Platos de porcelana pensados para emplatar (solo) espárragos, cucharas de nácar para servir caviar (las de plata o metal se estropearían), juegos de tocador surgidos de 'Mad Men', vinilos insólitos, objetos de escritorio deliciosamente vintage... Quien se pase por un evento de puertas abiertas de Arquitectura del Orden podrá ver, mirar, curiosear y comprar a precios más que asequibles este tipo de objetos, cosas que un día tuvieron dueño y que ahora están dispuestas a vivir una segunda vida en otro hogar.
"Hace cinco años una amiga me propuso hacer un mercadillo de ropa en casa de su padre. Su padre había fallecido y la mujer de su padre se había mudado a una casa más pequeña y había dejado en la casa familiar un montón de ropa", explica Astrid Romero Veiga, periodista reconvertida en 'vaciadora' de casas. Lo que iba a ser un simple mercadillo de ropa se convirtió en algo distinto. "Cuando fui a la casa, vi que había de todo: muebles, antigüedades, cosas en la cocina, lámparas, muebles de jardín... Había infinidad de cosas que ya no sabían que hacer con ellas", afirma. La propietaria ya se había mudado a su nueva casa y los hijos del dueño también se habían repartido los objetos más valiosos, ya fuera por su valor económico o sentimental.
La opción surgió clara en la mente de Astrid, que en esos momentos estaba pasando por un momento profesional delicado. "Les propuse entonces hacer un mercadillo no solo con la ropa, sino con todo lo que había en la casa, y fuimos adelante". De esa manera, Romero aplicó la fórmula de 'estate sales', muy popular desde hace años en Estados Unidos, país en el que vivió unos años.
Quizá fue por la oportunidad de encontrar tesoros ocultos a buen precio o por el auge del reciclaje, ese primer mercadillo fue un éxito. En en esa venta, ya se vio que el negocio tenía futuro: "Algunas de las personas que iban me preguntaban que dónde estábamos unos años antes, cuando habían muerto algunos de sus familiares", confirma Astrid. Lo que se hacía en ese momento era repartir las posesiones entre la familia y seres queridos, meter las cosas en trasteros, alguna venta en tiendas y plataformas especializadas y, en muchos casos, dejar los objetos en la basura o en el punto limpio.
La creadora de Arquitectura del Orden vio que el dar una segunda oportunidad a los objetos tenía potencial. "Puse un cartel que decía '¿Quieres vaciar tu casa? Organizamos tu mercadillo' y esa fue la semilla. A los meses, hice otra casa y se lo propuse a María. Desde entonces y hasta ahora no hemos parado", asegura.
Dependiendo de la circunstancias, vaciar la casa de alguien que ya no está puede ser un momento delicado. ¿Cómo les gusta a estas profesionales que les consideren? "Un poco de todo -explica María López Vázquez, restauradora de retablos y la otra responsable de Arquitectura del Orden- Recuperamos muchos objetos. No sé si somos ángeles, pero sí, de una manera u otra, acompañamos a las personas en momentos que no son fáciles. Lo hacemos con todo el cariño y ponemos realmente el alma en cada casa. Somos un poco todo: ángeles, 'vaciadores' de casas y 'recuperadores' de objetos".
Su labor no solo consiste en vaciar la casa, sino en disponer de manera efectista, casi como si fuera un museo, las posesiones de la vivienda. Así consta en su cuenta de Instagram (@arquitecturadelorden) seguida por más de 30.000 followers amantes de lo vintage y de lo que en Francia son 'casas de familia', esos hogares de buenas calidades, tanto en el continente como en el contenido.
¿Cómo son esos admiradores? Podría parecer que los principales clientes de estos mercadillos interioristas, dueños de almonedas o, incluso, anticuarios, algo que desmiente Astrid Romero. "Nuestro principal cliente es particular, matrimonios, parejitas jóvenes, chicos que están montando su primera vivienda y estudiantes. El 99% de los clientes que vienen a las puertas abiertas son particulares".
Afirman no hacer la competencia a las tiendas de antigüedades. "Yo creo que no, hay espacio para todo el mundo. Viene algún decorador o interiorista, pero el grueso no son profesionales. Además, nosotros vendemos de todo, todo lo que hay en una casa. Son negocios diferentes", señala María, secundada por Astrid: "Sí, nosotros vendemos la cuchara de palo y el mueble antiguo, pero no somos competencia, como no lo somos para el que vende en Wallapop (nosotros también vendemos la lavadora o la batidora). El cliente de anticuario, quizás, busca otro servicio. El mercadillo es casi un evento de diversión, no es el hecho solo de comprar, sino la oportunidad de visitar casas espectaculares o especiales, en la mayoría de los casos".
En opinión de las creadoras de Arquitectura del Orden, el mercadillo también tiene algo de búsqueda del tesoro. "Sí, esperas encontrar un tesoro, ese tesoro puede ser un diccionario de chogüí (dialecto del guaraní). Esto le pasó a una chica en el mercadillo de Montepríncipe, en Madrid. Ella es paraguaya, encontró el diccionario y lo flipó", explica Astrid.
Vaciar una casa es asomarse a la vida de sus moradores. Y como en la vida, convive lo sublime con lo puramente funcional. "Lo más grotesco que hemos encontrado son dentaduras en cajoncitos, en mesillitas... Y, bueno, da un poquito de repelús. Es muy impresionante trabajar también con las urnas que contienen cenizas. Nos ha pasado en dos ocasiones; una con los padres de un cliente, y otra, con el amigo de otro cliente. Cuando te las encuentras es un poco shock, pero luego se pasa. ¡Témele a los vivos!".
Astrid y María, sin embargo, prefieren quedarse con lo bello. "Siempre recordamos el mantel más bonito que hemos visto, los platos más bonitos que hemos encontrado, las copas más especiales, el jarrón más espectacular... Es más reconfortante". Lo más valioso que han encontrado en sus mercadillos es un juego de te de plata. "Hemos tenido muebles que se han vendido caros, pero lo más valioso sí ha sido ese juego de te de plata de ley, que era un espectáculo", señala Romero.
En estos años vaciando casas, han surgido todo tipo de anécdotas. "Estábamos en una casa en Pozuelo (Madrid) y vimos a un chico que no hacía más que mirar revistas de labores muy antiguas. Nos pudo la curiosidad y le preguntamos. Resulta que era tatuador y las quería como inspiración, para usar las letras de antes como modelo para poder tatuarlas. Nos pareció bonito ver la evolución de esas revistas, cómo se adaptaban a este tiempo", explica María.
Astrid comparte otra historia emocionante. "Hace un par de años, un palacete en Carabanchel que había sido un mercado mudéjar tenía de todo en cantidades industriales. Allí había también una colección de objetos militares. Se me ocurrió subir en Instagram unas fotos de unas vainas de mortero vacías. Al día siguiente, nos llamó la Guardia Civil, vinieron y lo incautaron todo porque para poder venderlas había que hacer una serie de cosas. Anécdotas siempre hay: a la gente le gusta recordar lo que había en la casa de sus abuelos. Ha habido momentos mágicos, como la clienta que compró un cuadro porque creyó ver a su madre y sus tías, o la persona que compró un equipo de música y cuando lo conectó sonó la voz del cantante favorito de su padre". Casualidad o no, para estas 'vaciadoras' de casas, organizar este tipo de mercadillos "va más allá de vaciar una casa. Es una manera de abrazar el pasado para afrontar el futuro".