que verme reflejada. Necesitaba darle un lugar a mi propia historia y, además, en el proceso de contarme, he conectado con esas otras voces, escrituras, biografías, que tanto busqué y que con el tiempo he ido encontrando en la literatura y en la vida, y que me acompañan, me reconfortan, me remueven y me inspiran. La historia de las mujeres durante mucho tiempo se ha contado pasando por el tamiz de la mirada masculina. Y las que se han atrevido a hablar de sí mismas, de nosotras, han sido acalladas, censuradas, despreciadas o relegadas. Me parece imprescindible reconocerlas, recuperarlas y continuar con su legado.
En el libro abordas muchos temas: los tópicos de ser mujer, la pasión, la enfermedad, la búsqueda de una misma... ¿Por qué has querido hacerlo ahora? ¿Es un legado para alguien?
He querido hacerlo ahora porque es cuando tenía las fuerzas, la suficiente serenidad para ver quién he sido, quién soy, y no perderme en un mar de reproches. Lo he hecho, en primer lugar, para mí, para darme perspectiva. Y como me gusta ser útil, lo he hecho también para quién quisiera encontrarse en mis palabras, para sumar mi voz a las de otras, para animar a expresarse a quiénes buscan la suya.
Trabajas de administrativa en la universidad, padeces fibromialgia y dedicas tu tiempo libre a la escritura. ¿Cómo logras atender tantos frentes?
¡Y además he criado una hija que ya es una mujer adulta! Lo consigo lidiando con la permanente insatisfacción, una sensación de estar compartimentada y de no atender suficientemente a ninguno de estos aspectos. Hasta me siento mala paciente porque no me cuido lo que debería… De vez en cuando tengo que pellizcarme para darme cuenta de que a pesar de que siempre sospecho de mí misma, de que me siento incapaz, la realidad es que, mal que bien, he podido con todo. Algún mérito tiene que haber en ello, a pesar de la eterna ansiedad de hacer todo a medias, de la sensación de que para hacer una cosa dejo abandonada otra y a ninguna le dedico lo que debería. Cada vez me lo perdono más, estoy en ese camino.
Dices en el libro que "no te ves como un jarrón de porcelana". ¿Con más de 50 cómo te ves?
Si soy justa, me veo como una mujer más fuerte de lo que parece o de lo que ella misma se cree. Que de alguna manera se sobrepone al cansancio y consigue sacar su vida y sus planes adelante. Aprendiendo a decir que no, a saber qué es lo importante, a qué le dedica sus fuerzas y su tiempo y qué no lo merece. Todavía con ganas de complacer a todo el mundo, pero con la conciencia de lo insensato -y cruel conmigo- de esta idea.
En el libro hay otra cita importante: "Ser mujer es habitar un estado perpetuo de error". ¿El feminismo puede subsanar esos errores? ¿Qué te aporta a ti?
Sí, claro que puede subsanar esos errores; porque son impuestos, fruto de unas demandas injustas e imposibles de cumplir, consecuencia de la misoginia que lo atraviesa todo. Para mí el feminismo ha sido una revolución mental, cultural y emocional. Un aprendizaje que me ha llevado a repartir bien las culpas y las responsabilidades de la sociedad, de la educación; a conceptualizar ideas y situaciones, a darle nombre a todo eso que me provocaba ansiedad y que me llevaba a pensar que había algo equivocado en mí. En ese sentido el feminismo es consolador, pero también demandante, hace que a todo le veas las costuras. Te pinta un paisaje con un sentido completamente distinto al que conocías.
Leyendo el libro parece que has cambiado de vida muchas veces. ¿Hacia dónde te diriges? ¿Qué quieres ser de mayor?
Sí, ¿verdad? A veces pienso que demasiadas, y que de ahí mi agotamiento. ¿Hacia dónde me dirijo? Ahora que estoy más en paz conmigo misma, me gustaría aprender a habitar la serenidad, la lentitud. Atender a mis deseos y necesidades, más humildemente gozosos que aquellas antiguas pasiones que me sacudían de un lado a otro sin control. Quiero seguir asombrándome e ilusionándome con lo sutil y sencillo de la vida. Quiero ser cada vez más animal. Aprendo cada día de mi perra y de mis gatos. Quiero que ellos me enseñen a ser una mujer serena.