Es un clásico: tener granos y que en la farmacia te den una crema para los 'granitos'. Ver a una embarazada y decir que asoma la 'tripita' o la 'barriguita'. Con las bragas, exactamente lo mismo. Las mujeres no compran bragas ni se las ponen. Las 'braguitas', en cambio, sí son aceptables en cualquier entorno y situación.
Con el diminutivo (lo que hace que el grano sea granito y la braga, braguita) añadimos carga emocional a las palabras. Eso tiene una parte buena: le quitamos importancia a algo que perturba. Intentamos decir que, a pesar de todo, de eso que entendemos como defecto o como algo incómodo, el asunto no es grave.
Con las 'braguitas', las connotaciones son distintas. El diminutivo intenta disimular algo que consideramos vulgar, impropio e inapropiado. La pregunta que nos hacemos ahora, décadas después de llamarlas así, es qué nos hace pensar que una braga merece una palabra maquillada. ¿Decimos 'calzoncillitos'? Algo de cultura de la cancelación subyace en cómo nos referimos a la ropa interior de las mujeres.
La marca de lencería Women' Secret ha decidido llamar a las cosas por su nombre con una campaña que empodera precisamente la palabra proscrita. Lisa y llanamente, las bragas son bragas.
"Las llamábamos 'braguitas' porque bragas sonaba como fuerte, vulgar... Pero braga es una palabra maravillosa y que da gusto decir. Así que, a partir de hoy, en Women' Secret, llamaremos a las cosas por su nombre: y a las bragas, bragas". Con esta contundencia, la marca anuncia que abandona el lenguaje ñoño de los diminutivos a favor del léxico adulto.
La agencia PutosModernos parece estar detrás de esta iniciativa, en línea como la realizada el 8 de marzo. En esa ocasión, llamaban a normalizar el hecho de no llevar sujetador. "Ninguna mujer debería sufrir la incomodidad de ser juzgada por cómo viste", decía uno de los claims de la campaña. Dado que aludía a mujeres sin sujetador, en redes sociales agencia y anunciante decidieron tirar de humor: "Censor de Instagram, tranquilo, puedes seguir cómodamente en tu silla", en clara alusión a los 'pezón gates' de esta red social.
Volvemos al principio: ¿decimos 'calzoncillitos'? No. Nos parecería cursi, exactamente lo mismo que piensa María, una zamorana de 51 años. "Yo no he dicho nunca braguitas, me parece una cursilada rara. Nací en una aldea, allí se llama a las cosas por su nombre. No entiendo por qué va a resultar fuerte una palabra tan sencilla. No deja de ser otra muestra de machismo", asegura.
"Decía 'braguitas' hasta que me di cuenta de que es otro micromachismo. Hay que ver las connotaciones sobre las palabras. ¿Qué estamos diciendo infantilizando con un diminutivo una ropa interior de una mujer?“, dice Marian, asturiana de 49 años.
Marian da cuenta de algo muy habitual en el habla. El lenguaje oral se nutre de las variables sociales y es un indicador del status social. Muchas personas hablan de determinada manera para aparentar pertenecer a un grupo o parecer mejores tipos. Hasta hace 30 años, quien decía braga era alguien poco o nada instruido. Quien estaba medianamente educado convertía la braga en 'braguita', como si al ser más pequeñas fueran también más delicadas. Como si solo fueran cosa de niñas. Campañas como las de Women' Secret ponen a esta prenda en el lugar justo del imaginario colectivo y sirven para abrazar a las mujeres en toda su compleja diversidad.