La experiencia no siempre se acumula con los años. Laura Boyer murió joven, pero la suya fue una vida rica en vivencias. Muchas de ellas traspasaron el entorno íntimo y llegaron a gran parte de la sociedad por estar vinculada a uno de los perfiles más conocidos de nuestro país.
Laura era la hija de Miguel Boyer, el super ministro de Economía y Hacienda que lo dejó todo por Isabel Preysler. Su romance conmocionó a la España de la época, liderada por el gobierno socialista de Felipe González. Boyer, uno de sus hombres fuertes, el único capaz de expropiar a la todopoderosa Rumasa, se separó de su mujer, la prestigiosa ginecóloga Elena Arnedo, años después concejal en las filas socialistas, y se fue a vivir con Isabel Preysler, entonces recién divorciada del marqués de Griñón. Boyer se convirtió en el tercer marido de Preysler y tuvo que pagar un peaje: dejar la política, pese a que tuvo un puesto representativo como presidente del Banco Exterior de España, y empezar a ser conocido como 'el marido de'. Los ríos de tinta corrieron con fuerza en aquellos años: desde el número de habitaciones de la mansión del matrimonio hasta los últimos años del economista, nunca recuperado de un ictus.
Laura, la primogénita, se mantuvo en un discreto segundo plano, pero quiso hablar al final de sus días, quizá conocedora de su estado de salud. Le escribió una carta a la revista 'Semana' en la que aclaraba algunos de los términos con los que se ha venido especulando desde hace años. La publicación, sin embargo, decidió que una entrevista era el medio más adecuado para dar cauce a tantas revelaciones. Laura accedió y la entrevista acaba de publicarse, una semana después de su muerte. Desgranamos su contenido en 11 puntos clave.
La relación entre los matrimonios Boyer-Arnedo y Falcó-Preysler venía de antiguo. Eran amigos y compartían el mismo círculo social: "A Isabel la conocía desde jovencita porque mis padres y los marqueses de Griñón cenaban juntos con frecuencia. Yo empecé a tratarla como una amiga. Después, he tenido relación con ella, pero con muchísima hipocresía".
Lo que parecía un matrimonio ejemplar, el de Miguel Boyer y Elena Arnedo, empezó a resquebrajarse con señales muy sutiles: "Mi padre era súper generoso con el dinero, pero en un viaje a Suiza me di cuenta de que empezaba a mirarlo. Ya sabíamos que estaba con Isabel. Luego, en Marbella, desaparecía por las noches. Yo me cabreaba, mi madre lloraba... Nunca había oído gritos en mi casa y de pronto los oía... Mi padre iba y venía, no se decidía".
Cuando Miguel Boyer decidió vivir con Isabel Preysler, fue Elena Arnedo, que también asumió en solitario la crianza de sus hijos, la encargada de comunicárselo: "Mi madre nos llevó a mi hermano y a mí a comer a un restaurante chino y allí nos lo dijo. Yo no me lo creía, le dije que estaba loca, pero al final me lo creí".
Después de la boda, la relación entre Laura Boyer y su ya madrastra no mejoró especialmente. Con su padre, tampoco hubo ningún acercamiento: "Después de la boda, nos veía a mi hermano y a mí solos, en algún restaurante y siempre poco tiempo. También quedábamos en la casa de Puerta de Hierro. Nos sentábamos a esperar delante de un cuadro de Isabel que a mí me daba pánico".
El matrimonio Boyer-Preysler comienza la búsqueda de un nuevo hogar, lejos de la casa de El Viso, el barrio más caro de Madrid. Después de mirar propiedades en la zona de Almagro, otra zona prestigiosa de la capital, la pareja se instala en Puerta de Hierro. Aunque en la época se dice que la casa es construida por Isabel Preysler, la realidad es bien distinta. El terreno de la famosa 'Villa Meona' (apodada así por la cantidad de cuartos de baño) fue adquirido por Miguel Boyer al empresario Fernando Fernández-Tapias, pero la propiedad es de Preysler: "Mi padre estaba tan enamorado que, al parecer, puso la casa a nombre de ella. Metió la pata y no supo salir de ahí".
"Se ha 'preñao", así comunicó Miguel Boyer a su hija el embarazo de Isabel Preysler. El nacimiento de la pequeña Ana no limó asperezas. Tampoco lo vivió, ya que coincidió con el segundo embarazo de Laura Boyer: "Ana tiene dos sobrinos, pero no tienen relación con ella y yo tampoco. Cuando era pequeña, le regalaba juguetes, pero les hacía poco caso. Su madre le comía el coco. La llamaba por su cumpleaños o la felicitaba por Navidad. Ya hecha a la idea, me hacía ilusión tener una hermana, pero..." Con esos puntos suspensivos parece aludir a que Isabel Preysler nunca facilitó la relación entre los hermanos.
Paradójicamente, la relación de Laura Boyer con los otros hijos de Isabel Preysler fue mucho mejor: "Ana nunca ha sido tan simpática como sus hermanos. Tanto Chábeli como Tamara, Enrique y Julio José, con el que he tenido menos relación, siempre han sido monísimos. Le quitaban hierro a todo... Me gustaría verlos porque me caen fenomenal, pero solo tengo el teléfono de Ana y no lo uso".
En 2012 Miguel Boyer sufre un ictus y permanece en el hospital durante varios días. Consigue superarlo, aunque con graves secuelas que le impiden expresarse bien, y regresa a la casa que compartía con Isabel Preysler. ¿Cómo se retoman las relaciones familiares? "Después del ictus mi padre estaba mucho más humilde, muy cariñoso... Me decía que fuera a verle sola. Isabel no le cuidó tanto, puso mucha gente a cuidarle, pero ella no le cuidó. Me hubiera gustado verle más antes de su enfermedad".
El fallecimiento de Miguel Boyer supone un terremoto en la vida de Laura, un golpe del que no llegaría a recuperarse y que arrastró con la muerte de su madre, ocurrida solo un año después. La muerte de su padre destapó el odió hacia la madrastra: "Llegué a odiar a Isabel a raíz de que mi padre muriera. Antes, solo era una enemiga".
El hijo de Miguel Boyer declaró en alguna entrevista que Isabel Preysler había "pelado" a su padre. Laura concreta aún más: "Renuncié a la herencia, solo me pedían dinero por los gastos médicos de mi padre y querían darme unas guías y un busto que pesaba más de lo que valía, así que fui al notario y firmé la renuncia a favor de mis hijos".
La hija de Miguel Boyer y Elena Arnedo vivió una relación traumática con Isabel Preysler, algo común entre los adolescentes y la nueva pareja de sus padres. Los años, sin embargo, no lograron atenuar los desencuentros. El roce no hizo el cariño. O precisamente la falta de roce congeló la falta de cariño. ¿Cómo fueron los últimos años de la viuda de Boyer (aún lo es, desde el punto de vista administrativo) y su primogénita? "No me apetece tener ninguna conversación con ella. Isabel Preysler no me parece una mujer interesante. Es muy fría y muy calculadora. He llegado a odiarla, pero también he llegado a comprender que tiene sus recursos. No soy una persona rencorosa, no soy yo la que tiene que perdonarla", confiesa Laura Boyer en su última entrevista, la misma en la que, a sus 57 años, afirmaba sentirse "muy vieja".